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Richard Powers: “Ya no podemos vivir en el 99% de la Tierra y Trump lo va a empeorar”

Más que literatura ecológica

El escritor publica 'Patio de recreo', una novela con tintes de ensayo futurista que explora el último lugar salvaje que aún nos queda por colonizar: el océano

El escritor estadounidense Richard Powers, en una imagen de archivo

El escritor estadounidense Richard Powers, en una imagen de archivo

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Richard Powers (Evanston, Illinois, 1957) es novelista, pero no sería menos cierto decir que es arquitecto. Cuando en 2019 ganó el premio Pulitzer, el jurado elogió su “ingeniosa estructura narrativa”, en la que destaca la coralidad. Una estrategia que no le ha abandonado en sus siguientes libros, como Patio de recreo (AdN), que llegó hace poco a las librerías y que entrecruza cuatro vidas, reunidas todas ellas en Makatea, una isla de la Polinesia Francesa marcada por la historia, pues sus depósitos de fósforo encerrados en sus rocas contribuyeron en su día a alimentar al mundo.

Ahora el atolón, un paraíso natural único, ha sido el elegido para un nuevo propósito no menos impactante: el lanzamiento de ciudades flotantes y autónomas a mar abierto. Pese a que suena a ficción –Powers lo enfoca como tal –, Silicon Valley tiene un futurista plan, bautizado con el nombre de Artisanópolis, que tiene la misma finalidad y en el que el autor se inspira y lo lleva a su pantanoso terreno, que se resume en que los habitantes de la isla deberán antes votar para dar luz verde al proyecto o expulsar a los colonizadores marinos.

“Me suenas bastante al presente, y más con Trump como presidente. Cada vez que tengo una idea aparentemente disparatada, como esta, me detengo a pensar y llego a la conclusión de que no es tan loca y que los años venideros resultan inquietantes”, confiesa el escritor a bet365 por videollamada.

La obra, que explora el impacto del colonialismo, la fragilidad de los océanos y la cada vez más avanzada inteligencia artificial, “es una especie de ensayo encubierto”, reconoce Powers, “pero no lo digo muy alto, ya que a mis editores no se lo presenté así. Son muchos conceptos abrumadores juntos, no por complejos, que también, sino porque dicen mucho de lo que vendrá, por eso hacerlos aparecer en una novela me parecía más adecuado”. En sus páginas, que van más allá del género ecológico en el que habitualmente se mueve, el autor se hace preguntas como si son o no capaces las nuevas tecnologías de manipular sociedades enteras.

Lo hace de la mano de Evie Beaulieu, una niña de doce años, que se sumerge en una piscina de Montreal atada a una de las primeras escafandras autónomas del mundo. También de Ina Aroita, que crece en las bases navales del Pacífico con el arte como único hogar. No menos importante es el papel de Rafi Young, que se perderá en la literatura, mientras que el trabajo de Todd Keane conducirá a un sorprendente avance de la IA. Polos opuestos que parece imposible que vayan a encontrarse pero que, a algunos de ellos, los vinculará un juego de mesa de tres mil años de antigüedad.

El punto de partida de esta novela fue “cuestionar la idea que existe en torno al excepcionalismo humano. Es algo sobre la que ya indagué en mis tres últimos trabajos —El clamor de los bosques, Desconcierto y ahora Patio de recreo— y que todavía hoy, terminado este último, despierta en mí inquietudes y dudas. Me refiero a esa creencia de que hay algo que nos hace únicos y nos separa del resto de criaturas. Nos convencimos de que nadie más puede ser inteligente ni autónomo, y la ciencia nos demuestra cada día más rápido que eso es falso y que, en parte, ha propiciado la extinción de muchas especies, pues no acostumbramos a reconocer cuando otros animales juegan o se comunican entre ellos, igual que hacemos nosotros”.

Puede que, más allá de esta génesis, la idea madre naciera mucho antes, en su infancia, cuando Powers tenía claro que nada ni nadie se interpondría a una de las ilusiones de su vida: ser oceanógrafo. “Vivía en Bangkok y solía pasar los fines de semana y las vacaciones de verano buceando. No sé por qué abandone este propósito. Supongo que la vida es algo difícil de comprender, aunque me doy cuenta de que mis obras, a menudo, giran alrededor de este tema”.

Es más que probable que algo tuviera que verAlguien voló sobre el nido del cuco, la novela de Ken Kesey, con la que quedó cautivado cuando cayó en sus manos a los 15 años y le hizo soñar con un mundo con las letras como protagonistas. Más tarde, afianzó su meta Lamontaña mágica, de Thomas Mann.“Lo leí el verano después de mi primer año en la universidad, cuando aún creía que me graduaría en física. Su efecto fue tan visceral que me hizo sentir de todo, desde el deseo sexual hasta las náuseas físicas. Al poco, cambié de carrera”.

Una vez claro el camino literario, surgieron los intereses de escritura:“Es posible que influyera la muerte de mi hermana mayor. Sigo pensando en ella cincuenta años después. Me vuelven una y otra vez los recuerdos de aquellos arrecifes en los que nadábamos y que ahora prácticamente han desaparecido”.

Patio de recreo —cuenta — “comenzó como una meditación sobre lo que había sucedido con ese 99 % del espacio habitable de la Tierra, el océano, en el breve lapso de medio siglo. Ya no podemos vivir ni estar en él y, viendo quienes dirigen ahora el mundo, no va a mejorar. Trump lo empeorará. Estamos al borde del precipicio”.

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