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La luz del Todopoderoso

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Shedeur Sanders sufre la humillación de ser el número 144 del draft

Shedeur Sanders, durante un entrenamiento, el pasado 4 de abril

Shedeur Sanders, durante un entrenamiento, el pasado 4 de abril

David Zalubowski/AP

Shedeur quiere decir en el lenguaje bíblico “campo de luz” o “la luz del Todopoderoso”, y es el nombre que el legendario Deion Sanders (el único deportista que ha disputado la Super Bowl y las Series Mundiales de béisbol) decidió ponerle a su hijo. No sabemos si por eso se convirtió en un cretino arrogante, pero en cualquier caso es seguro que la humildad no es la mejor cualidad ni de sénior ni de júnior.

Lo que ocurre es que el úٲDZ americano no parece importarle demasiado al Todopoderoso (tampoco los apagones, las danas y los accidentes de helicóptero en Nueva York, o lo que hagan Trump, Putin y Netanyahu, debe tener asuntos más perentorios de los que ocuparse). O que sí le importa, y ha decidido dar una cura de humildad a Shedeur, que estaba seguro de ser uno de los primeros seleccionados en el draft de la NFL que se ha celebrado en Green Bay, y a la hora de la verdad su nombre no ha salido hasta la quinta ronda (de seis) y el número 144. Toda una lección.

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Los Sanders (Deion y Shedeur) se lo tenían tan creído que alquilaron una suite de hotel para celebrarlo cuando el chico fuera elegido, contrataron un número especial de teléfono para recibir la llamada del gerente general del equipo que adquiriese sus servicios, y hasta fueron diciendo por ahí que había equipos que no les interesaban, y serían ellos quienes decidirían dónde iba a ir (se sobrentiende que uno de los grandes, con un notable mercado televisivo, como Nueva York, Dallas, San Francisco, Los Ángeles o Chicago).

Siempre es peligroso vender la piel de oso antes de cazarlo, y ha resultado que Shedeur no estaba tan cotizado por los ojeadores, entrenadores y ejecutivos de los equipos como por los analistas que –tal vez influenciados por el padre, personaje influyente– pronosticaban que sería uno de los primeros cinco del draft, y el segundo quarterback después de Cam Ward (fichado por los Tennessee Titans).

Pasó la primera ronda sin que su nombre fuera mencionado, y la segunda, y la tercera, y la cuarta... No solo eso, sino que encima el hijo del coordinador defensivo de los Atlanta Falcons –otro cretino– pilló de la agenda de su padre el número de ese teléfono especial que tenía Shedeur y, haciéndose pasar por un directivo de los Saints, le gastó la bromita de anunciarle que la franquicia de Nueva Orleans lo contrataría con la selección número cuarenta. Cosa que no ocurrió. Tuvo que esperar, comiéndose las uñas, hasta la 144.

Los informes sobre Sanders dicen que es un buen quarterback pero no de élite (no un Jalen Hurts, ni Lamar Jackson, ni Jayden Daniels, ni Josh Allen, ni Joe Burrow), que lee bien las defensas y es preciso en los pases, aunque se deja placar con demasiada frecuencia, no tiene un brazo particularmente poderoso ni condiciones de líder natural. Y que, además, ha jugado toda su carrera universitaria (dos años en Jackson State y otros dos con los Búfalos de Colorado) a las órdenes y bajo la protección de su señor padre, reciclado como entrenador. O sea, un tiro al aire (por otra parte como Tom Brady, elegido en el número 199 y que ha ganado siete Super Bowls o Brock Purdy de los 49ers, Míster Irrelevant, el último de su promoción).

Si algo no les gusta a los gerentes de los equipos de la NFL es que los participantes en el draft se pongan chulos y les digan lo que tienen que hacer antes de haber ganado un solo partido. Y Shedeur, un niño mimado, se negó incluso a ser entrevistado como si fuera el rey del universo. Al final, los Cleveland Browns lo salvaron de la miseria más absoluta, que habría sido no ser seleccionado en absoluto, y le pagarán casi un millón de euros anuales como sueldo inicial. Aliviado, se lanzó con ropa a la piscina de la suite en la que esperaba oír su nombre. La luz del Todopoderoso.

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