En la tierra donde el fútbol sabe a mar, y a marisco, claro; donde el Príncipe de las bateas, el eterno Iago Aspas, se resiste a ceder su trono a un grupo de formidables jóvenes; y donde la Rianxeira ha dejado paso a la Oliveira dos 100 anos, bendito himno el compuesto por C Tangana que ha provocado una fiebre en el celtismo. En ese lugar donde el fútbol está de moda por pura identidad, aunque vaya a quedarse sin Mundial, el Espanyol estampó su sello en forma de triunfo, el segundo consecutivo a domicilio. Se trata ya del autógrafo de un equipo maduro, capaz de soportar las tempestades que haga falta sin ceder un metro. Un ejército que ha visto la muerte de cerca tantas veces, que ha aprendido a burlarla sin aspavientos en su camino hacia una permanencia, que cada vez está más cerca y es más merecida.
Otro ejercicio defensivo incólume, unido a la efectividad de un Roberto Fernández, autor de dos goles, en estado de gracia, otorgaron al Espanyol una victoria merecida en un campo casi inexpugnable. Como el Rayo, el Celta es un equipo que intenta jugar al primer toque con una velocidad endiablada. Presión furibunda y monopolio del balón. El asedio celeste en el inicio fue constante, pero carente de peligro real. El Hilali fue quien más exigido estuvo para cerrar a Alfon, extremo habilidoso que perece tener atado el Sevilla para el curso que viene, quien sabe si porque no quiere esperar a Javi Puado.
Muchos ‘Uys’, pero pocas ocasiones concedió el Espanyol, que ocupó muy bien los espacios en campo propio y se proyectó con eficiencia buscando a sus puntas siempre que pudo.
Tras los primeros 25 minutos que duró el asedio vigués, apareció la picaresca de Puado, inspirado en la tarde ayer, para ganarle la espalda al lateral y filtrar un pase formidable para que Roberto Fernández, con la puntera, a la antigua, la desviase lo suficiente para que Guaita no llegase. Un gol, con los de ayer ya lleva cinco desde que llegó en enero, que desconcertó al equipo vigués y cerca estuvo de aprovecharlo el Espanyol para hacer el segundo. Roca y El Hilali combinaron y remató dentro del área Edu Expósito, pero se balón se fue alto.
Es un equipo el Celta con siete vidas. Había guardado varias cartas bajo la manga Claudio Giráldez para el segundo tiempo, principalmente Fer López (20 años), jugador llamado a ser referencial en este equipo cuando Aspas abandone el barco. Pero lo que debía ser de nuevo un acoso y derribo en el segundo tiempo de los locales, ni se acercó. Un tímido disparo de Pablo Durán que ni inmutó a Joan García fue todo lo que concedió el Espanyol, que se atrevió incluso mandar en el partido, a saber defenderse con el balón, algo que había demandado Manolo González en muchas ocasiones.
Y apareció Iago Aspas con un disparo colocado a la escuadra. No iba a ser todo disfrute. Pero el gallego conoció como se las gasta la estrella de verdad del equipo perico, Joan García, que le respondió con una esas manos que solo están a su alcance, para negarle el gol al profeta celeste.
Se sentó el Espanyol a comerse una ración de percebes y otra de pulpo. Y se merendó también al Celta. Carlos Domínguez, sustituto de Starfeldt, no acertó a despejar un balón suelto y Roberto Fernández, siempre atento y dispuesto a sonrojar a cualquier central, hizo el segundo y sentenció el partido.
Con siete puntos de los últimos nueve posibles, una derrota en los últimos seis partidos, el Espanyol de Manolo González sigue haciendo imposibles. Y que dure.