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El suicidio moral de Israel

TRIBUNA

No sé si el gobierno de Beniamin Netanyahu conseguirá expulsar a los cinco millones de palestinos de su tierra, pero cada niño que fallece bajo las bombas, cada enfermo que pierde la vida por falta de luz para operarle, cada palestino que renuncia al derecho a vivir en su casa y huye, es un clavo más en el ataúd de la supuesta superioridad moral de Israel.

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Dos niños palestinos esperan que les algo para comer en Nuseirat (Gaza), el 5 de mayo

EYAD BABA / AFP

Las guerras acaban igualando a los enemigos. Si Hamas representa la cara más detestable del pueblo palestino, el gobierno encabezado por Netanyahu, el más de derechas de la historia del país, representa la peor cara del pueblo israelí. Estamos asistiendo –en directo, con información actualizada al minuto– a una venganza de una crueldad extraordinaria contra todo un pueblo por el execrable ataque terrorista del 7 de octubre del 2023. Pero también estamos asistiendo a un suicidio moral.

Estamos asistiendo a una venganza de una crueldad extraordinaria contra todo un pueblo

El ejército israelí está sometiendo a Gaza a un bloqueo implacable. Después de una guerra en la que han muerto cerca de cincuenta mil civiles y la franja ha quedado devastada, el ejército israelí está privando a los dos millones de palestinos que viven en ella, la mayoría desplazados, de alimentos, de medicinas, de gasolina, y ahora se propone ocuparla de forma permanente. El agua potable escasea, las enfermedades se propagan y muchos pacientes mueren sin poder ser atendidos.

En Cisjordania, mientras tanto, los ataques de los colonos, las restricciones de movimientos y la campaña militar están convirtiendo la zona en otro infierno. Por primera vez desde hace 17 años, el ejército israelí está bombardeando y desplegando tanques. En el último año y medio, han muerto 900 palestinos y 32 israelíes. Las bajas han ido acompañadas por la destrucción de infraestructuras, las restricciones a la libertad de movimientos y los desplazamientos forzados de población.

Nadie puede negar a Israel el derecho a defenderse. Pero la falta de proporcionalidad es evidente. ¿Cómo no sospechar que el objetivo último del gobierno de Netanyahu es hacer la vida imposible a los palestinos para que se vayan y anexionarse el territorio, si hay ministros que lo proclaman de forma cada día más clara?

Con estos métodos, Israel no conseguirá la seguridad a la que legítimamente aspira. La aritmética del terrorismo responde a otra lógica: si hay cinco terroristas y el ejército israelí, para eliminar a tres, mata a treinta civiles inocentes, no quedarán dos terroristas sino veintidós. El ojo por ojo acaba dejando a todo el mundo ciego.

Muchos gobiernos europeos recuerdan que la actual fase del conflicto comenzó con un ataque horroroso por parte de Hamas y se encogen de hombros. Es cierto que Hamas cometió una atrocidad repugnante. Debería liberar a los rehenes inmediatamente. Pero la condena de esa atrocidad no debe impedir condenar también las que está cometiendo el ejército de Israel.

El gobierno de Netanyahu, que cuelga de un hilo, está consiguiendo que muchos callen para no ser considerados antisemitas. No recuerdo dónde vi una viñeta muy elocuente. Un niño pregunta a su padre: “¿Es verdad que los niños de Gaza pasan hambre?”. Y el padre responde: “Calla, niño, no seas antisemita”. Hay silencios que rondan la complicidad y censuras, como las de Kaja Kallas, alta representante de la UE para la ʴDZíپ Exterior, que no se oyen por exceso de mesura y de discreción.

Cuando lanzó la idea de convertir a Gaza en un resort de lujo, Trump no hizo ningún favor a Israel. Al contrario. Con esa provocación, tan ridícula y tan absurda como la foto vestido de Papa pero infinitamente más cruel, abrió una trampilla que puede conducir a Israel a un subsuelo moral del que quién sabe si llegará a emerger nunca. No es posible matar a decenas de miles de civiles en una operación antiterrorista y salir sin cicatrices profundas.

Un día u otro Netanyahu abandonará el poder. Es posible que entonces Israel se serene. ¿Logrará perdonarse lo que está haciendo? Los ciudadanos que hoy están dando carta blanca al gobierno con su apoyo o su silencio ¿cómo podrán mirarse a la cara? No me gustaría estar en su piel.

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