Una espesa neblina anaranjada cubre estos días la ciudad de Kirkuk y gran parte del norte de Irak, consecuencia directa de una violenta tormenta de polvo que ha paralizado la vida cotidiana y saturado los servicios de emergencia. Desde la noche del lunes, el fenómeno ha sumido a la región en una atmósfera irreal y opresiva, con el cielo teñido de tonos ocres y la visibilidad reducida a menos de un kilómetro, según reportan medios oficiales y testimonios recogidos en la zona.
La magnitud de la tormenta ha obligado a suspender operaciones en los aeropuertos internacionales de Nayaf y Basora, mientras que las autoridades han decretado el cierre de instituciones públicas y cortes de electricidad en varias localidades. El Ministerio de Salud iraquí ha informado de más de 3.700 personas atendidas por asfixia y afecciones respiratorias, la mayoría de ellas dadas de alta tras recibir atención en salas de emergencia habilitadas para la crisis. Entre los afectados se cuentan numerosos menores y ancianos, especialmente vulnerables a este tipo de episodios.
Las imágenes difundidas por medios locales y redes sociales muestran calles vacías, hospitales colapsados y vehículos médicos recorriendo las ciudades para auxiliar a quienes no pueden desplazarse por sus propios medios. Aunque las tormentas de polvo son habituales en Irak, expertos advierten que su frecuencia e intensidad han aumentado de forma alarmante en los últimos años, fenómeno atribuido al cambio climático, la desertificación y la sobreexplotación de los recursos hídricos.