Las condiciones impuestas por Santiago Abascal a Carlos Mazón para dar su apoyo a los presupuestos de la Generalitat Valenciana están logrando que ya sea difícil diferenciar en esta geografía los idearios del PP y de Vox. A las primeras exigencias que puso sobre la mesa la derecha extrema, como la de rechazar el pacto verde europeo o criminalizar la inmigración de los menores no acompañados, se ha sumado, ahora vía enmiendas, la ofensiva contra las instituciones y entidades que regulan y promocionan el valenciano normativo y duros recortes a sindicatos y (más cosméticos) a la patronal. Como ejemplo, han recortado a la mitad el presupuesto de la Academia Valenciana de la Llengua, AVL, a la que Vox acusa de “catalanista” en un claro objetivo de acabar por inanición con un organismo que impulsó Eduardo Zaplana en los 90 para pacificar el conflicto lingüístico. Un recorte que beneficiará a asociaciones secesionistas y contrarias a la unidad de la lengua como Lo Rat Penat, que verán aumentada espectacularmente su dotación. Si las primeras exigencias para aprobar las cuentas entraban de lleno en el campo de la involución en materias como el medio ambiente o la atención a los migrantes, las nuevas imposiciones al PP suponen la consolidación de una “guerra cultural” que Vox está ensayando en la Comunidad Valenciana, con éxito.

Una persona durante una manifestación convocada por la Plataforma per l'Ensenyament, a 22 de febrero de 2025, en Valencia
Cuesta entender la facilidad con la que el PP está cediendo a la pulsión de Vox, y solo se explica por la debilidad en la que se encuentra Carlos Mazón a causa de su gestión de la dana y la necesidad de mantener la estabilidad de su gobierno. Es sorprendente comprobar cómo el PP acepta la exigencia de Vox para reducir las ayudas a los sindicatos y a las patronales, lo que implica, de facto, erosionar el diálogo social que ha sido, en el caso valenciano, modélico durante los últimos años. El PP valenciano está acelerando su renuncia a los valores del liberalismo para abrazar, con una velocidad desconocida en España, los postulados ideológicos y culturales, también estéticos, de un partido que se siente ahora mucho más fuerte para imponer sus condiciones que cuando formaba parte del ejecutivo valenciano, lo que no deja de ser curioso.
La guerra cultural de Vox, con permiso del PP, solo puede beneficiar a quien la está alentando con ganas, provocando una mayor polarización en la sociedad valenciana y reactivando viejas batallas que parecían estar olvidadas”
La guerra cultural de Vox solo puede beneficiar a quien la está alentando con ganas, provocando una mayor polarización en la sociedad valenciana y reactivando viejas batallas que parecían estar olvidadas. Pero lo peor es que esta ofensiva se está realizando con dinero público para financiar una contracultura lingüística afín al bloque de la derecha extrema, mientras se priva de recursos a las entidades democráticamente reconocidas y votadas incluso por el PP y reconocidas en el Estatut. Y todo está sucediendo con el visto bueno de Carlos Mazón.