Retrocedo en el tiempo. Recuerdo a Rafael Nadal en aquel Trofeo Godó del 2005. Al adolescente que parece un gladiador. Los pantalones pirata, la camiseta de tirantes, el pañuelo sujetándole la cabellera, el gruñido al golpear la pelota, los zurdazos que le parten el alma al rival.
Y tras la batalla, el asedio mediático.
Ha nacido una estrella.
Recuerdo a Rafael Nadal en la carpa de prensa del torneo, primero atendiendo a los medios internacionales en su inglés chapucero, una risa y una diversión, luego alargando las respuestas ante los cronistas españoles.

Rafael Nadal celebra su victoria contra Mariano Puerta, tenista argentino
Y al final, cuando ya tiene el título en el regazo, el primero de los doce que tantos años más tarde acabaría adjudicándose en el RCTB (el último, en el 2021), le veo sentado en un taburete, a la puerta de la carpa, con el móvil al oído, conversando con los narradores de la radio, que le quieren en directo en su programa, le hacen esperar, menudo desespero.
Y entre bastidores, Toni Nadal, su tío y su entrenador, el alma inicial de un proyecto que se extendería por veinte años, me dice:“Esto no es normal, Rafael no ganará siempre. Más tarde o más temprano, tendrá que perder”. Y el hombre, el tío y el entrenador, lleva razón. O no la lleva.

Con los suyos, foto de julio del 2010, en Mallorca, con Xisca Perelló y amigos
Pues su sobrino, ahora que ha pasado la tormenta y descansa en su Manacor mediterráneo, con su Xisca y su pequeño Rafael, no lo ha ganado todo, pero ha ganado mucho. Prácticamente, más que nadie. Y eso tampoco es normal.
Veinte años más tarde, el Barcelona Open Banc Sabadell-Trofeo Conde de Godó amanece sin su icono, esta vez no veremos a Rafael Nadal en la pista que lleva su nombre, y en la grabadora recupero una conversación con Toni Nadal, allá por febrero del 2022, cuando el tío ya no dirigía al sobrino y el mito seguía estirando la cuerda, alargando su carrera deportiva hasta el infinito.
¿Usted no sufría la presión de dirigir a su sobrino?
Ni me la planteé ni me parecía tan terrible. En algunos momentos, la fama puede molestar. Y en el caso de mi sobrino, puede ser un problema cuando se mueve por ahí. Pero también tiene sus ventajas, ¿eh? Que de inmediato te hacen sitio en un restaurante o en la consulta del médico…
En todo caso, usted le educó bien. Cuesta imaginarse a Nadal rompiendo raquetas o cargando contra un juez de línea.
Muchos dicen que para ganar necesitas un buen entorno, ¿no? Pero permítame que lo cuestione. Mire todo lo que ha ganado Djokovic cuando su entorno es el que es… En todo caso, la familia Nadal somos normales y siempre lo hemos sido, empezando por la época en la que mi hermano Miquel Àngel jugaba en el Barça. Siempre hemos huido de las extravagancias.
En todo caso, la familia Nadal somos normales y siempre lo hemos sido”
¿Su sobrino ha sido un genio, tan genio como Federer?
Nunca diría de un familiar que es un genio. Federer logró trascender a su deporte exprimiendo la eficiencia máxima con una elegancia soberbia. Rafael modificó cosas para perpetuarse: yo diría que alcanzó su cima en el 2008 y el 2009, aunque en los últimos años su juego era más completo: sacaba mejor, resolvía mejor los puntos. En realidad no le quedaba otra, pues el físico…
El físico ha condicionado su trayectoria. Hay literatura comparada sobre ello. Me refiero al síndrome de Müller-Weiss, la lesión degenerativa que los galenos le habían diagnosticado en el pie izquierdo cuando amanecía su carrera deportiva (en el 2004) y que ha ido arrastrando durante estos veinte años, un infierno de contratiempos, parones, tratamientos y precauciones que se lo acabaría llevando todo por delante.

Rafael Nadal ha hecho varias campañas y anuncios, esta es otra de las fotografías de su sesión en Melbourne
“El primer especialista nos dijo que Rafael difícilmente haría deporte de alto nivel… Ya ve cómo ha ido todo. Durante su carrera hemos ido trampeando. Ha salido mejor de lo previsto, ¿no? ”me dice Toni Nadal. Debo asentir, no me queda otra .(…)
“Le voy a decir algo –me dice Francis Roig-: Rafa es dialogante, escucha, es espontáneo. No piensa que es Rafa Nadal. No le entra el creerse más importante, no se ve con más derechos que cualquier otra persona. Evidentemente, tiene ciertos privilegios sociales. Pero su trato con todo el mundo es el mismo desde el primer día. Supongo que su tío tiene mucho que ver en eso”.
No he vuelto a coger una raqueta; ahora intento organizarme fuera del deporte”
Junto a Toni Nadal, Francis Roig entrenó a Nadal durante 17 años.Había sido el mismo Toni Nadal quien le había alineado, allá por el 2005, más o menos cuando comenzaba la maravillosa historia del manacorí.
“Jordi Vilaró y yo entrenábamos a Feliciano López. Estábamos en Australia cuando Toni me dijo que tenía hijos y no podía acompañar siempre a su sobrino. Me pidió ayuda para Rafa y acepté la propuesta. Feliciano y Vilaró lo entendieron. ¿Sabe una cosa? Cuando Rafa tenía 21 años y ya sumaba tres títulos del Grand Slam (al final de su carrera acabaría acaparando 22), le pregunté: ‘¿Cuántos grandes crees que alcanzarás a lo largo de tu carrera?’. ¿Sabe qué me respondió?”.
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“Ojalá sean ocho o nueve”. Entonces no se veía jugando más allá de los 28 años.
¿Y eso?
No se imagina el desgaste físico y mental que ha sufrido año tras año, con semanas muy intensas, teniendo que ganar siempre... Y sin embargo, cuando le torturaban las rodillas o el pie, me decía: “Que me operen, volveré incluso partiendo de cero”.
No se imagina el desgaste físico y mental que ha sufrido año tras año, con semanas muy intensas, teniendo que ganar siempre”
Ese entorno familiar, excepcionalmente estable, ha envuelto siempre al manacorí: durante buena parte de su carrera, ahí han estado su tío y también Francis Roig. En los últimos años, Carlos Moyá y Gustavo Marcaccio. Rafa Maymó, como fisioterapeuta. Carlos Costa y Benito Pérez-Barbadillo, en la relación con dirigentes, organizadores y medios. Jordi RobertTuts, como encargado de la equipación. Los padres, Sebastián y Ana María, siempre en el palco. También la hermana, Maribel, y Xisca Perelló, su pareja, su mujer y la madre del pequeño Rafael, de dos años.
Todos ellos son espectadores inconfesos del espíritu de Nadal. Pues el mismo tenista autoexigido, aparentemente maniático, que salta las líneas, se golpea el talón con la raqueta para sacudirse la arcilla, se tunea la pista repartiendo las toallas en las cuatro jardineras, se seca la frente con la muñequera, coloca los botellines en diagonal y bota la pelota quince o veinte veces antes de servir es también un alma desordenada en su día a día, es más bien impuntual y le presta escasa atención a las tareas cotidianas.

Rafa Nadal recibe el premio en la gran gala del 'Mundo Deportivo'. Barcelona, 3 de febrero de 2025
En la hora de los homenajes (entre bastidores, se habla de un maravilloso adiós en la próxima edición de Roland Garros, dentro de un mes), Nadal se declara algo desconcertado, aún indeciso ante los pasos que debe dar en los tiempos que están por venir.
En una entrevista en febrero, durante la gala de Mundo Deportivo en Barcelona, Nadal me dijo:“He intentado estar un tiempo ausente, organizando mi vida más allá del día a día que me ha envuelto en los últimos treinta años”.
¿Y cómo se lleva consigo mismo? ¿Juega al tenis?
No he vuelto a coger una raqueta. Lo haré en cualquier momento, pero desde aquel adiós en Málaga (20 de noviembre) solo he jugado un rato con mi hijo en casa. Ahora me intento organizar fuera de lo que es el deporte. Sin quererlo, ya tengo muchas cosas de trabajo que no puedo evitar, pero necesito un tiempo para decidir qué quiero hacer, más allá de aquello que debo hacer porque es inevitable (…) Lo mejor de ahora es que estoy viviendo con poco dolor. Estoy pasando por un buen momento. Ahora puedo bajar las escaleras sin que me duela nada.
He intentado estar un tiempo ausente, organizando mi vida”
A los amantes del tenis, huérfanos de él, nos duele el alma. A los críos residentes en su academia en Manacor, la Rafa Nadal Academy By Movistar, se les enciende el espíritu. Tendrán más tiempo para contemplar a su icono, mito cercano que recorre las pistas, saluda a los pupilos, les acompaña en el gimnasio y ocupa la mesa contigua en el restaurante.
Y a los mitómanos, les consolará la escultura que permanecerá en el recinto de Roland Garros, la estatua que Jordi Díez esculpió hace cuatro años y allí sigue, por los siglos de los siglos, saludando al curioso recién llegado, formando colas para retratarse junto a ella y estimular las envidias del prójimo. Para quienes no lo vivieron, lo siento: yo sí he vivido la era de Rafael Nadal.