No sé si las palmas que Joan Vaqué exporta a Estados Unidos, desde La Vilella Baixa, en el Priorat, ya habrán sido gravadas por los aranceles trumpianos ni si esto puede afectar a la economía del taller de artesanía de palmas y palmones más antiguo de Catalunya. Tampoco sé si los obradores de Elx, la zona de levante que acumula más palmeras, exportan palmas a la América de la nueva era. Pero, en cualquier caso, ni al taller de Vaqué ni a los de Elx les pueden afectar demasiado los gravámenes impuestos por el hoy, más que amigo, enemigo americano. La producción palmera se vende y distribuye sobre todo en el territorio nacional, durante los días previos al domingo de Ramos.

En Elx, parece que desde el siglo XIV, tal día como hoy, los fieles acudían a misa y desfilaban en procesión con palmas trenzadas, un precedente de las actuales, que en Catalunya hasta ahora mismo los padrinos suelen regalar a sus ahijados. A los niños, altos y erectos, palmones. A las niñas, palmas más pequeñas, pero muy bien trenzadas, serpeadas y trabajadas, a veces adornadas con lazos y chucherías.
No sé hasta qué punto esta diferencia entre palmones masculinos y palmas femeninas puede parecer oportuna a los celadores de lo que podemos llamar unisex políticamente correcto, pero sería una lástima que en aras de la uniformidad se dejaran de elaborar las palmas, tan delicadas, afiligranadas y artísticas. Antes los padrinos, que eran los que en el bautizo se comprometían a velar por las prácticas religiosas de los ahijados, solían acompañarlos a misa el domingo de Ramos, felices de ver que el palmón o la palma de los suyos era mejor, mucho mejor que la del vecino.
Hoy muchos niños y niñas ya no están bautizados, pero siguen teniendo padrinos aconfesionales, tíos o amigos de la familia y la tradición del regalo persiste. E incluso algunos, adultos y menores, se acercan a las parroquias y quién sabe si a la salida no golpean el suelo con los palmones, como mandaba la tradición. Aunque quizá ignoren que la religión cristiana conmemora hoy el inicio de la Semana Santa, con la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de un asno, donde es recibido por la gente con ramas de palmera, según los Evangelios.
Ambos elementos, tanto el asno como las palmas, han sido interpretados de forma simbólica. Si Jesús no entra a caballo en Jerusalén, sino a lomos de un asno, es, al parecer, porque el caballo connotaba la guerra y era un animal de los poderosos, un signo de estatus social, diríamos ahora. Por el contrario, Cristo representaba a los pobres y era portador de la paz. Además, una profecía de Zacarías que recoge el Evangelio de Mateo se refiere a “la llegada del Rey de Sión, justo y victorioso, humilde, a lomos de un asno”. La gente le da la bienvenida, con el canto de Hosanna, cubre el lugar por el que debe pasar con sus mantos y con ramas de palmera, como era costumbre en los recibimientos reales.
Los padrinos acompañaban a los ahijados, felices de ver que su palmón o palma era mejor que el del vecino
Cuando el cristianismo empezó a conmemorar la entrada del Mesías en Jerusalén con un acto litúrgico, en los lugares donde no había palmeras, la gente acudía a las iglesias con ramos, esto es, ramas de los árboles que tenía al alcance, olivos, laureles, tejos, sustitutivos de las palmas evangélicas. Los ramos –de ahí que se llame hoy domingo de Ramos, que no eran sino ramas con hojas, aunque hoy, por ramo, entendemos uno de flores– eran bendecidos durante los oficios del día y la gente se los llevaba a casa. Los colgaban en las puertas y ventanas para ahuyentar a los malos espíritus, advirtiéndoles así que el lugar estaba protegido.
Pasado casi un año, justo antes del miércoles de Ceniza, los ramos se devolvían a las iglesias, donde se quemaban para luego imponer su ceniza en la frente de los fieles, como recuerdo de la caducidad humana y de la necesidad de arrepentimiento.
El sincretismo religioso hace suyo también, en el domingo de Ramos, fiesta movible, la celebración de la llegada de la primavera y de la época en que la naturaleza comienza a revivir. También para algunos mitologistas la Pascua cristiana, con la conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo, guarda semejanzas con las fiestas babilónicas, centradas en el dios Marduk y su vida-muerte-resurrección.En fin, ¡buen domingo, con palmas y palmones!