Barack Obama consolidó su triunfo electoral en el 2009 convenciendo a la gente corriente de que ellos podían hacer el cambio. Con aquel eslogan mágico, “Yes, we can”, un programa social muy profundo y una pensadísima acción en las redes sociales, el primer afroamericano en llegar al despacho oval lideró Estados Unidos entre el 2009 y el 2017.
En Twitter, el presidente Obama desarrolló un sistema que le resultaría infalible, mezclar gestión y política con momentos familiares en la Casa Blanca. Para ello contó con buenos community managers y con Pete Souza, su fotógrafo personal.

Hace unos días, y después de muchos meses de no acceder a su cuenta, ahora en X, compruebo que Obama no ha dejado a un lado la red social de Elon Musk. @BarackObama sigue activa con 130 millones de seguidores. Sus últimos mensajes van desde su apoyo a un senador de Illinois, a su recuerdo del papa Francisco o su felicitación a varios equipos de baloncesto. Es extraño que Obama continúe en X. Musk y Donald Trump controlan esa red y con todo lo que está pasando...
Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno de España, también sigue en X (1,9 millones de seguidores) y, como Obama, informa de sus movimientos en diversos ámbitos sin entrar en polémicas. Los asimismo socialistas Salvador Illa (117.100), presidente de la Generalitat, y Jaume Collboni (34.000), alcalde de Barcelona, mantienen activas sus cuentas en X.
Es extraño que Obama continúe en X. Musk y Trump controlan esa red y con todo lo que está pasando...
No es X una red social modélica. Es tóxica. Es extraño que estos y muchos otros políticos continúen activos en ella. Hay otras redes más fiables y hacia las que deberían dirigir sus mensajes.
Otro caso muy distinto es el de Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat. Se puede entender que no tenga tantos recursos como los políticos en ejercicio, pero su uso de X no es el correcto. Con la nada despreciable cifra de 790.900 seguidores, el que fue 130.º presidente de la Generalitat tiene un perfil mucho más duro. Obsesionado con la pacificación de Illa, Puigdemont suele lanzar hilos muy negativos apoyados por bots, los programas informáticos automatizados que realizan tareas repetitivas en una red social.
Han pasado los años y el dzé ha entrado en otra etapa. Puigdemont tiene todo el derecho de decir lo que desee, pero un análisis básico de sus contenidos le muestra como un hombre rencoroso, alejado de la realidad y predispuesto a faltar al respeto a sus adversarios políticos y a esa mayoría de ciudadanos de Catalunya que democráticamente decidió alejarse de él.