Cada creador puede referirse a su obra en los términos que considere oportunos. Para Mike White, el hombre que escribe y dirige The White Lotus, ver su serie es como meterse con él en la cama y aceptar su propuesta sexual. Para la tercera temporada, para ser exactos, se inspiró en el edging y, si no te va esta práctica, posiblemente eres uno de los detractores de los últimos episodios.
El edging es la práctica sexual que consiste en mantenerse siempre al límite pero sin llegar al orgasmo. Es una tensión del placer constante sin desactivarse con el clímax. Esta estimulación sexual se puede ver de dos formas: como frustrante, al negar ese hito del placer que es el orgasmo, o como intensa, al ir acumulando placer para cuando llegue el momento de dejarse ir por completo. Requiere control, tanto para no cruzar ese límite antes de tiempo como para no excederse en esa tensión.
El 'edging' consiste es estimular al límite pero sin llegar al orgasmo
¿Y por qué decimos que Mike White escribió la temporada tailandesa como si estuviera haciendo edging al público? Porque él mismo lo ha dicho al referirse a los haters y los espectadores desilusionados con los últimos huéspedes. “Si no te quieres meter en la cama conmigo, entonces sal de mi casa. ¡Te estoy haciendo edging! Disfruta el edging. Y, si no quieres que te lleven al límite, entonces sal de mi cama”, expresó en el podcast sobre el último capítulo, al hacer balance de la temporada.
Aquí, que conste, no acabó su analogía sexual. “No seas un pasivo mandón. Sal de mi puta cama. No te vengas a casa conmigo. No te desnudes en mi casa. Sal de mi puta cama”, dijo en referencia a quienes no habían entrado en su juego. No es una mentalidad especialmente inesperada. Como comentamos en la defensa de The White Lotus publicada a media temporada, “pese a mantenerse la sexualidad como uno de los ejes instintivos de la experiencia humana, no se cumplen las expectativas de las presentaciones de personajes”.

Esto, para que nos entendamos, no fue 'edging'.
Había llamado la atención que, por ejemplo, el cuarteto formado por Saxon (Patrick Schwarzenegger), Lochlan (Sam Nivola), Chloe (Charlotte Le Bon) y Chelsea (Aimee Lou Wood) no culminase con un elevación del morbo sino precisamente con una de las situaciones más anticlimáticas posible: un incesto solo recordado a partir de flashbacks.
Lo mismo sucedía con el monólogo de Frank (Sam Rockwell) sobre su autoexploración sexual y espiritual, que desencajaba la mandíbula en vez de calentar al espectador, o con la dinámica de Jaclyn (Michelle Monaghan), Kate (Leslie Bibb) y Laurie (Carrie Coon) con Valentin (Arnas Fedaravicius) y sus amigos. Hubiera preliminares, coito o no, no se cultivaba la tensión sexual como en la anterior temporada sino como un trámite para ir a continuación a la relación de amistad.

Imagen de la tercera temporada de 'The White Lotus'.
Esta vez Mike White quiso ser más sutil en su aproximación narrativa y acabó haciendo edging al público de dos formas distintas. Por un lado, como decíamos, no quiso satisfacer las expectativas sexuales del público que esperaban una repetición de la comedia sexual de Sicilia. Por el otro, quiso trabajar una tensión dramática latente sin picos narrativos hasta el capítulo final de 87 minutos.
Incluso se podría argumentar que en este capítulo generó falsas expectativas. El peligro implícito que representaba Greg (Jon Gries) se fundió sin haber llegado a una amenaza explícita. Los Ratcliff, que estuvieron a punto de morir en manos de Anthony (Jason Isaacs), se volvieron vivos y sin tener que tener una incómoda conversación sobre parricidio.
El robo de joyas quedó en nada al decidir Gaitok (Tayme Thapthimthong) no tomar cartas en el asunto. Incluso las tres amigas, que daba la impresión que acabarían despellejándose enteras, se despidieron con un brindis a la amistad a cargo de Laurie, la más escéptica.
Las declaraciones de Mike White ayudan a entender cuál era su objetivo y, por lo menos, permiten valorar la propuesta en función de su intención narrativa. Esa frustración del espectador era buscada mientras la humedad tailandesa transmitía cómo se acumulaba el agobio. La música de los títulos de crédito era el más claro ejemplo: White renunció a un clímax que después descubrimos que Cristobal Tapia de Veer, el compositor, sí había concebido en la versión extendida.
Pero el argumento del edging no quiere decir que The White Lotus no pueda ser objeto de crítica. ¿Que los Ratliff se vayan del hotel sin responder o discutir sus conflictos (la ruina, el incesto, el parricidio) es llevarnos al límite sin llegar al clímax o simplemente una trama mal llevada? Y, mientras no se puede negar que hubo acción en el desenlace, cuesta entender como edging lo genérica y previsible que es la trama de Chelsea y Rick (Walton Goggins). El apogeo narrativo reposaba en la chica que esperaba y el hombre atascado, a quienes el guion nunca supo elevar de sus presentaciones iniciales. La revelación de Sritala (Patravadi Mejudhon) fue hasta ridícula.
Se puede estar a favor del edging televisivo pero estar en contra de un clímax torpe.