El conjunto del Telescopio Muy Grande (), que la organización del Observatorio Europeo (ESO) gestiona en el cerro Paranal en Chile, ha proporcionado un nuevo y asombroso astronómico: la detección de los desplazamientos de tres capas atmosféricas, que se mueven a diferentes profundidades, en un exoplaneta situado a casi 900 años luz de distancia de la Tierra.
Este hallazgo, basado en el análisis en tres dimensiones de la atmósfera del exoplaneta WASP-121b, representa un hito sin precedentes y ha sido posible gracias a la gran sensibilidad del instrumento ESPRESSO, un equipo que permite analizar la luz recibida por el telescopio para detectar la composición química de la fuente emisora.
El , liderado por científicos de la organización ESO, se ha publicado en la revista Nature y ha contadocon una destacada participación de investigadores españoles, pertenecientes al Centro de Astrobiología del CSIC-INTA, al Instituto de Astrofísica de Canarias, al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna y al Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid.
Un mundo de extremos
El planeta en el cuál se han detectado los vientos es el , aunque también recibe el nombre de Tylos. Fue descubierto en 2016, en la constelación de Puppis, y orbita una estrella de masa y tamaño similar a nuestro Sol, ubicada a 858 años luz de distancia de la Tierra.
Se trata de un Júpiter caliente, una categoría de exoplanetas gaseosos y masivos que se hallan muy cerca de su estrella. En concreto, WASP-121b tiene una masa equivalente a 1,16 veces la joviana pero con un radio 75% mayor. Se halla tan próximo a su sol que orbita con un período de tan sólo 30,5 horas.
Esta cercanía provoca, por un efecto de anclaje de marea, que presente uno de sus lados permanentemente encarado hacia la estrella, y la consecuencia son temperaturas del orden de los 3.000ºC en este hemisferio diurno (y 1.500ºC en el contrario).
Vientos en 3D
Utilizando la potencia del telescopio VLT, los astrónomos han podido identificar tres flujos independientes de veloces movimientos atmosféricos en WASP-121b. Las características de estos vientos, que se mueven en direcciones diferentes, no se han visto antes en ningún planeta, tal como ha declarado Julia Victoria Seidel, científica de la organización ESO e investigadora principal del estudio recientemente publicado.
En la capa más profunda de la atmósfera, se ha detectado un viento compuesto por átomos de hierro (la temperatura es suficientemente alta como para mantener metales en estado gaseoso). Esta corriente genera dos flujos que se desplazan en direcciones contrarias: mientras que uno de ellos se mueve desde el punto más encarado a la estrella hacia la zona en la que se sitúa la transición entre noche y día (el equivalente a un amanecer), el otro recorre la atmósfera hacia la región en dónde el día se transforma en noche (el anochecer).

Los vientos en WASP-141b se mueven en capas diferenciadas, con una corriente de átomos de hierro en la parte inferior, de sodio en la intermedia y de hidrógeno en la superior
Por encima de este viento, se ha medido un chorro muy rápido de átomos de sodio. Esta corriente gira sólo en una dirección, desde el lugar del amanecer hasta el del anochecer, y además lo hace acelerándose progresivamente. Según Seidel, las velocidades alcanzadas en este flujo serían tan elevadas que, en comparación, “incluso los huracanes más fuertes del sistema solar parecerían tranquilos”.

En esta ilustración se representan los vientos detectados, situando el punto de observación sobre el polo superior de rotación del planeta
Por último, los científicos han identificado una capa superior, en donde predomina el hidrógeno, con vientos que soplan hacia el exterior de la atmósfera.
Detección alucinante
Este descubrimiento ha sido posible gracias a las avanzadas capacidades del instrumento ESPRESSO, que se encuentra instalado en el telescopio VLT. Se trata de un espectrógrafo, un equipo que descompone la luz del objeto observado.
A medida que el exoplaneta WASP-121b gira alrededor de su estrella, de forma periódica su disco transita por delante del astro según lo vemos desde nuestra perspectiva. Cuando esto se produce, la luz que recibe el telescopio es una mezcla de la emitida por la estrella más la que ha debido cruzar a través del aire del planeta para seguir su camino. Al descomponer la radiación, el espectrógrafo puede encontrar el rastro de la interacción que se ha producido entre la luz y los átomos existentes en la atmósfera planetaria, una huella que es característica de cada tipo de compuesto y que, por tanto, permite confirmar su presencia.

La descomposición de la luz que ha atravesado una atmósfera exoplanetaria permite analizar su contenido
El equipo cuenta con cuatro unidades de descomposición de la luz que pueden funcionar en paralelo. Cuando la señal analizada por cada uno de estos componentes se combina, es posible detectar detalles sutiles que, de otra forma, hubiesen sido inobservables. Esta prestación es la que ha permitido estudiar la atmósfera de WASP-121b por capas y hallar las tres corrientes de viento diferenciadas.

El espectrógrafo ESPRESSO, que opera en el Observatorio del VLT en Chile
La dificultad que comporta un descubrimiento como este queda reflejada en las palabras de Bibiana Prinoth, coautora del estudio: “es realmente alucinante que podamos estudiar detalles como la composición química y los patrones climáticos de un planeta a una distancia tan grande”.
El sueño del futuro
Aunque poder estudiar los vientos de los exoplanetas gaseosos y más grandes es un hito remarcable, el máximo interés de los astrónomos se centra en el análisis de los componentes atmosféricos de planetas rocosos, de menor dimensión y parecidos a la Tierra.

El reto tecnológico en el análisis de atmósferas de exoplanetas es actualmente la observación de planetas rocosos semejantes al nuestro
Pero para ello, se deberá disponer de potencias muy superiores de detección, y en este sentido, destaca el proyecto de construcción que se está llevando a cabo en el cerro Armazones en Chile.
Se trata del Telescopio Extremadamente Grande, perteneciente a la organización ESO y que observará el cosmos con un ojo de 39 metros de diámetro. Cuando entre en servicio, en 2028, será el mayor del mundo y su poder de captación de luz será superior a la que se obtendría combinando todos los demás grandes telescopios actuales. Tal como indica Prinoth, con este instrumento descubriremos “cosas increíbles con las que hasta ahora solo podemos soñar”.