El tratamiento del dolor crónico es un problema de salud global para el que no existe una solución adecuada. Amadeu Llebaria, investigador del Instituto de Química Avanzada de Catalunya (IQAC-CSIC), lidera un proyecto para desarrollar analgésicos innovadores sin los efectos secundarios que suelen encontrarse en los tratamientos actuales, como los opioides.
El proyecto, en consorcio con el Institut de Génomique Fonctionnelle y la Universidad de Montpellier, está basado en el uso de la fotofarmacología, una tecnología terapéutica novedosa que utiliza la luz para dirigir la actividad de los fármacos en el cuerpo. Los fotofármacos son compuestos químicos que en su estado natural no suelen tener acción terapéutica, pero que al ser expuestos a condiciones específicas de iluminación modifican su estructura y actividad biológica de manera reversible. El equipo al frente del proyecto lleva más de una desarrollando fármacos que se activan con luz externa para conseguir un efecto mucho más localizado y controlado. Este efecto es posible gracias a que los fotofármacos solo actúan cuando, como y donde se requiere, lo que podrá reducir las secuelas de los tratamientos actuales.
Aunque la primera serie de moléculas desarrolladas demostró actividad en cultivos celulares y modelos animales de dolor, es necesario optimizar algunas propiedades y validar la tecnología. Una de las limitaciones es la necesidad de iluminar en el interior del cuerpo, lo que requiere implantar un dispositivo de manera invasiva. El equipo trabaja con bioingenieros desarrollando minidispositivos de iluminación implantables, de pocos milímetros, pero también está pensando en actuar mediante sistemas con luz en el infrarrojo cercano (NIR) que no necesitarían introducir sistemas electrónicos o fotónicos dentro del cuerpo.
La fotofarmacología, afirma Llebaria, deberá permitir una mejora de los fármacos actuales incrementando su precisión, el ajuste de dosis además de y la localización y duración del tratamiento.
Declaración de transparencia: Esta investigación está financiada por la Fundación “la Caixa”, entidad que apoya el canal de información científica Big Vang.