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¿Por qué Vargas Llosa le pegó un puñetazo a García Márquez?

El incidente

Los dos futuros premios Nobel rompieron su amistad en 1976, en un altercado en un cine de México

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Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa

Otras Fuentes

Mucho se ha escrito sobre el puñetazo que Mario Vargas Llosa le propinó a su hasta entonces íntimo amigo Gabriel García Márquez en un cine de México, el 12 de febrero de 1976. Es el golpe que rompe simbólicamente el movimiento del boom latinoamericano y, para sus protagonistas, el fin de una amistad profunda. Pero ¿cuál fue el motivo? Tuve que investigarlo durante años para mi libro Aquellos años del boom y este es el resultado de las pesquisas, basadas en entrevistas a todos sus protagonistas.

Todo empezó (como tantas cosas relacionadas con el boom) en Barcelona. En el verano de 1974, Vargas Llosa y su esposa Patricia se fueron de la ciudad donde vivían desde 1970, junto con sus hijos Álvaro, Gonzalo y la recién nacida Morgana. El 12 de junio de 1974, con las maletas y todos los muebles ya empacados en el barco Rossini -que efectuaba la ruta Barcelona-Lima-, les homenajearon con una fiesta de despedida en la agencia de Carmen Balcells a la que asistieron, entre otros, García Márquez, Jorge Edwards, José Donoso, Ricardo Muñoz Suay o el psiquiatra Ramón Vidal Teixidor, quien le trajo un libro a Vargas Llosa para que se lo dedicara. El peruano le escribió: «A Ramón Vidal Teixidor, cuyos servicios necesitaré pronto», y le dijo, medio bromeando: «Patricia quiere que vuelva a Perú pero se arrepentirá».

A bordo del Rossini, viajaba una mujer peruana, de nombre Susana, casada con un arquitecto con quien vivía en Madrid. En la cena de gala, la fascinación entre el escritor y ella fue evidente para los presentes, que los observaron bailar animadamente varias veces. Al atracar el barco en Lima, el pasional Vargas Llosa ya había cambiado de pareja y abandonado a su familia.

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Tras cierta itinerancia, la nueva pareja llegó a instalarse un breve tiempo en Barcelona, en un apartamento en Pedralbes, pero la convivencia duró unas pocas semanas.

Fue, la de Vargas Llosa, una crisis matrimonial con idas y venidas, dudas e intermitencias. Patricia Llosa viajó a Barcelona en mayo y junio de 1975 para acabar algunas gestiones pendientes. Una noche, se fue a cenar con Carmen Balcells, Jorge Edwards y García Márquez. Edwards recordaba bien aquella velada en una conversación que mantuvimos: “Patricia se alojaba en el hotel Sarrià. Llegamos Gabo, Carmen y yo a verla. Cenamos , tomamos muchas copas. Y acabamos en la discoteca Bocaccio, que ya estaba cerrando, aunque nos sirvieron una última consumición. Allí nos encontramos con Carlos Barral. Al día siguiente, Patricia tenía que irse al aeropuerto, de vuelta a Lima, debía salir del hotel a las siete de la mañana y la habíamos dejado allí a las tres y media. El Gabo se ofreció a llevarla al aeropuerto. El caso es que, esa mañana, Patricia perdió el avión. Había un camino que giraba a la derecha y Gabo se despistó. Mario Vargas Llosa dice que Gabo intentó llevarse a Patricia a un hotel. A mí no me extraña que perdieran el avión porque habíamos bebido mucho”.

Según los presentes, aquella noche Patricia le confesó a Gabo la frustración que llevaba acumulada por el affaire de Mario y Susana. Gabo bromeó con ella: «Pues para vengarte de Mario, nos hacemos amantes… y así volverá contigo». También le ofreció, en caso de que no se solucionara la situación, a sus abogados para que le ayuden “a reclamar lo que es tuyo”.

La frase

«Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona», dejó claro Vargas Llosa al pegar a Gabo, ante testigos como Elena Poniatowska

No hay forma de saber lo que sucedió en el vehículo en el que viajaron García Márquez y Patricia Llosa al Prat. Vargas Llosa, tras oír la versión de Patricia, sintió que García Márquez había corrompido la amistad que les unía. Bryce Echenique afirma: «Gabo la llevó al aeropuerto y se despidió con un beso de caballero, nada más». Según algunas versiones, el orgullo herido de Patricia —y el turbulento momento en que se encontraba su matrimonio— la incitaron a dar a entender a Vargas Llosa que, mientras él parecía alejarse a la deriva, ella pudo haber recibido un análogo cariño por parte de García Márquez, aunque no fuera cierto. La versión de Plinio Apuleyo Mendoza es que «Patricia no perdió ningún avión, en absoluto, solamente bromearon con la posibilidad porque llegaban tarde».

Poco después de aquella noche, se produjo la reconciliación del matrimonio Vargas Llosa.

Unos meses después, el 12 de febrero de 1976, en el preestreno de la película La odisea de los Andes, de Álvaro Covacevich, en la sala de Canacine, en la colonia Churubusco de Ciudad de México, Vargas Llosa propinó un derechazo a García Márquez que lo dejó tendido en el suelo, ante la flor y nata de la intelectualidad mexicana. Era última hora de la tarde, hacia las ocho, y había ya oscurecido. El filme trataba del grupo de uruguayos que estuvo setenta y dos días perdido en las nieves de los Andes y que practicó el canibalismo, el mismo tema que J.A.Bayona retomaría en 2023 con La sociedad de la nieve. García Márquez se encontraba en el vestíbulo, con su esposa y un grupo de amigos, tomando vino y unos bocadillos. «Me disculpan, voy a saludar a Mario», les dijo antes de ir hacia la sala de proyección. Allí, se dirigió al peruano con los brazos abiertos, y recibió un fortísimo puñetazo: «Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona», dejó claro el agresor, ante testigos como Elena Poniatowska, quien me contó así sus recuerdos: “Yo estaba a cuarenta centímetros. Vargas Llosa tumbó a Gabo delante de mí. La Gaba lo sacó enseguida a la acera para que reposara. Sin exaltarse, como sorprendido, decía: «Ese muchacho me pegó». Me dije: «Bueno, Elenita, hay que ser útil» y me fui a por un filete crudo a un restaurante gringo que había al lado, el Hamburger Heaven, para aliviarle el ojo, como hacen con los boxeadores. Se lo apliqué yo misma entre el ojo izquierdo y la nariz y luego se lo llevaron en un volchito, un utilitario Volkswagen.

De izquierda a derecha, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Barral, Julio Cortázar y Josep Maria Castellet, en la comida del premio Barral de novela de 1972, en el restaurante La Font dels Ocellets

De izquierda a derecha, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Barral, Julio Cortázar y Josep Maria Castellet, en la comida del premio Barral de novela de 1972, en el restaurante La Font dels Ocellets

Otros

El periodista Francisco Igartua, que llegó al preestreno unos minutos después de que García Márquez fuera derribado, fue, junto a Benjamín Wong, quien llevó de vuelta a Vargas Llosa a su hotel, donde le esperaba Patricia, quien no había asistido al estreno por una razón elemental: su hermana Wanda había muerto en un accidente aéreo y no se sentía capaz de ver una película sobre un grupo de supervivientes..

Al llegar al hotel, Wong se despidió y Vargas Llosa e Igartua entraron a la habitación, donde “Patricia esperaba a Mario con los cañones listos para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.

“”—¡Imbécil! ¡Creeetino!... ¿Qué te has creído?... Me has puesto a mí de hazmerreír público.

“”Y voló una lámpara por el aire en dirección a la cabeza de Mario.

“”—Me ha llamado la Gaba, medio mundo... ¡Eres un imbécil!¡Creeetino!...

“”El fuego de Patricia iba creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de Mario, quien, hierático, no abría la boca...”

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Mario Vargas Llosa nunca se arrepintió del puñetazo, según confirman sus amigos, algunos de los cuales le oyeron la frase: «En mi país estas cosas se solucionan así». Sobre sus aptitudes técnicas, el propio Igartua observó «que Mario tenía conocimientos boxísticos y estaba entonces en buena forma». Lo que coincide con el testimonio de Beatriz de Moura: «Mario se sorprendió de la fuerza de su único golpe, no creyó que fuera a causar tanto efecto».

El escritor había sido alumno del Colegio Militar Leoncio Prado, en el que los «puñetes» estaban a la orden del día y constituían un método más de educación y relaciones sociales. En un diálogo con Sergio Vilela reconoció las duras novatadas que sufrió en su época de «perro»

-¿Y usted golpeó a alguien?, le pregunta Vilela.

“Sí, varias veces. Recuerdo que me trompeé una vez con un muchacho que era mayor que yo, y me dio una paliza [...]. Esa fue una trompeadera absolutamente feroz y brutal. La recuerdo porque fue en los primeros tiempos del colegio. Era una cosa muy corruptora porque, si tú lo hacías, sentías que estabas bien, justificándote que eras un hombre, que eras un cadete. No te olvides que éramos chiquillos, trece, catorce, quince años. El que tiraba más patadas y mejores cabezazos automáticamente se convertía en héroe, en figura. Una figura respetada, adulada, porque estar cerca de esa figura te protegía y entonces era una manera que no te cogieran de punto. Ser débil era lo peor que podía ocurrirte allí”.

La reacción

García Márquez, tras la agresión, telefoneó a amigos de ambos: «¿Qué broma le contaron a Mario?»

Tras el puñetazo, la reacción de García Márquez fue, cuando menos, curiosa. Al día siguiente, telefoneó a algunos amigos de ambos: «¿Qué broma le contaron a Mario?», seguro de que el peruano creía que se aproximó más de lo debido a su esposa. García Márquez podría haber estado convencido hasta su muerte de que le pegaron por una razón falsa. Gabo se hizo una foto que dejaba al descubierto un hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz. El fotógrafo, Rodrigo Moya le preguntó por los motivos de la agresión y, aunque Gabo aludió inicialmente a las diferencias políticas entre ambos, su esposa, Mercedes Barcha, que le acompañaba, acabó confesándole: «Mario es un celoso estúpido».

Los dos autores más importantes del boom no se volvieron a hablar. Ese mismo año, 1976, García Márquez escribió el reportaje «Operación Carlota: Cuba en Angola», bajo la supervisión de Fidel Castro, que le valió el premio de la International Press Organization. Tras leerlo, Vargas Llosa le llamó públicamente «lacayo». Cuando García Márquez ganó el Nobel en 1982, el peruano, desde Italia, declaró: «Me parece un premio político. Jorge Luis Borges lo merecía mucho más». Sin embargo, a la muerte del colombiano, en 2014, Vargas Llosa tuvo palabras elogiosas hacia la obra de su antiguo amigo.

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