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Hacer luz de gas a las mujeres

ENSAYO

Una reflexión sobre los métodos de enmudecer a las mujeres a partir de la película de George Cukor ‘Gaslighting’

Gaslight

Fotograma de 'Gaslight', la película de George Cukor de 1944

Las mujeres llevamos siglos construyéndonos como sujetos entre el silencio y la mistificación, entre la falta de voz o de crédito a nuestra voz en la esfera pública y las idealizaciones tramposas. En su último libro, la ensayista francesa Hélène Frappat (París, 1969) desvela y analiza uno de los más poderosos mecanismos empleados para enmudecernos y que ha adquirido un nombre propio: el o luz de gas, el mismo que da título al libro.

Dicho en corto, hacer luz de gas es engañar y manipular al otro para que quede a expensas de nosotros, carente de autonomía y voz propias. La palabra, y este es un detalle maravilloso, tiene origen en la película de 1944 dirigida por George Cukor y protagonizada por Ingrid Bergman Gaslight(que aquí se tradujo como Luz que agoniza), y que a su vez se basaba en una obra teatral previa. Se trata de un término que ha hecho fortuna, desbordando el ámbito de las relaciones personales para pasar a describir la manipulación y la mentira como estrategia política tan característica de los populismos y autoritarismos actuales. Tanto es así que, en el 2022, el diccionario en línea estadounidense Merriam-Webster la declaró palabra del año, y hoy está en el centro de la reflexión y luchas feministas.

Gaslight

Cartel de la película 'Gaslight'

En su libro, Frappat no solo realiza un interesantísimo análisis de la película para mostrar cómo opera el mecanismo y, muy importante, cómo revertirlo. Además, a partir de la obra de Cukor, la ensayista se acerca a distintos personajes femeninos, reales, ficcionales o mitológicos, para ver cómo sufrieron un intento de silenciamiento a través de la manipulación o el engaño por parte de sus pares masculinos, de Alicia a Antígona, pasando por Helena o Casandra y deteniéndose en personajes de carne y hueso injustamente olvidados como Martha Mitchell. Esta moderna Casandra fue la esposa del fiscal general de Nixon y la primera que denunció el escándalo del Watergate, por lo que sufrió una auténtica campaña de luz de gas por parte de su marido y su camarilla política con el fin de desacreditarla y acallarla, estrategia reforzada por la complicidad del sistema sanitario que la trató de alcohólica y desequilibrada. El efecto Martha Mitchell refleja el sesgo de género en el diagnóstico psiquiátrico y sirve a la autora para denunciar cómo el sistema médico, y también Freud con la histeria, han sido cómplices de esta situación. Y es que esta pseudoenfermedad o falso concepto “desempe­ña un papel crucial en un ­پԲ milenario que pretende despojar a las mujeres de toda autoridad”.

Decía Hanna Arendt que “la ironía forma parte de la comprensión”. Y la ironía es también el mecanismo de supervivencia de la mujer a la que hacen luz de gas, dice Frappat a partir del análisis del filme de Cukor. También Antígona se ríe muchos siglos antes. La autora se refiere a la tragedia de Sófocles como “el primer caso documentado en la literatura de una victoria individual contra el gaslithing”. Y es que cuando Creonte acusa a Antígona de loca, ella revierte la acusación, es decir, realiza una “apropiación irónica”, y le contesta: “¿crees que actúo así porque me he vuelto loca? Quizás seas tú el que delira”. La risa logra que la humillación, la duda, el terror y la vergüenza, ¡y no la voz de la mujer!, se desvanezcan. Ya lo dijo John Waters, el sentido del humor es un caballo de Troya en el vientre de la cultura dominante.

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