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Fabulosos miserables

ESPECIAL SANT JORDI/NOVELA POLICIACA

Fabulosos miserables

Dos libros con los que hay que atreverse. Uno de ellos, del francés Mattias Köping, que, en (Almuzara), entrelaza una historia de corrupción policial en El Havre con el infierno de la antigua Yugoslavia, en 1990. La expresión “crueldad inhumana” no sirve, dice el autor, porque la peor es, justamente, la humana.

Y bien que lo demuestra. El otro es / (Alfaguara/La Campana), de Nicolas Feuz, un fiscal suizo que se au­topublicaba sus historias, hasta que Jöel Dicker se convirtió en su editor. Como en Köping, la tortura física y mental no es menor, y viene en forma de envíos postales. Absorbente.

Es el caluroso verano de 1962 y entramos con el sabueso Freddy O (que existió en realidad) a husmear en la habitación de Marilyn Monroe. Su mano helada intentando alcanzar el teléfono, Freddy tomando nota de cada detalle. Para empezar, los micros que le había instalado a la actriz (a la que James Ellroy le dedica un retrato en nada elogioso) ya no están, pero hay otros. Los que tienen registrados los en­redos con los hermanos Kennedy y otros turbulentos asuntos que se destapan en (Random House ) .

Sin desmerecer a Ellroy, Jordan Harper irrumpe como un motor espectacular en los atajos y callejones de la meca del cine a días de hoy (ya veremos a algún famoso en albornoz). Los Ángeles está que arde” y (Salamandra ) es una bomba narrativa, con Mae, un hacha en su empresa lampista de relaciones públicas para celebridades; entre chantajes, faroles, estafas y hoteles exclusivos. Una megaestrellita con el ojo a la funerala y a cuatro horas de ir a rodar, que lo resuelve todo en TikTok. El jefe de Mae, a punto de soltar una revelación. Y mucho más.

He aquí una afilada rareza, extravagante. Me refiero a lo que ocurre con esta perfecta institutriz victoriana que llega a la casa de los Pounds y cuya aura recuerda a la de la tremenda mujer de piedra creada por Ruth Rendell. Virginia Feito y su protagonista son una cámara subjetiva que nos provocan un creciente e insoportable escozor, en un escenario temible. Nada es previsible y todo es exacto en (Lumen/La Campana ).

Autora de Esas mujeres , Ivy Pochoda regresa con (Siruela), y es aún mejor. Un drama carcelario (y fuera de la cárcel) oscuro y con brillante crescendo dramático. Una mujer llamada Florence (Florida) resiste en un motel después de salir de la prisión de Arizona. Pero no se ha librado de lo peor: de psicologías que se arrancan verdades mutuamente, y como sea.

Y con estas almas atormentadas, llegamos a la muy buena narración que el murciano Rafa Luján despliega con (ADN ), que sigue dos tiempos y dos personas sutilmente unidas. La chica que quiso ser actriz, con una pareja que mejor olvidar, y el caso criminal que, años después, conduce a aquel pasado gracias a la cámara de un joven fotógrafo que convierte –y se convierte– con una sola imagen en celebridad. Triste celebridad.

Más que un grupo de tertulianos, parece una rueda de reconocimiento en una comisaría del Raval: estos son los indiecitos que, al modo de la señora Agatha Christie, se verán cercados y sitiados en una extraña jugada. Con la nieve cayendo por kilos en esta bendita ciudad. Y con estos nada benditos periodistas y opinadores, parte de la fauna a la que Toni Aira rinde crítico honor en esta intriga: (La Campana).

Y, hablando de medios televisivos, Richard Osman, creador de la exitosa serie El club del crimen de los jueves (esos ancianos que veremos en la pantalla, en breve, encarnados por Helen Mirren y otras celebridades), tiene nuevos y fabulosos planes para sus lectores. Por un lado, un ex policía en un pueblo de New Forest (escenario de crimen de la excelente y algo olvidada Elizabeth George).

En el otro extremo del mapa, su nuera Amy ejerce de guardaespaldas de una célebre e impertinente autora de best sellers. Ingeniosa, imprevisible y potente, (Planeta ) reúne todas las señas –chispa, astucia, malicia– del autor.

En el escabroso paisaje del género, con su tenebrosidad y su desasosiego, emerge un tipo sobrio, descontento, meditabundo, con su copa de sol y sombra, llamado Jean Ezequiel. Lo conocimos en la anterior Hontoria . En esta segunda entrega
(Salamandra )–, este periodista y cultor del true crime , y su ciudad, Segovia, se elevan a una categoría especial, duradera e inconfundible, y con el peso de un legado –más bien un encargo– en forma de enigma criminal. Excelente, Juan Carlos Galindo.

(Crims.cat ) es el regreso de Teresa Solana y de su dúo protagonista, los hermanos Borja y Eduard, un par de farsantes (sobre todo uno, el que se atribuyó categoría de niño bien) y que, desde Drecera al paradís , plantean un inteligente y malicioso recorrido por las capas de la sociedad barcelonesa, que ponen del revés, esta vez colaborando con la policía en cuatro asesinatos de gente muy dispar, desde un violinista a un profesor.

Otos singulares hermanos (y padres) son los Hernández, vecinos de Sant Andreu, que vuelven a estar juntos para defender esta empresa familiar, la agencia de detectives. En (Tusquets ), un cliente pide algo que, pensándolo mejor, quién no ha buscado entre sus pares. Tras la pista de ciertos índices de infelicidad, Rosa Ribas sigue la saga de esta familia con sus pérdidas y malos momentos, y elabora un estupendo misterio.

También es un padre, pero muy distinto, el que cumple prisión perpetua, acusado de la muerte de su hijo. Hace cinco años de eso. El niño, de estar vivo, tendría unos ocho años. Y, de repente, puede que lo esté. (RBA ) es, como todas las tramas de Harlan Coben, un vértigo repentino, una carrera de giros imprevistos tras la verdad que, más bien, es un blanco móvil.

Y, a propósito del vértigo, el probado guionista y autor de la trilogía Indira le da vida propia a un vástago de aquel equipo de investigadores, cuyo nombre (Alfaguara), esconde a un policía gitano con numerosas peculiaridades y contradicciones, para los suyos y para el mundo payo. El crimen, tremendo, empieza con dos ajusticiados en la carretera que, a su vez, provocan un fatal accidente. En la línea de los duros y vertiginosos del género, Santiago Díaz sorprende.

Como tantos de su clase, Bevilacqua y Chamorro, los protagonistas de Lorenzo Silva, tuvieron que trabajar en la pandemia. Y allí los tenemos, en un doble crimen que los lleva a lo más incómodo e incierto de los demás y de ellos mismos. (Destino), notable entrega, siempre con una nueva reveladora mirada sobre dos seres y su entorno.

Es que infinitas son las miradas: la astucia de Empar Fernández, autora premiada y de extensa obra (también histórica) que, en (é), describe dos casos en principio aislados, en esta Barcelona desolada, pero que el inspector Te­desco consigue descifrar con gran inte­ligencia.

O el oficio de la sueca Camilla Läckberg que, en / (Planeta/Columna), llega al número 3 de su serie protagonizada por Faye, perseguida ahora por su peor enemigo: su padre. O, para aportar airesobrenatural al thriller, la oriunda de Idaho Noelle W. Ihli que, en (Principal) , seduce y convence con tres víctimas en busca de su cazador.

También, el crepúsculo de un viejo con oscuro y violento pasado que, cuando cree que su oficio de sepulturero en un
pequeño pueblo es el mejor de los mundos que puede ofrecerle a su sobrino, tiene que poner en marcha la vieja maquinaria criminal. Traducida al francés con gran éxito, (Siruela ) es oscura y deslumbrante desde la primera línea. Y Marto Pariente, un autor revelación.

Eric Ambler lo supo todo de todos,incluidos los poderosos, desde que en su juventud, como contaba en sus memorias, descubrió a Churchill repasando en voz baja su discurso. Edhasa recupera , la gran obra del género de espías publicada en 1939, tras la verdad de alguien que tuvo, desde la imagen de su cadáver hallado en el Bósforo, más de una máscara.

Los grandes veteranos siguen hablando. Y, como bien puede el lector apreciar, la fauna criminal produce seres de diversa índole. El notable José Martí Gómez los llamó “animales de compañía”. El periodista Santiago Tarín renueva y actualiza el censo en ). Su prestigio y trayectoria, al servicio de “gentes sin conciencia, desalmados, truhanes de otras épocas”.

Fabulosos miserables todos ellos.

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