“No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo”. Proverbio que algunos atribuyen al fabulador italiano Lorenzo Astemio (siglo XV), otros a un cazador escocés anónimo medio listo y otros ya puestos al rico refranero español. Llevada al fútbol, deporte que sirve de metáfora de la vida las más de las veces, significa lo siguiente: ni se te ocurra celebrar el pase a cuartos de final de la Champions League si no has jugado todavía ni la ida de octavos. Y menos todavía si vistes de azul y grana y no ganas la Copa de Europa hace casi diez años.
El Barça de Hansi Flick, impermeable al barcelonismo más optimista, aquel que niega la existencia del otro (Benfica, equipo firmante de un 4-0 al Atlético y de un 0-2 al Juventus esta misma temporada) y, lo que es peor, sigue sin entender que en esta extraordinaria competición juegan un papel trascendental las jugadas desgraciadas, las fronterizas que decide el árbitro y los errores puntuales (Cubarsí expulsado en el minuto 21), jugó un partido sensacional, cargado de personalidad, digno de un grupo talentoso, joven y con ganas de comerse el mundo.
Con 10 jugadores había que defender pero también jugar al fútbol y el canario ofreció un magisterio
El ejercicio defensivo del Barça, obligado cuando te dispones a correr 70 y pico minutos con un futbolista menos, tuvo aires de disciplina militar. El mérito, remarcado esto, estuvo en combinar ese sacrificio sin balón con la tozudez atacante que define a los equipos intrépidos, que se niegan a acularse en actitud resignada y conformista y siguen por contra amenazando al adversario. Les sale de dentro, es parte de su encanto. Raphinha fue el alfil elegido para marcar como tantas otras veces esta temporada. Pero fue Pedri, apoyado en la épica atrás de Araújo, Koundé, Íñigo Martínez y Balde, la mitad magullados y cojos, y el copilotaje de Frenkie de Jong, quien encarnó como ningún jugador en el campo esa rebeldía.

Flick felicita a Pedri en Lisboa
El partido del canario fue de otro nivel. Contuvo el fútbol en su pies. Lo llevó a terrenos artísticos a base de controles, conducciones y esa sensación que dominan los centrocampistas de época, estirpe de los Xavi e Iniesta, que juegan con el espacio y el tiempo como si les perteneciera.
Vender a Araújo
Quedé hace unas semanas a tomar algo con un alto cargo del fútbol del Barça ya jubilado que en su día tuvo mucho poder. Todo en realidad. Me dijo que le molestaba de los defensas de ahora que se tiraban demasiado al suelo, en acciones que despiertan la ovación de la grada cuando salen vencedoras pero que son de alto riesgo si resultan torcidas. A los centrales del Barça se les está expulsando demasiado en la Champions. Araújo fue demonizado la temporada pasada por dejar al equipo con diez ante el PSG. Este curso van Eric García (Mónaco) y Cubarsí. A todos les pasa.
A propósito de Araújo, hablar alegremente de una venta del uruguayo es como poco temerario o insensato. En el fútbol es bueno tener centrales “con buen pie” como se dice ahora con cursilería, pero el día que te quedas con diez, tener a una bestia parda para alejar el peligro a la antigua es una bendición.
Proverbio de nuevo cuño: para salir al monte a cazar osos, lo mejor es salir en pareja: Pedri para atraerlos y Araújo para tumbarlos.
(Otro día hablamos de Szczesny, que le debo una).