En época de criptomonedas, activos digitales sin peso ni forma, muy propias de ricos, el penique o centavo, calderilla y cosa de pobres, ya perdió su rumbo.
La gente ni se agacha a recogerlo si hay uno en el suelo. Circunstancia que desmiente al proverbio yiddish, según el cual, “un centavo es mucho dinero si no tienes un centavo”.
La era del bitcoin marca el final del penique en Estados Unidos. “No soy un idiota. Aunque el mundo se vaya al infierno en un santiamén, no perderé ni un centavo”, afirmó un empresario inmobiliario llamado Donald Trump. Hoy, reconvertido en presidente de la mayor potencia del mundo, corre el riesgo de dejarse una fortuna en la fluctuación de las cripto que tanto ensalza, pero no con los peniques. Entre otras cuestiones, porque él ha hecho la petición al Departamento del Tesoro de que paren de producir la moneda más pequeña, cuyo coste dobla su valor.
La Casa de la Moneda de EE.UU. perdió 85 millones en el 2024 fabricando centavos
Trump se ha marcado grandes metas, como hacer de la franja de Gaza un balneario para millonarios, sin palestinos, por supuesto, hacerse con la propiedad de Groenlandia o convertir Canadá en el estado 51.º de EE.UU.
Pero también apuesta por una de las más pequeñas y sin valor como los centavos. Como sus grandes proyectos, tampoco está claro, sin embargo, que el presidente estadounidense tenga el poder para ejecutar esta idea.
Es el Congreso, no el Departamento del Tesoro ni la Reserva Federal, quien autoriza a la Casa de la Moneda de EE.UU. la manufactura del dinero.
Coste
La fabricación de un penique cuesta 3,69 centavos; cada uno supone una pérdida de 2,69 centavos
Pero Trump tiene razón en parte de su argumento. “Eliminemos el desperdicio de nuestro gran presupuesto nacional, aunque sea centavo a centavo”, escribió en su red social. “Cada centavo literalmente nos cuestan más de dos centavos”, añadió.
El humilde centavo costaba 3,69 centavos para fabricarse en el 2024. Las matemáticas son fáciles: el Gobierno pierde dinero con cada una de estas monedas. Cada pieza es un malgasto de 2,69 céntimos. El pasado año salieron 3.000 millones de peniques. De esto se deduce que la Casa de la Moneda estadounidense derrochó 85 millones de dólares manufacturando los peniques.

La moneda estadounidense de un centavo se muestra en esta imagen ilustrativa
También perdió 18 millones con los nickel , la pieza de cinco céntimos, sobre la que recaería más presión sin el penique y cuyo balance aún es peor. Un nickel cuesta 13,78 céntimos por pieza.
Dicho esto, lo comido por lo bebido, que se dice. Esos desajustes no significan que la Casa de la Moneda tenga pérdidas en global. Así, el año pasado obtuvo un provecho de más de 100 millones fabricando el cambio de bolsillo.
Pese a esta consideración, una pérdida de 85 millones no es cualquier cosa. Expertos y funcionarios del Gobierno hace tiempo que solicitan la eliminación de los centavos, cuyo poder adquisitivo ha caído debido a la inflación, a la vez que su costo de producción ha aumentado. Se ha convertido más en un objeto de coleccionistas o en pasto de fuentes a las que se arrojan para pedir deseos.
En el 2024 había unos 250.000 millones de centavos en circulación. Esto da una media de 700 por persona en Estados Unidos.
Otros países, como Canadá o Australia, ya han eliminado sus monedas más pequeñas.
Pero en la opinión pública estadounidense existe división de opiniones. Algunas encuestas muestran apoyo, aunque la mayoría lo ve como algo obsoleto, las llaman “monedas molestas” y una de las explicaciones para elegir usar tarjetas en lugar de efectivo.
La producción ya iba de capa caída y la desaparición podría ser efecto de su propia extinción. La Casa de la Moneda produjo unos 5.000 millones de centavos anualmente hasta el 2020, muy por debajo de los 11.000 millones en la década de los noventa. En este 2025 solo se ha manufacturado un cuarto de millón.
Los que proponen mantener la moneda argumentan que eliminarla supondrá imponer un impuesto de un céntimo a los consumidores. Es habitual que los precios acaben en 99 céntimos.