Más de uno no oculta sus sospechas.
A las 9.37 horas (Costa Este de Estados Unidos) del miércoles, el presidente Donald Trump lanzó un mensaje en su red social en pleno tumulto en el mercado bursátil.
“¡Este es un gran momento para comprar!!! DJT”.
A las 13.18 horas anunció por ese mismo canal que había establecido una pausa de 90 días en las tarifas recíprocas a decenas de países, salvo a China, a la que subió los aranceles un 120% (el total es de 145%).
Lo mercados rebotaron hacia las nubes. La Casa Blanca se apresuró a negar que el presidente colgara su primer mensaje sabiendo que al rato iba a comunicar esa pausa y que, por tanto, no había manipulado.
Ese margen entre los dos post, sin embargo, marca la transición entre el pomposo “día de la liberación” proclamado por Trump justo una semana antes y el día de la capitulación, al cancelar unos gravámenes de efímero recorrido.
El repunte de los bonos del Tesoro asustó al presidente, admitió en una reunión clave con Bessent y Lutnick
A lo largo de esa semana de espera entre el anuncio y la aplicación de los aranceles, muchos estadounidenses respondían en las calles de Nueva York que no estaban acaparando porque, si hoy Trump dice una cosa, mañana replica con la contraria.
Su épico flip flop, como lo han descrito los analistas, empezó con el efecto de la gota china. En cuanto especificó los aranceles recíprocos, surgió un continuo goteo de empresarios, financieros, congresistas (muchos de los suyos, republicanos) y ciudadanos que mostraban su preocupación. Los banqueros hablaban de la amenaza de recesión, y los consumidores veían que el hombre llamado a acabar con la inflación no iba más que a provocar un encarecimiento de la compra diaria. Incluso los amigos le advertían.
“Sé lo que estoy haciendo”, respondía. Si bien prometía que no había marcha atrás, algo iba minando su confianza. Detrás de la retórica, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y otros colaboradores, como el vicepresidente J.D. Vance, trataban de influir para que tuviera un enfoque más estructurado del conflicto comercial y se centrara en aislar a China.
Pero fueron las últimas 20 horas las que precipitaron la tormenta. Arreció una vez que Trump regresó la noche del martes de un acto con republicanos, en el que dejó caer que los países le “besaban el culo” para llegar a un acuerdo.
Esa noche, en el programa de Sean Hannity, uno de sus referentes, diversos senadores conservadores desfilaron por la pantalla para rogar al presidente que se lo replanteara.
Después de ese programa, según los medios, Trump mantuvo una larga conversación con varios de los senadores que aparecieron en ese programa.
Trump aceptaba que su iniciativa causaría “daño”, aunque sería pasajero. Comprendía que sus medidas podían incentivar una recesión, y cada vez tenía más miedo a que eso sucediera. No quería que la historia le recordara como el autor de una catástrofe económica de la magnitud de la crisis financiera del 2008 o la de la covid del 2020.
El miércoles por la mañana recibió en el despacho oval a John Tune, jefe de la mayoría republicana en el Senado, que expresó sus dudas. Luego mantuvo una reunión decisiva con Bessent, Howard Lutnick, secretario de Comercio, y Kevin Hassett, consejero nacional de DzԴdzí. No asistió el asesor comercial Peter Navarro, hooligan de los gravámenes. Ahí Trump observó el repunte de los bonos del Tesoro, que perdían su condición de inversión segura. Eso le atemorizó.
“Salió de nuestros corazones”, confesó al explicar una rectificación que cogió por sorpresa a muchos colaboradores. Al difundirse la pausa, Jamieson Greer, su representante de Comercio, defendía con fervor los aranceles en el Congreso.
“Puedo cerrar un acuerdo en un día si quiero”, dijo ayer durante una reunión de su Gabinete respecto a las negociaciones con los otros países.
“Ayer tuvimos en la bolsa el día más grande de la historia”, añadió Trump. Le recordaron que entonces se hundían los índices. “Hoy no he visto nada, no he tenido tiempo”, dijo.