España está sobreviviendo sin grandes problemas a la guerra de los aranceles. A pesar de algunos indicios de desaceleración económica, lo cierto y verdad es que las cosas van razonablemente bien y en principio se puede esperar que sea un año sin grandes sobresaltos.
Esta situación de la economía española obedece entre otras razones a que la exposición del comercio con los EE.UU. es bastante inferior a la que tienen otros países europeos. Apenas un 4,3% de nuestras exportaciones se dirigen a EE.UU., frente al 10,3 que van a Alemania o el 7,9% a Francia. En realidad, nuestro comercio exterior está muy centrado en Europa.
Entre turismo y construcción se está creando muchísimo empleo
Es cierto que podemos sufrir los llamados efectos de segunda ronda, pero hasta el momento no se está notando. Los vientos de cola siguen soplando favorablemente.
En los 4 primeros meses del año los inmigrantes siguen llegando a buen ritmo, lo cual no es bueno ni malo, pero impulsan la actividad. Ligado a ello, se ha impulsado la construcción ante la fuerte demanda de viviendas. Un “sector locomotor” que tira del resto. Otro de los impulsos es el turismo que continúa rompiendo récords al alza. Las vacaciones de Semana Santa han sido un éxito y la campaña de verano se presenta bastante bien. Se superarán los 100 millones de visitantes y, sobre todo, los ingresos.
Entre turismo y construcción se está creando muchísimo empleo. En el último año han sido casi medio millón más de puestos de trabajo. Esto está favoreciendo el consumo privado. Si a esto se suma el consumo público inducido desde la administración, explica el crecimiento del PIB que estamos viviendo. El comercio exterior está creciendo a ritmos del 3% a pesar de unos aranceles que para España son más el ruido que las nueces.
Si a estos factores de crecimiento se suma la bajada de tipos de interés del BCE, una buena cosecha y energía barata, todo es miel sobre hojuelas. En un país tan endeudado como España con más de 1,6 billones el abaratamiento del precio del dinero es como agua de mayo. Se reduce el pago del servicio de la deuda que ya se eleva a más de 33.000 millones. También favorece a las familias hipotecadas, a las que se rebaja el pago de su hipoteca.
Y por si todo esto fuera poco, seguimos recibiendo el maná de la UE en forma de subvenciones del programa de Next Generation, que es lo que permite mantener en cuotas altas la inversión.
En este contexto, el gobierno podría haber aprovechado para reducir el déficit público, pero incomprensiblemente está echando más leña al fuego del crecimiento. Tenemos un déficit del 2,8% aunque probablemente sea superior, con el objetivo de mantener la economía recalentada por razones políticas, ya que es el crecimiento lo que mantiene a un gobierno sin apoyo parlamentario como es el de Pedro Sánchez.
En definitiva, tenemos una economía dopada. Un barco sin rumbo ni patrón que se deja llevar por la corriente.