Desde las invasiones b谩rbaras del siglo V, Roma no hab铆a conocido desastre igual. En 1527, las tropas del emperador Carlos V, en guerra con el papa, Francia y sus aliados, se lanzaron al asalto de la ciudad y la sometieron a un pillaje que conmocion贸 a toda Europa.
El saqueo supuso la culminaci贸n de la secular hostilidad entre el Imperio y el papado. Pero 驴c贸mo se lleg贸 a semejante situaci贸n? 驴Qu茅 pas贸 para que el emperador del Sacro Imperio Romano Germ谩nico, defensor de la fe cat贸lica, permitiera que fuese destruida la sede de la cristiandad y se apresara al pont铆fice y sus cardenales?
Dos a帽os antes, tras haber perdido casi todo su ej茅rcito en la batalla de Pav铆a, el rey galo Francisco I, prisionero del emperador Carlos V, fue conducido a Madrid. A la humillaci贸n que para Francia supuso el apresamiento de su monarca sigui贸 un tratado por el que ced铆a Borgo帽a al imperio de los Habsburgo, adem谩s de los derechos se帽oriales sobre Flandes y Artois, y renunciaba a cualquier aspiraci贸n sobre Mil谩n y N谩poles.
Francisco I dej贸 en Espa帽a a dos de sus hijos como rehenes, pero, una vez en libertad, olvid贸 sus promesas. Animado por el papa Clemente VII, se apresur贸 a montar la Liga de Cognac, o Liga Clementina, para combatir la hegemon铆a espa帽ola en Italia. De esta liga formaban parte 鈥揳dem谩s de Francia y el pont铆fice鈥 Venecia, Florencia y el destronado duque de Mil谩n, Francesco Sforza, a lo que se sumaba el t谩cito apoyo de Enrique VIII de Inglaterra.

Clemente VII en 1526, retratado por Sebastiano del Piombo.听
Con esta maniobra diplom谩tica, la guerra estaba servida. La tirantez lleg贸 a tales extremos que, en respuesta a una requisitoria del pont铆fice recordando a Carlos V los inamovibles derechos papales, el emperador le respondi贸 calificando el lenguaje de Clemente VII de no cristiano y pidiendo un concilio para reformar la Iglesia.
A la incertidumbre provocada por estos hechos se a帽adi贸 la alianza de Francisco I con el sult谩n Solim谩n de Turqu铆a. Se produce as铆 la incre铆ble paradoja de que el sult谩n turco y el papa se convirtieran en aliados para luchar contra el emperador cat贸lico.
Las esperanzas de revancha del rey galo y sus aliados se vieron reforzadas por la gran victoria de los turcos sobre los cristianos en la batalla de Moh谩cs (1526), encuentro en el que perdi贸 la vida el rey h煤ngaro Luis II, cu帽ado de Carlos V, y que permiti贸 a los otomanos extenderse por toda Hungr铆a y alcanzar casi las puertas de Viena.
Dos ej茅rcitos
La Liga de Cognac puso en campa帽a una hueste de 24.000 hombres. Carlos V moviliz贸 un ej茅rcito a las 贸rdenes del condestable Carlos de Borb贸n. Estaba integrado por 14.000 lansquenetes (piqueros e infantes mercenarios) alemanes, mandados por Jorge Freundsberg, con la caballer铆a a cargo del pr铆ncipe de Orange; tres tercios viejos espa帽oles (unos 10.000 hombres); 5.000 suizos; y un contingente de 6.000 italianos dirigidos por aventureros como Fabrizio Maramaldo o nobles como Marco Antonio Colonna y Ferrante Gonzaga.
Buena parte de este ej茅rcito se qued贸 de guarnici贸n en Mil谩n. El resto empez贸 a desplazarse lentamente hacia el sur.
Mientras, en Roma, los embajadores espa帽oles entregan mensajes de Carlos V al papa pidi茅ndole que abandone la Liga, pero sin resultado. Las facciones nobiliarias de la ciudad se agitan, y la familia de los Colonna, partidaria del emperador y hostil a Clemente VII, promueve disturbios apoy谩ndose en el descontento popular.

Retrato del joven Carlos V alrededor de 1516.
Los manifestantes asaltan el Palacio Vaticano y el papa reacciona persiguiendo a los Colonna y fortificando Roma, sobre todo el castillo de Sant鈥橝ngelo.
Las tropas del condestable de Borb贸n prosiguen hacia los Estados Pontificios. El ej茅rcito imperial, no obstante, se muestra cada vez m谩s inquieto y est谩 a punto de rebelarse por la falta de pagas y la carencia de v铆veres. Eso provoca que se abastezca saqueando lo que encuentra a su paso.
El ej茅rcito imperial se lanz贸 al asalto. En el 煤ltimo momento, el papa orden贸 armar una milicia local mandada por Guido Rangoni
En Roma, Clemente VII, apenas repuesto del enfrentamiento con los Colonna, persigue un acuerdo con el virrey espa帽ol de N谩poles, que ha movilizado un peque帽o ej茅rcito para invadir desde el sur el territorio papal.
Poco despu茅s, el condestable de Borb贸n asienta su campamento entre Bolonia y Ferrara, y Clemente VII, aterrado, le ofrece una gran suma de dinero si mantiene alejado de Roma a su ej茅rcito, que se aproxima desde el norte.
En 茅l estalla un violento mot铆n: la tropa, furiosa por la falta de dinero, pide la conquista de Roma, amenazando con prescindir de sus generales. Freundsberg, al intentar calmar a los soldados sublevados, cae muerto de una apoplej铆a. El propio condestable, que ha sido excomulgado por el papa, tiene que refugiarse en el aposento del pr铆ncipe de Orange para escapar de los amotinados.
Los imperiales, desde Imola, cruzan los Apeninos y amenazan Florencia, pero deciden no atacarla y continuar con rapidez hacia el sur. Pronto el condestable avanza con celeridad a lo largo del T铆ber hacia Roma.
El 5 de mayo, sus tropas aparecen por el norte y el oeste de la ciudad y toman posiciones frente a las fortificaciones del suburbio del Borgo, donde reside el papa, impacientes por iniciar el combate.
El ataque
Al alborear el d铆a 6, el ej茅rcito imperial se lanz贸 al asalto. En el 煤ltimo momento, el papa orden贸 armar una milicia local mandada por Guido Rangoni, que se mostr贸 incapaz de resistir el empuje de la fuerza atacante.
Aun as铆, Roma dispon铆a de defensas importantes. Estaba rodeada por una vieja muralla de la 茅poca del emperador Aureliano, todav铆a en buenas condiciones, y de un sistema de fortificaci贸n medieval alrededor del recinto vaticano del Borgo. En 茅l despuntaba el enorme castillo-fortaleza de Sant鈥橝ngelo, donde el papa pod铆a refugiarse con sus cardenales en caso de peligro.

El Castillo Sant麓Angelo fue el refugio del papa durante el Saco de Roma.
Los planes de defensa de la ciudad consist铆an en detener a los asaltantes al pie de las murallas, momento en que la abundante artiller铆a instalada en Sant鈥橝ngelo los diezmar铆a hasta la llegada del ej茅rcito de la Liga. En realidad, la Liga de Cognac segu铆a a distancia al ej茅rcito imperial... sin atreverse a intervenir.
La resistencia armada no era el 煤nico recurso de que dispon铆a el papado, h谩bil en los manejos diplom谩ticos. Los cardenales m谩s optimistas contaban tambi茅n con que, a la menor resistencia de los defensores de Roma, el ej茅rcito imperial, cansado y mal pagado, preferir铆a dispersarse para saquear la campi帽a circundante.
Todos estos c谩lculos se demostraron err贸neos cuando las tropas imperiales se lanzaron a la escalada de las murallas, favorecidas por una niebla que dificultaba el tiro de la artiller铆a papal.
En los primeros momentos del asalto, al trepar por una escala, una bala de arcabuz acab贸 con la vida del condestable de Borb贸n. El hecho dej贸 sin mando firme a la tropa imperial. La noticia enfureci贸 a los soldados. Aclamado Philibert de Chalon, pr铆ncipe de Orange, como nuevo jefe, el ataque continu贸 con redoblada c贸lera.

Retrato de Philibert de Chalon.
Los espa帽oles son los primeros en escalar la muralla por el 谩ngulo de la puerta Torrione, y pronto les siguen los alemanes por la del Santo Spirito. Se libra un duro combate en los terrenos de lo que ahora es la plaza de San Pedro, y, aunque la guardia suiza resiste, los asaltantes alcanzan las puertas de la bas铆lica de San Pedro.
El papa se ve obligado a huir con catorce cardenales a Sant鈥橝ngelo por un corredor que bordea la muralla. Va cubierto con un manto morado de obispo para evitar que su vestimenta blanca le delate ante los arcabuceros imperiales. Clemente conf铆a en la solidez del castillo, donde se han refugiado unas tres mil personas (entre ellas el famoso artista Benvenuto Cellini).
En el curso del d铆a, ganada la parte situada a la derecha del T铆ber, los imperiales cruzan el puente de San Sixto e invaden el Trast茅vere. Abri茅ndose paso entre escenas de p谩nico, los espa帽oles ocupan la plaza Navona y los lansquenetes el Campo dei Fiori, mientras el destacamento italiano de Ferrante Gonzaga se sit煤a ante Sant鈥橝ngelo.
El asalto a la imponente fortaleza, que a煤n dispon铆a de abundantes provisiones y armamento, se considera por el momento impensable, y el pr铆ncipe de Orange ordena rodearla con trincheras para prevenir el avance de las tropas de la Liga. Cuando cae la noche, la ciudad est谩 tomada.
Comienza el saqueo
En la ciudad, entregada al pillaje y la locura, tiene lugar una devastaci贸n brutal y desorganizada, debido a la falta de mando en茅rgico capaz de impedirlo. Los lansquenetes luteranos, que ve铆an en el papa al Anticristo, no perdonaron nada y buscaron afanosamente las bulas, cartas y dem谩s documentos pontificios para destruirlos. En el tremendo clima de anarqu铆a, la ocupaci贸n result贸 interminable, con el ir y venir de grupos rivales, deserciones y des贸rdenes.
Hombres y mujeres de toda condici贸n y edad fueron comprados, vendidos o vejados, y los palacios y templos, despojados de sus riquezas. Roma qued贸 en ruinas, y el pr铆ncipe de Orange, que fue herido en la cara, se aloj贸 en San Pedro con un contingente de soldados hispanos sin tratar de detener el da帽o.
Durante varios d铆as, la org铆a del saqueo se extendi贸 por toda la ciudad y los excesos no tuvieron l铆mite. Los saqueadores no se daban por satisfechos con el oro, la plata y cualquier objeto que supusieran de alg煤n valor, sino que tambi茅n apresaban a hombres y mujeres y les obligaban a pagar rescate.
Algunos cardenales y ciudadanos importantes contrataban los servicios de los soldados, principalmente espa帽oles, para que les defendieran a ellos y a sus bienes. Pero, a los pocos d铆as, esos mismos palacios eran tomados y saqueados por los alemanes, enfurecidos porque cre铆an que los espa帽oles se les hab铆an adelantado y se hab铆an quedado con la mayor y mejor parte del bot铆n.

'El Saco de Roma en 1527', por Johannes Lingelbach.
Al final, Roma se convirti贸 en un inmenso bazar donde se vend铆a todo lo robado. Objetos y obras de arte de valor incalculable cambiaban de manos a bajo precio, y luego el pillaje recomenzaba.
Al inacabable saqueo sigui贸 el hambre, y luego una epidemia de peste. Para combatir el fr铆o de las noches, los soldados, ante la falta de le帽a, derribaron muchas casas y utilizaron la madera para encender fuego y calentarse.
Las tropas de la Liga, tan esperadas por el papa, no llegaron a las afueras de Roma hasta pasados quince d铆as, y se retiraron sin combatir al comprobar que los imperiales hab铆an ocupado totalmente la ciudad.
El papa se rinde
Tres semanas estuvo el pont铆fice sitiado en Sant鈥 Angelo, hasta que, forzado por el hambre, rindi贸 el castillo y qued贸 prisionero bajo la guardia del capit谩n Hernando de Alarc贸n. El pr铆ncipe de Orange y los consejeros del emperador 鈥揳 quien llegaron pronto noticias del saco鈥 designaron a una delegaci贸n de cuatro capitanes espa帽oles para la entrega de la fortaleza.
El papa, entre lloros y lamentos de los dignatarios eclesi谩sticos, hubo de firmar el tratado de rendici贸n que le ley贸 un secretario imperial, y se avino a ceder Parma, Piacenza y M贸dena, a absolver a sus odiados enemigos proimperiales, los Colonna, y a pagar 400.000 ducados de oro como soldada del ej茅rcito.
A cuenta, para empezar, entreg贸 70.000 ducados y tuvo que fundir las piezas del tesoro vaticano. En el acta de capitulaci贸n se le obligaba tambi茅n a levantar cualquier tipo de pena o excomuni贸n impuesta a los oficiales y soldados que hab铆an participado en el saco.

El capit谩n Hernando de Alarc贸n, seg煤n un grabado de Pedro Perete.
Ese verano fue terrible en Roma. En la ciudad apenas hab铆a comida; sus habitantes eran retenidos, empleados como criados y obligados a pagar rescate. Para colmo de desdichas, la peste desatada hizo estragos entre la poblaci贸n civil y la tropa ocupante. La epidemia se extendi贸 porque los cad谩veres no se enterraban, pese al intenso calor.
Cinco mil soldados murieron y el mermado ej茅rcito imperial abandon贸 la ciudad buscando el aire puro de los campos, pero los imperiales regresaron al cabo de unas semanas y Roma fue saqueada de nuevo en busca de tesoros que pudieran haber quedado escondidos.
El cautiverio de la ciudad hab铆a durado m谩s de nueve meses, y Clemente VII no volvi贸 a ella hasta pasados ocho m谩s
Carlos V callaba y la ocupaci贸n de la ciudad se prolong贸 mucho m谩s de lo previsto. En diciembre el papa consigui贸 huir a Orvieto, ciudad fortificada del Estado pontificio, pero hasta febrero siguiente no se produjo la evacuaci贸n definitiva de Roma.
Las tropas imperiales, con los bolsillos llenos, se dirigieron a N谩poles, y Roma, donde a los estragos de la peste se hab铆a unido la malaria, empez贸 a recobrarse lentamente del desastre. El cautiverio de la ciudad hab铆a durado m谩s de nueve meses, y Clemente VII no volvi贸 a ella hasta pasados ocho m谩s.
驴Cambios en Roma?
El saqueo provoc贸 una tremenda conmoci贸n en la cristiandad, y se produjo una expectaci贸n generalizada sobre las consecuencias. Tan tremendo suceso parec铆a augurar un cambio en el Vaticano que, sobre todo desde Alemania y en consonancia con la Reforma, se ped铆a con vehemencia.
Muchos creyeron que el saco ser铆a el comienzo de una regeneraci贸n de la Iglesia, y pensaron que el emperador hab铆a sido el instrumento de Dios para castigar la impureza de Roma, cuyos vicios se equiparaban a los de la antigua Babilonia. Pero, al final, las aguas volvieron a su cauce. Carlos V y Clemente VII firmaron la paz, el papa se neg贸 a convocar inmediatamente un concilio y las diferencias con los luteranos se enconaron.
Con la anuencia imperial, Roma se mantuvo inmutable en la crisis y de nuevo qued贸 sellada la alianza entre el papado y el Imperio cuando en 1530, en Bolonia, Clemente VII coron贸 emperador a Carlos V en una fastuosa ceremonia.
Los intereses pol铆ticos de ambos prevalecieron sobre cualquier otra consideraci贸n, pero aun as铆 puede afirmarse que despu茅s del saco de Roma muchas cosas cambiaron. El poder imperial se consolid贸 en toda Italia, y por el Tratado de Barcelona Carlos V lleg贸 a un convenio con el papa por el cual este reconoc铆a a Fernando, hermano del emperador, como rey de Bohemia y Hungr铆a, y se restablec铆a en Florencia el poder los Medici, que hab铆an sido derrocados y sustituidos por una rep煤blica al poco de ser ocupada Roma.

Paz de Cambrai o Paz de las Damas, obra de Francisco Jover y Casanova.
Poco despu茅s, Espa帽a y Francia firmaron la Paz de Cambrai (llamada tambi茅n Paz de las Damas, por haber sido negociada entre Luisa de Saboya, la madre de Francisco I, y Margarita de Austria, t铆a de Carlos V). En el tratado se fij贸 tambi茅n en dos millones de escudos el rescate de los dos hijos de Francisco I que hab铆an quedado como rehenes en Espa帽a.
Finalmente, el concilio largamente pedido por buena parte de la cristiandad se reunir铆a en Trento en 1545, dando origen al movimiento reformista cat贸lico conocido como la Contrarreforma. En 茅l, Espa帽a y el Imperio desempe帽ar铆an un papel decisivo, cuando ya la divisi贸n religiosa de Europa era un hecho consumado.
Este texto forma parte de un art铆culo publicado en el n煤mero 458 de la revista Historia y Vida. 驴Tienes algo que aportar? Escr铆benos a redaccionhyv@historiayvida.com.