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Xabier Irujo: “Como en la Alemania nazi, la élite política puede movilizar a la sociedad hacia la barbarie”

Entrevista

Hoy, 80 años después de la liberación de Auschwitz, hablamos con el catedrático Xabier Irujo, que publica un esclarecedor ensayo sobre la naturaleza y el funcionamiento de los campos del Tercer Reich

Auschwitz, la historia del campo de concentración nazi

El historiador Xabier Irujo

El historiador Xabier Irujo

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La mecánica del exterminio (íپ, 2025) constituye un profundo análisis de la lógica del horror. A las incontables fuentes primarias que maneja este historiador vasco se une un particular talento narrativo, propio de la tradición anglosajona. No en vano, Xabier Irujo es director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, donde ejerce como catedrático de Estudios de Genocidio.

Nos encontramos ante un trabajo académico, pero en modo alguno ante un libro frío. El autor refleja en todo momento la humanidad de las víctimas, que nunca quedan reducidas a un simple número. En paralelo, disecciona agudamente el funcionamiento del nazismo, un régimen que educó a millones de jóvenes alemanes para que se convirtieran en cómplices de la deshumanización.

Ha tardado veinte años en escribir este libro porque, según confesión propia, no fue capaz de trabajar en él más de tres meses seguidos. ¿Por qué?

Estudiar la génesis y el desarrollo de sistemas y métodos de ejecución es un tema complejo, pero, ante todo, resulta emocionalmente devastador. La metodología que me impuse a mí mismo me obligó a recurrir a fuentes primarias, lo que supuso entrevistar a sobrevivientes. Escuchar sus relatos, siempre desgarradores, afecta profundamente.

Por lo general, conducir las entrevistas y, sobre todo, estudiarlas me deja emocionalmente agotado y muchas veces incapaz de seguir escribiendo. No podía trabajar en este proyecto más de tres meses seguidos sin hacer una pausa para procesarlo todo. La carga emocional de revivir este capítulo de la historia nos confronta con lo peor de la naturaleza humana.

Se dice de tanto en tanto que la cultura es el mejor antídoto contra el fascismo. Sin embargo, Hitler llegó al poder en Alemania, entonces considerado el país más culto de Europa. ¿Cómo es posible?

Alemania era una democracia joven y frágil, casi adolescente en términos de cultura política: impulsiva, agresiva y carente de estabilidad. Aunque el crac del 29 provocó bancarrota y desempleo, similares o peores crisis en el Reino Unido o Estados Unidos no produjeron un Hitler.

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Adolf Hitler

REDACCIÓN / Terceros

Para que ocurra un genocidio hace falta una chispa, como una crisis económica, pero también combustible: prejuicios sociales, odio racial, militarismo arraigado y una cultura política insana. Alemania ofrecía esas condiciones, lo que permitió que Hitler ascendiera al poder en un contexto de inestabilidad, desconfianza y una sociedad predispuesta al autoritarismo y abocada a la violencia sistemática.

¿Qué opina de la teoría de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal? ¿El nazi común y corriente era un fanático psicópata o un ciudadano gris que se limitaba a obedecer?

Hannah Arendt apuntó acertadamente que la mayoría de quienes participaron en el horror nazi no eran ni fanáticos ni psicópatas, sino ciudadanos comunes, a menudo exasperantemente grises y corrientes. Su humanidad los llevó a cometer atrocidades, impulsados por esa tendencia nuestra a generar violencia contra otros grupos humanos.

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La escritora y pensadora Hannah Arendt en 1949

Fred Stein Archive / Getty

Esa normalidad no los exime de responsabilidad; al contrario, subraya que eran plenamente conscientes de sus actos. Muchos de ellos confrontaron graves desórdenes mentales e incurrieron en el alcoholismo o, en casos extremos, en el suicidio. Precisamente por ello, porque eran conscientes de lo que hacían, fueron culpables de algunos de los peores crímenes que ha conocido la historia. La obediencia y la indiferencia pueden ser tan peligrosas como el fanatismo.

Usted afirma que “no se aprende mucho de forma racional”. ¿Quiere esto decir que debemos privilegiar la emoción a la hora de estudiar la barbarie nazi?

No necesariamente. Razón y emoción son dos vías complementarias de conocimiento. Para estudiar, es preciso comprender racionalmente los hechos, analizar sus causas y sus consecuencias. Sin embargo, para retener y asumir profundamente lo aprendido, es igualmente importante conectar emocionalmente con las historias humanas detrás de los acontecimientos. Solo al combinar estas dos dimensiones se logra un aprendizaje verdaderamente significativo y transformador.

Aquello que nos conmueve y emociona se graba de manera más profunda en nuestra memoria. La emoción actúa como una guía que despierta nuestra humanidad, transformando el conocimiento en algo más significativo. Además, las emociones son fundamentales para motivar un pensamiento crítico y ético, cuestionando los valores y decisiones que dieron lugar a las atrocidades del pasado.

Razón y emoción no son opuestas, sino complementarias, y juntas permiten un aprendizaje más integral y humano. Sé que los alumnos han aprendido cuando los veo llorar en clase.

¿Quiénes fueron los responsables del Holocausto? ¿Los nazis o el conjunto del pueblo alemán?

El conjunto de un pueblo raramente es responsable de atrocidades. Fueron los dirigentes de un determinado partido, sus colaboradores y otros agentes oportunistas, quienes promovieron y alentaron aquel cóctel ideológico de odio, prejuicios, creencias y violencia. Este discurso corrosivo desintegró el tejido social y llevó al mundo a la guerra.

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Discurso de Hitler en ú𳾲 en 1934

Terceros

La historia demostró que una élite política puede utilizar su poder para manipular y movilizar a la sociedad hacia la barbarie. En este sentido, el crecimiento de la extrema derecha y movimientos religiosos fanáticos es especialmente preocupante.

Hitler ya anunció su programa en Mi lucha. No podemos decir que no avisara de lo que pretendía hacer. ¿Cómo es que en 1933 no se tomaron suficientemente en serio los aspectos más siniestros de su mensaje?

Entre 1919 y 1929, muchos consideraron a Hitler un agitador sin futuro, subestimando los aspectos más oscuros de su mensaje, percibido como mera retórica. Tras 1929, la crisis económica y la inestabilidad política, combinadas con una falta de cultura política sana, llevaron a priorizar soluciones inmediatas sobre las implicaciones del credo nazi.

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Algunos pensaron que moderaría su discurso al llegar al poder o que carecería de medios para implementarlo. La desesperación, el oportunismo y la falta de visión hicieron que las amenazas explícitas de Hitler y sus colaboradores fueran ignoradas, allanando el camino para la tragedia.

Ante los resultados electorales de MAGA, y ahora MEGA, no puedo dejar de pensar que deberíamos haber aprendido algo de esta y otras lecciones de nuestro pasado.

¿Hasta qué punto el Holocausto se efectuó con procedimientos industriales? Su libro menciona casos en los que las cámaras de gas no funcionaban bien y los alemanes remataban a sus víctimas a tiros.

En el Holocausto se combinaron métodos industriales de exterminio con procesos brutales y menos organizados. Esta maquinaria fue enormemente efectiva, asesinando a 17 millones de personas entre 1933 y 1945, una media de 1,4 millones de personas al año. Pero si consideramos que en abril de 1942 cerca del 85% de las víctimas mortales del Holocausto aún estaban vivas, ello supone que se alcanzó una escalofriante media de 12.000 personas asesinadas diariamente.

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Selección a la cámara de gas en la plataforma de Birkenau

Terceros

Este sistema, aunque efectivo, afrontó numerosos problemas logísticos y operativos que se resolvieron mediante ensayo y error. La más brutal eficiencia se complementó con procedimientos improvisados.

Los nazis secuestraban niños considerados “racialmente valiosos” de otros grupos étnicos. Puesto que su ideología se basaba en el supremacismo, ¿qué interés racial podían tener para ellos personas que no fueran alemanas?

El interés racial de los nazis en secuestrar niños de otros grupos étnicos radicaba en su visión supremacista y en el cumplimiento del Generalplan Ost, inspirado en los postulados de Hitler (que, a su vez, tomó prestados de diversos ideólogos del siglo XIX). Este plan buscaba conquistar territorios al este de Alemania, hasta los Urales.

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Con respecto a la población, el plan estimaba que ese territorio estaba habitado por unos 45 millones de personas. De ellos, exigía el exterminio de 31 millones, considerados “racialmente indeseables”, y esclavizar a otros 14 millones, “no aptos para reproducirse”.

El resto, una minoría de unos 250.000, eran considerados “arios”, pero ni hablaban alemán ni eran nacionalsocialistas. Por tanto, los hijos de esta minoría considerada “racialmente válida” debían ser arrancados de sus familias, reeducados por agencias nazis y entregados a familias seleccionadas para su adopción.

Como usted dice en el volumen, la empatía es “tener capacidad de reconocer la humanidad en los demás”. ¿Podemos decir entonces que los alemanes fueron incapaces de empatizar con los judíos, porque no los consideraban humanos?

No exactamente. Los líderes ideológicos nazis trabajaron para deshumanizar sistemáticamente a los judíos y otras minorías, presentándolos como enemigos o amenazas biológicas. Este proceso despojó parcialmente a las víctimas de su humanidad ante los ojos de muchos, lo que redujo la empatía y facilitó la aceptación de atrocidades.

Sin embargo, es imposible eliminar por completo la percepción de humanidad y destruir las barreras éticas que rigen nuestras relaciones humanas. Por ello, incluso a los verdugos más fanáticos les resultaba difícil ejecutar a sus víctimas, y la mayoría tuvo que recurrir al alcohol.

Como he señalado, esto no exculpa a los responsables. Además, es importante recordar que participar en batallones o unidades de ejecución siempre fue voluntario. La norma general era no obligar a nadie a participar en ejecuciones de civiles.

Ahora relacionamos eugenesia con nazismo. Sin embargo, antes de la Segunda Guerra Mundial, era una idea con la que podían simpatizar incluso gente de izquierdas. ¿Quiere esto decir que el Holocausto se origina a partir de algún aspecto sombrío de la modernidad?

La idea de pureza racial o la cría de “elementos puros”, ya sean humanos o no, es antigua y ha existido en diversas culturas. Los nazis radicalizaron y sistematizaron estas ideas, combinándolas con un poder estatal totalitario, la tecnología moderna y una ideología genocida. El Holocausto fue el resultado extremo de estas viejas creencias llevadas al límite. Teorías antiguas se convirtieron en herramientas de destrucción masiva bajo las condiciones político-económicas específicas de la modernidad.

¿Por qué los nazis exterminaban a sus prisioneros cuando les hubiera salido más a cuenta utilizarlos como mano de obra?

A menudo priorizaron su ideología sobre la lógica económica. Para algunos líderes del partido, el exterminio de ciertos grupos, especialmente los judíos, era un objetivo central, no un medio para otro fin. A pesar de ello, utilizaron a muchos prisioneros como mano de obra, a millones de ellos, de hecho.

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Trabajadores esclavos en una fábrica en el campo de concentración de Auschwitz

REDACCIÓN / Otras Fuentes

La lógica genocida del régimen superó cálculos prácticos, pero incluso dentro de las SS hubo quien defendió consideraciones pragmáticas (como la utilización de mano de obra esclava en un contexto de guerra), y se pudieron en marcha mecanismos que lo hicieron posible.

Dentro de las SS, Richard Glücks se enfrentó principalmente con Oswald Pohl en relación con la utilización de mano de obra esclava. Pohl dirigía la Oficina Principal de DzԴdzí y Administración de las SS (WVHA) y supervisaba la explotación de los prisioneros en los campos de concentración para el trabajo forzado. La labor de Glücks era exterminar.

¿A qué se debe que en los campos de exterminio se pusiera música a todo volumen?

Más que para cubrir el ruido de las armas de fuego, la música en los campos de exterminio se utilizaba, principalmente, para desorientar y desconcertar a las víctimas durante los procesos de selección y ejecución. Recibir a las víctimas a ritmo de foxtrot buscaba generar confusión, eliminar cualquier sensación de control e incluso alentar cierta esperanza y facilitar así la manipulación de los prisioneros, evitando posibles resistencias y agilizando los protocolos de exterminio.

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La música también formaba parte del sistema de deshumanización, transformando el horror en una rutina aparentemente ordenada y mecánica.

Las operaciones de exterminio se realizaban en secreto. ¿Por qué el interés de los nazis en que no se supiera lo que hacían?

Los nazis intentaron ocultar y borrar todas las huellas de sus crímenes, porque eran plenamente conscientes de que estaban cometiendo atrocidades. Sabían que el exterminio masivo era moralmente indefendible y que, de conocerse, se enfrentarían a diversos grupos de oposición, incluso dentro del régimen.

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dzٴDzí de Francesc Boix que sirvió como prueba en el proceso de ú𳾲 para esclarecer las acciones que llevaban a cabo los nazis con los presos en los campos de concentración

Terceros

Por ello, llevaron a cabo las operaciones de exterminio en secreto, destruyendo pruebas, como documentos y los restos de los cuerpos, e implementando todo tipo de protocolos para encubrir sus acciones. Aunque justificaron sus actos ideológicamente, la naturaleza de sus atrocidades era obvia.

La educación nazi pasaba por encima de la opinión de los padres. ¿Cómo es que eso no provocó una rebelión generalizada en un país con tan clara influencia cristiana, ya sea católica o protestante?

Esto se debió a varios factores. En primer lugar, el régimen estableció un imperio de terror que eliminó la oposición política, social y cultural, generando un clima en el que resistir era extremadamente difícil (aunque hubo movimientos opositores importantes, como el que logró el cierre oficial del programa T4).

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Además, el control ideológico comenzaba desde edades tempranas, inculcando valores nazis en los menores, lo que suscitaba divisiones incluso dentro de las familias, con casos de denuncias entre parientes.

Muchas familias, influenciadas por la propaganda, consideraban la educación nazi como un medio de progreso y preparación para una sociedad más fuerte. La influencia cristiana fue integrada o silenciada, y las diversas congregaciones cristianas evitaron una oposición frontal al sistema, contribuyendo a la falta de resistencia generalizada.

¿Cómo reaccionaron las iglesias cristianas ante el genocidio?

Su reacción fue, en general, ambigua y limitada. Si bien hubo individuos y pequeños grupos dentro de las iglesias que resistieron y ayudaron a las víctimas, como el pastor Dietrich Bonhoeffer, el sacerdote irlandés Hugh O’Flaherty o miembros de movimientos como los cuáqueros, las instituciones, en su conjunto, evitaron una oposición frontal al régimen.

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Dietrich Bonhoeffer con sus alumnos de confirmación.

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La Iglesia católica firmó el concordato de 1933 con el Tercer Reich, lo que en parte garantizó su supervivencia, pero también limitó su capacidad para criticar abiertamente las políticas del régimen. Aunque el papa Pío XII expresó preocupación, algunas de sus acciones y omisiones, así como sus declaraciones públicas, han sido consideradas demasiado ambiguas. Evitó condenar directamente el genocidio.

La Iglesia protestante, por su parte, estuvo dividida. Mientras algunos grupos, como la Iglesia Confesante, se opusieron a las políticas del Reich, otros, como los llamados Cristianos Alemanes, apoyaron abiertamente al régimen e incluso integraron la ideología nazi en sus doctrinas. Por ejemplo, las unidades de Einsatzgruppen contaron con capellanes que, en ocasiones, mostraban un extraordinario vigor ideológico.

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En general, las iglesias no se posicionaron contra el Holocausto, priorizando su supervivencia institucional sobre la defensa activa de las víctimas.

La expansión nazi se basaba en el derecho de conquista. Lo que hace el vencedor es siempre correcto. ¿Cómo es que ningún nazi, en aplicación de esa misma lógica, pensó que la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial fue un acto de justicia?

Pocos nazis aplicaron la lógica del derecho de conquista a la victoria aliada. Su ideología estaba profundamente arraigada en prejuicios y distaba de ser lógica en modo alguno. Para muchos, la derrota en la Gran Guerra no había sido un acto de justicia, sino una humillación atribuida a traiciones internas o a supuestas conspiraciones externas, como las que propagaban sobre los judíos o los comunistas.

La ideología nazi era incongruente al afirmar que los judíos eran inferiores, mientras que, al mismo tiempo, los culpaba de estar detrás de la ruina de Alemania y de controlar y/o dirigir los grandes poderes económicos y políticos a escala mundial. Esta contradicción es un pequeño ejemplo del carácter irracional de su pensamiento, que justificaba la persecución y el genocidio mientras negaba cualquier cuestionamiento a su visión del mundo.

(Original Caption) Jittery over the possibility that Allied forces will soon effect a lightning invasion of his European strongholds, Adolf Hitler (R) hurriedly conferred with Professor Albert Speer on the strength of the Nazi Atlantic Wall defenses. Professor Speer was named Director of German Arms Production early in 1942, successor to Major General Fritz Todt, who built the Siegfried Line. Meeting place of Speer and his Fuhrer was not disclosed. Photo radioed to New York from Stockholm.

Albert Speer (izqda.) con Hitler.

ULLSTEIN BILD / GETTY

Aunque algunos, como Albert Speer, reconocieron cínicamente la superioridad militar aliada, la mayoría se negó a aceptar la victoria del enemigo como justa o legítima. Ni tan siquiera en ú𳾲.

La memoria histórica, en teoría, debía salvarnos de la repetición de pasadas tragedias. Sin embargo, ahora la extrema derecha parece en auge por todas partes. Incluso en países como Alemania. ¿Qué es lo que no funciona?

Así es. Luchamos contra nuestra propia naturaleza. Emociones como el amor y el odio coexisten en el alma humana. La memoria histórica, aunque necesaria, no es suficiente por sí sola. Es imprescindible complementarla con una educación sólida que fomente el pensamiento crítico, la empatía y la valoración de la diversidad.

Solo mediante la enseñanza y el cuestionamiento constante podemos resistir las tendencias naturales hacia el miedo, los prejuicios y el odio, que son explotadas por discursos de extrema derecha y movimientos religiosos fanáticos. La lucha contra la repetición de tragedias históricas es, en última instancia, un esfuerzo continuo y colectivo, pero la historia nos enseña que los peligros de que se generen nuevos focos de violencia extrema son muy reales.

¿Qué hacer para transmitir la memoria del horror a las generaciones más jóvenes?

Es fundamental combinar educación racional y conexión emocional. Se deben enseñar los hechos históricos de manera rigurosa, pero también humanizar las cifras a través de testimonios, historias personales y visitas a sitios de memoria, como campos de concentración, museos u otros lugares de memoria.

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Fotos y objetos personales de prisioneros de los campos de concentración. Fueron entregadas al International Tracing Service al final de la guerra por las tropas aliadas. De los 4.300 juegos de objetos personales se han devuelto 1.600 a sus propietarios o sus familias.

Es crucial fomentar el pensamiento crítico, para que los jóvenes identifiquen discursos de odio y manipulación ideológica. Además, el arte, la literatura y el cine son herramientas poderosas para generar empatía y reflexión y una atmosfera de libertad.

Finalmente, crear espacios de diálogo intergeneracional ayuda a conectar las lecciones del pasado con los desafíos del presente, haciéndolos más relevantes.

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