Este año se cumple medio siglo del “hecho biológico”, eufemismo que en su día se utilizó en alusión a la muerte de quien gobernaba España desde el fin de la Guerra Civil. El aniversario ha motivado que empiecen a publicarse libros sobre lo que significó el régimen de aquel mandatario antidemócrata. Breve historia de la dictadura de Franco (Libros de la Catarata), de Encarna Nicolás, profesora de la Universidad de Murcia, es una sustanciosa síntesis dirigida a los que no dominan aquella época.
El libro de Nicolás une el rigor de una especialista académica con una narrativa ágil, de forma que el lector pueda adentrarse en una amplia gama de cuestiones, tanto políticas como económicas y sociales. Se trata de un valioso esfuerzo para hacer que se conozca en la calle lo que se lleva investigando en los ambientes universitarios desde hace mucho tiempo.
Su libro pretende dar a conocer al público lo que fue la dictadura franquista. ¿Estamos haciendo lo suficiente para trasmitir a los más jóvenes lo que fue nuestro pasado reciente?
Historiadores y editoriales están haciendo un gran esfuerzo para llegar a los más jóvenes y al público menos conocedor de la dictadura de Franco. Sin embargo, la enseñanza de la disciplina histórica en los niveles de primaria y secundaria no llega casi nunca a esta etapa.

Visita de Francisco Franco al Monasterio de Montserrat, en el mes de junio de 1949, acompañado por Carmen Polo
¿Qué mitos del franquismo perviven todavía en el imaginario de los españoles?
Destaca uno: Franco como modernizador, impulsor de la economía del desarrollo español. No se tiene en cuenta la coyuntura económica mundial en la década de los sesenta, la época dorada del capitalismo. Las medidas de política económica influyeron a partir del Plan de Estabilización (1959), aconsejado por el Banco Mundial.
Existieron los mitos del franquismo. ¿Puede decirse lo mismo del antifranquismo?
Se alude casi siempre a la oposición al franquismo en singular, pero no fue así. Había más división que unidad; en el seno de algunos partidos sus dirigentes llegaron a expulsar a los discrepantes.
El franquismo fue una dictadura que se prolongó durante casi cuarenta años. ¿Evolucionó para adaptarse a los nuevos tiempos o se mantuvo básicamente igual?
El franquismo se adaptó durante su larga implantación. Especialmente lo hizo al terminar la Segunda Guerra Mundial, con la derrota de los fascismos alemán e italiano, con los que el régimen que se había identificado desde la Guerra Civil. Durante la guerra fría obtuvo el reconocimiento del Vaticano y de Estados Unidos (1953) y entró en la ONU (1955).

Manifestación en apoyo de Franco y contra la ONU, en 1946
El fascismo es un tipo de dictadura, pero no todas las dictaduras son fascistas. ¿Se puede aplicar el término, con rigor, al franquismo?
En los primeros años sí, de tal modo que los aliados acordaron un bloqueo a España y se cerró la frontera francesa en 1946. A partir del estallido de la guerra fría, cambió su imagen y se presentó como un régimen militar, católico y anticomunista. A ello contribuyó la firma del Concordato con el Vaticano y los acuerdos con Estados Unidos para la instalación de bases en España.
Su libro tiene en cuenta la contribución de los cristianos de izquierda a la lucha democrática. ¿En qué consistió su aportación?
Las organizaciones cristianas de la Acción Católica compartieron la lucha por la democracia con las organizaciones políticas clandestinas. Los espacios religiosos posibilitaron reuniones de militantes católicos y comunistas, ya que estaba vigente la prohibición del derecho a reunirse.
Michael Corleone decía en El padrino III que no debemos odiar a nuestros enemigos porque eso nos impide juzgarles. ¿Es eso aplicable a la historiografía de izquierdas cuando trata la figura de Franco?
El historiador no es un juez. A pesar de que no le guste el sujeto de su investigación, tiene que mostrar un análisis crítico a partir de fuentes de archivo y entrevistas orales para llegar a conclusiones documentadas, aunque no estén exentas de ideología.

Francisco Franco en una cacería durante los años 60
Vivimos en tiempos de auge de la “memoria”. ¿No corremos el riesgo de fomentar una visión del pasado demasiado emocional, en contraposición a la objetividad que se espera de la historia como disciplina científica?
La memoria es también una fuente para el historiador, precisamente por su visión del pasado a partir de la emoción. Los historiadores franceses fueron los primeros en iniciar el debate acerca de la memoria y la historia. Con la primera se mitificó la lucha de la guerrilla antifascista, dejando marginada la importancia que tuvo el colaboracionismo de muchos franceses tras la ocupación alemana. También hubo colaboracionismo de muchos españoles con la dictadura de Franco. Esa es la función de la historia: explicar la complejidad del pasado.
Se afirma que la transición fue un pacto de olvido. ¿Cree usted que es cierto o que, por el contrario, la democratización tuvo muy presente la memoria de la Guerra Civil para no volver a repetirla?
Las actitudes humanas se desarrollan en un contexto determinado, a veces perturbado por construcciones políticas que pueden desembocar en la modificación de la realidad de la época. Quizá el miedo a la repetición de un conflicto fue lo que contribuyó a que ningún partido republicano estuviera presente con sus siglas en las primeras elecciones democráticas de 1977.

Adolfo Suárez acude a votar en las elecciones de 1977
¿Cómo valorar la memoria del franquismo en comparación con otros países que han vivido experiencias traumáticas? ¿Puede hablarse o no de una especificidad española?
Yo pienso que no hay una especificidad española. Sin embargo, sí hay una frontera sinuosa para asumir y digerir un pasado cruento como fue la Guerra Civil y después la dictadura. En otros países hay una legislación clara para considerar delito la apología del fascismo.
La extrema derecha, en la actualidad, reivindica el legado de Franco. ¿Existe o no una coincidencia programática?
La extrema derecha está creciendo en el mundo por la lucha contra la inmigración; a su vez, las desigualdades económicas que no se han resuelto con los gobiernos democráticos están favoreciendo la desafección política. Hay mucha desinformación en las redes sociales y muchas mentiras, que llegan más a los ciudadanos que los libros de historia.

Una mujer sostiene una bandera preconstitucional ante el panteón de la familia Franco, en el cementerio de Mingorrubio, el 20 de noviembre de 2021, en El Pardo, Madrid
A los historiadores académicos se les acusa de escribir para sus colegas y olvidar al gran público. ¿Piensa que es una crítica justa?
Los historiadores académicos están presionados para construir un currículum que les dé estabilidad laboral. La divulgación histórica no está valorada, no puntúa. Es necesario publicar en revistas “de impacto” para obtener puntos.
¿Qué es lo que nos falta por saber todavía acerca de la dictadura franquista?
Mucha tarea pendiente. Faltan trabajos sociales, de grupos y dirigentes y cómo evolucionaron. Conocer más minuciosamente lo que significó la represión para los habitantes de poblaciones pequeñas o medianas. Las funciones de organizaciones religiosas que acogían a mujeres “descarriadas”. La corrupción económica que forjó grandes fortunas. El desarraigo que ocasionó el exilio, la prisión, la pérdida del empleo por ideología, etc.
Es fundamental el acceso a mucha documentación personal conservada en los archivos, ahora con muchas restricciones para su consulta por la legislación vigente. Simultáneamente es imprescindible seguir recogiendo testimonios orales, ya que aportan la visión que distintos sectores sociales tuvieron de su época.