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¿Por qué ha escogido ese nombre el nuevo papa? León XIV toma el camino marcado por León XIII, el primer papa social

Nuevo pontífice

Para alguien del siglo XXI, León XIII no fue precisamente un líder progresista. Tampoco en su día fue un revolucionario. Sin embargo, sí abrió las puertas de la Iglesia católica a la preocupación por lo social

El papa León XIII en una instantánea de 1878

El papa León XIII en una instantánea de 1878

Dominio público

Ya tenemos papa. El estadounidense Robert Prevost es el escogido. La elección de su nombre, León XIV, parece una declaración de intenciones, porque homenajea a León XIII, el primero en escribir una encíclica sobre la cuestión social. No en vano, Prevost ha trabajado en Perú durante casi cuarenta años, donde se ha dedicado a los que menos tenían.

El aristócrata Luigi Pecci (1910-1903), en el pontificado como León XIII (1878-1903), fue una figura decisiva en la evolución del papado moderno. Aunque no se caracterizó por sus convicciones progresistas, resultó crucial en la progresiva adaptación de la Iglesia a la contemporaneidad. Cuando asumió el pontificado, la situación que se encontró era poco prometedora por muchas décadas de intransigencia en el terreno de la doctrina.

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Retrato de Benedicto XV en el año 1915.

Respecto a la cuestión social, la Iglesia oficial se manifiesta en ese momento en términos de absoluta beligerancia. El socialismo y el comunismo son nocivos, utopías que solo pueden precipitar a los pueblos hacia el abismo. La propiedad, en cambio, es un derecho de origen divino. Si los hombres se dividen en ricos y pobres, es porque la desigualdad corresponde a la naturaleza de las cosas.

En 1870, la Iglesia ha perdido los Estados Pontificios. Pío IX se considera prisionero en el Vaticano y prosigue con su campaña ultramontana contra el mundo surgido de la Revolución Francesa. El liberalismo, a su juicio, es pecado.

“De las cosas nuevas”

León XIII era también un hombre conservador, solo que más flexible. Bajo su liderazgo, la Iglesia empieza a aceptar el mundo moderno, por más que lo haga con lentitud y a regañadientes. La encíclica Rerum novarum, en 1891, marca un hito en la tardía respuesta vaticana a los problemas sociales. Se trata de una respuesta prudente, demasiado prudente, en la que pesa mucho el miedo a los demagogos que pueden inflamar a las masas. Pero esta cautela representa, en sí misma, una novedad radical. En esta ocasión, por primera vez, la Iglesia no proclama al mundo una verdad indiscutible. Por el contrario, se siente perpleja ante un problema complejo, en el que no es fácil discernir el mejor camino a tomar.

El papa León XIII en 1896

El papa León XIII en 1896

Dominio público

Pese a que el papa muestra una moderación extraordinaria, también es cierto que no deja de decir algunas cosas fuertes. Denuncia la lógica capitalista del beneficio a toda costa y afirma que la riqueza de una sociedad proviene de los trabajadores. Los ricos no deben tratarlos como si fueran sus esclavos. No es moral imponer a nadie un trabajo que esté más allá de sus fuerzas, ni pagar salarios injustos, insuficientes para alimentar a un individuo “frugal y morigerado”.

Todo esto parece progresista, pero en el Vaticano distaban mucho de haberse convertido en revolucionarios. El papa lo parecía, pero solo para los ultraconservadores. El ideal romano sigue siendo el Estado confesional, la tesis, por más que la realpolitik obligue a llegar a un modus vivendi con las democracias, la hipótesis. El propio León XIII evidenció la continuidad respecto a tiempos pasados al protestar enérgicamente contra una estatua en memoria de Giordano Bruno que se levantó en Roma en 1889. ¡La Iglesia no había hecho nada malo al quemarle por hereje! Esta actitud evidenciaba que el reformismo social y la mentalidad tradicional podían ir de la mano.

De todas formas, la Rerum novarum marca un antes y un después. En el futuro, diversos papas se pronunciarán sobre cuestiones sociales en los aniversarios de su publicación. Pío XI lo hará, en 1931, con la Quadragesimo anno. Pablo VI, a su vez, publicará en 1971 la Octogesima adveniens. Cuando por fin se cumplan los cien años, Juan Pablo II dará a conocer la Centesimus annus.

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Aunque es una figura con limitaciones desde la perspectiva actual, León XIII se convertirá en un punto de referencia para los que desean una Iglesia más abierta al mundo. Hasta el cómico Cantinflas, en la película El padrecito (1964), cita su más célebre encíclica para recordar que las aspiraciones de justicia social no son comunismo, sino algo profundamente enraizado en los principios cristianos.

En la actualidad, la Iglesia, a través de su Doctrina Social, sigue proponiendo soluciones para un mundo incierto. ¿Qué hará León XIV? ¿Marcará una continuidad con Francisco? Su nombre, al menos, sabe a reforma. A Donald Trump le ha gustado que sea norteamericano. Seguramente no le agradarán tanto otras facetas de este hombre próximo a la línea de su antecesor por su cercanía a los pobres y a los emigrantes.

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