Desde una colina en el puerto colonial de Nuuk, la capital de Groenlandia, una gran estatua del misionero luterano Hans Egede otea, biblia en mano, la ciudad y el fiordo, surcado por icebergs en estos días gélidos de marzo.
Egede desembarcó en 1721 en esta isla ártica en nombre del reino de Dinamarca, y comenzaron así más de dos siglos de colonización danesa que han dejado profundos agravios en la población autóctona, los inuit. En 1953, Groenlandia pasó a ser una región del reino, en 1979 recibió autonomía, y en el 2009 obtuvo el actual estatus de autogobierno, que contempla la opción legal de un referéndum de autodeterminación.
En esta misma colina y junto a esta misma estatua se plantó el pasado 7 de enero Donald Trump Jr., hijo del presidente de Estados Unidos, pocos días después de que su padre anunciara su intención de apoderarse de Groenlandia, comprándola o enviando militares, por considerarla crucial para la seguridad estadounidense. Copenhague se echó a temblar.
Del partido de izquierda verde del primer ministro
“Tenemos dos luchas a la vez: resolver nuestra relación con Dinamarca y protegernos de las amenazas de Estados Unidos”, dice la diputada Pipaluk Lynge
Los groenlandeses, que el martes acuden a las urnas en unas decisivas elecciones parlamentarias, rechazan el cortejo de Trump, quien sostiene sin citar fuentes que los casi 57.000 habitantes le apoyan. Según una encuesta de finales de enero encargada por los periódicos Berlingske (danés) y Sermitsiaq (groenlandés), el 85% no quiere que su isla se convierta en territorio estadounidense. Esa misma encuesta indica que el 84% desea la independencia de Dinamarca, pero el 45% la quiere solo si no tiene un impacto negativo en su nivel de vida.
En conversaciones con políticos y ciudadanos en Nuuk, todo ha sido Trump e independencia. “Ahora tenemos dos luchas a la vez: resolver nuestra relación con Dinamarca y protegernos de las amenazas de Estados Unidos”, dice Pipaluk Lynge, diputada de Inuit Ataqatigiit (AI), el partido de izquierda verde del primer ministro, Múte Bourup Egede, que busca la independencia.

El escenario ártico
Base espacial estadounidense de Pituffik
Yacimiento
de tierras raras
de Kvanefjeld
CHINA
RUSIA
EE.UU.
OCÉANO ÁRTICO
Pituffik
䴡Á
GROENLANDIA
Copenhague
DINAMARCA
Nuuk
Kvanefjeld
OCÉANO ATLÁNTICO
Washington, D.C.
ESTADOS
UNIDOS
Fuente: Elaboración propia
LA VANGUARDIA

El escenario ártico
Base espacial estadounidense de Pituffik
Yacimiento
de tierras raras
de Kvanefjeld
CHINA
RUSIA
EE.UU.
OCÉANO ÁRTICO
Pituffik
䴡Á
GROENLANDIA
Copenhague
DINAMARCA
Nuuk
Kvanefjeld
Washington, D.C.
OCÉANO ATLÁNTICO
ESTADOS
UNIDOS
LA VANGUARDIA
Fuente: Elaboración propia

El escenario ártico
Base espacial estadounidense de Pituffik
Yacimiento
de tierras raras
de Kvanefjeld
RUSIA
CHINA
OCÉANO PACÍFICO
EE.UU.
OCÉANO ÁRTICO
Pituffik
䴡Á
GROENLANDIA
Copenhague
DINAMARCA
Nuuk
ESTADOS
UNIDOS
Kvanefjeld
OCÉANO ATLÁNTICO
Washington, D.C.
Fuente: Elaboración propia
LA VANGUARDIA

“Trump nos está amenazando. Hemos luchado durante muchos años para conseguir gobierno propio. Dependemos de Dinamarca, y no queremos cambiar eso para pasar a depender de Estados Unidos. Vemos cómo trataron a los indios, a los inuit en Alaska. No queremos convertirnos en colonia de otro colonizador. Queremos ser independientes”, afirma la diputada en su despacho del Inatsisartut(Parlamento).
Agravios y trato postcolonial
Hay heridas abiertas entre Groenlandia y Dinamarca: niños inuit arrancados de sus familias y mujeres a las que se les implantó un DIU sin ellas saberlo
Tras una nueva andanada de Trump el martes, el primer ministro Egede escribió unas frases en Facebook que esta enviada especial ha oído decir, enteras o en parte, a muchos de sus conciudadanos: “No queremos ser estadounidenses ni daneses; somos kalaallit [groenlandeses]. Los estadounidenses y su líder deben entenderlo. No estamos en venta y no nos pueden tomar sin más. Nuestro futuro lo decidiremos nosotros en Groenlandia”.
Los groenlandeses –el 85% son inuit y el resto, básicamente daneses– viven sobre todo de la pesca. Dinamarca les envía una dotación anual de unos 522 millones de euros, que representa aproximadamente el 20% del PIB groenlandés y más de la mitad del presupuesto público. Copenhague mantiene competencias en defensa, política exterior e inmigración.
La mirada de Trump a Groenlandia
Minerales, deshielo y rutas marítimas
La onda expansiva de las pretensiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha redoblado su acoso a Groenlandia –“de una forma u otra vamos a conseguirla”, dijo el martes–, ha colocado a esta isla, la mayor del mundo con una superficie de 2,16 millones de kilómetros cuadrados, en el nuevo mapamundi de la tensión geopolítica. Mientras, Rusia y China observan de reojo. Las potencias codician su situación estratégica en el Ártico; sus minerales y tierras raras sepultados bajo el hielo; sus reservas petrolíferas por explotar; y su potencial para las rutas marítimas y comerciales debido al deshielo que está trayendo la crisis climática. Estados Unidos tiene presencia militar: la base espacial de Pituffik. Groenlandia dejó la UE en 1985 porque no quería estar sujeta a sus estrictas leyes sobre pesca, pero forma parte de la OTAN vía Dinamarca.
Las heridas de la colonización y del trato postcolonial son el mayor asunto pendiente, incluido el racismo cotidiano al poner pie en Dinamarca. Los inuits siguen oyendo burlas como “¿Te has bebido ya tu cerveza?”, en alusión al alcoholismo, que por otra parte es un problema real. También son lacerantes dos escándalos concretos relativos a niños y a mujeres.
Elias Nielsen conoce bien la historia de los niños inuit separados de sus familias y llevados a Dinamarca en los años cincuenta, aunque él no fue uno de ellos. También conoce bien la lacra del alcoholismo, aunque él no la padece. Conversamos en el café del centro cultural Katuaq, el núcleo social de Nuuk.

Manifestación contra el racismo y los prejuicios denunciando actitudes de Dinamarca hacia los groenlandeses, el 27 de febrero en Nuuk
Nielsen, camionero de 40 años, creció en un hospicio, y ahora participa en un proyecto de la Universidad de Groenlandia para reducir el número de niños que viven en centros de acogida. “Viví en el hospicio desde los 2 hasta los 18 años, porque mis padres eran alcohólicos y les quitaron la custodia; podía ir a verles el fin de semana y dormir en su casa”, explica Nielsen.
En los años cincuenta, una veintena de niños inuit de corta edad fueron enviados a Copenhague a aprender danés con el objetivo experimental de iniciar una pequeña élite para dirigir la isla. Al cabo de dos años regresaron, pero fueron alojados en hospicios. La mayoría acabaron mal; algunos se marcharon a Dinamarca.
El interés de Trump en Groenlandia genera un nerviosismo en Copenhague que alimenta el debate sobre la independencia
En el 2022, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, pidió disculpas en público a seis de esos niños, entonces ya ancianos. “Uno es un veterano de las fuerzas armadas danesas; hace tres años volvió a Groenlandia para visitar el hospicio donde creció; él estaba feliz pero emocionalmente era duro ver de nuevo esos recuerdos”, cuenta Elias Nielsen.
Todos los groenlandeses conocen esa historia de abuso, al igual que el otro gran escándalo desvelado en profundidad en el 2022. Entre los años sesenta y setenta, médicos daneses colocaron dispositivos intrauterinos (DIU) a unas 4.500 mujeres y niñas inuit, casi siempre sin pedirles permiso ni informarles de que era para evitar embarazos.
El objetivo de este plan oficial era controlar el crecimiento demográfico. Una comisión mixta de expertos daneses y groenlandeses lo investiga desde el 2022, y ese mismo año 67 mujeres demandaron al Gobierno danés exigiendo indemnización.
Su portavoz, la psicóloga Naja Lyberth, de 62 años, tenía 14 cuando le pusieron el dispositivo. “Desgraciadamente, debido a la crítica situación política entre Dinamarca, Groenlandia y Estados Unidos, las mujeres groenlandesas de la campaña del DIU hemos decidido permanecer en silencio durante un tiempo”, respondió Lyberth cuando bet365 le pidió una entrevista.

Edificios de la capital de Groenlandia, Nuuk, bajo la nieve, el 4 de marzo
“Antes de que Trump Jr. aterrizara en Nuuk, antes de que Trump padre empezara a hablar de sus pretensiones, había una relación muy tensa entre Groenlandia y Dinamarca por los casos de los DIU y de los niños”, explica Masaana Egede, director del periódico Sermitsiaq en un encuentro con periodistas extranjeros.
“El interés de Trump ha echado chispas en el debate sobre la independencia, porque de repente apareció una posibilidad de hablar con Dinamarca de otra manera. De pronto, todos los políticos daneses corrieron en tromba a dirigirse a los groenlandeses sobre los asuntos de Groenlandia, algo –puntualiza Egede– que antes nunca hacían”.