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¿Y si Trump quisiera una guerra?

Trump quiere impedir que China dispute a Estados Unidos la superioridad global que ejerce bajo la inercia del fin de la guerra fría. Para eso necesita doblegar al gigante asiático. Lo viene intentando comercialmente desde el 2010 y ha ido escalando su beligerancia tecnológica hacia China . La lucha por el liderazgo en el desarrollo de la IA es la punta del iceberg de una confrontación que explica buena parte de lo que nos sucede. Entre otras, que la guardia pretoriana de Trump la formen los líderes corporativos de Silicon Valley.

El choque con China es a vida o muerte. De ahí la apuesta agónica y la urgencia de Trump por dotarse de un poder y un mando únicos. Algo que solo puede producirse bajo una guerra. Entonces el sistema de pesos y contrapesos que limitan y dividen el poder estadounidense se suspendería para concentrarse en las manos del inquilino de la Casa Blanca. Así lo prevé la Constitución. En caso de guerra atribuye al Congreso dos responsabilidades básicas: declararla y aprobar el presupuesto que la financie. Ninguna más. El presidente tendría un poder unificado para ganar la guerra como “Commander in Chief” y adoptaría una responsabilidad semejante a la de un dictador romano.

Trump atendiendo a la prensa en el avión presidencial

Trump atendiendo a la prensa en el avión presidencial

Mandel Ngan | Afp

Para John Yoo, profesor en Berkeley y autor de Defender in Chief , la Constitución estadounidense conserva un poder residual monárquico asociado al poder ejecutivo que podría sumar a los otros si fuese necesario para proteger al país. Recordemos que la Constitución fue redactada en 1787, cuando los ingleses esperaban en Canadá la oportunidad de reconquistar las 13 colonias. Jefferson y Adams lo sabían. Pusieron cuidado en que si los casacas rojas volvían, los patriotas americanos los esperarían bajo el mando de un caudillo con los poderes de Washington. Para ello, debía primar el valor de la seguridad nacional sobre cualquier otro. Un factor que justificaría que el poder no pudiera ser controlable ni discutible, pues toda la energía debía ponerse al servicio de la victoria.

Para ganarla, EE.UU. tiene que dominar los océanos con sus once portaviones nucleares

Los padres de la Constitución pensaron que entre dos poderosos imperios, el inglés y el español, EE.UU. solo sobreviviría si era democracia en armas. Algo que no obstaculizaba que en tiempo de paz se administrase el poder evitando el despotismo. Jefferson dijo que la Constitución tenía poder para garantizar la independencia lograda en el campo de batalla. Pero, sobre todo, impedir la tiranía de uno sobre todos, de unos pocos sobre muchos y de muchos sobre pocos. EE.UU. ha funcionado desde entonces como un gobierno que se modera mientras está en paz. Pero si dejara de estarlo, Locke cedería la batuta a Hobbes, el poder se concentraría en un Leviatán para hacer la guerra.

Trump lo sabe y quienes le acompañan en su aventura presidencial, mejor. También que no tienen mucho tiempo si quieren convertirlo en el nuevo Augusto. Necesitan una batalla de Accio antes del 3 de noviembre del 2026, que es cuando se celebrarán las elecciones de medio mandato ( mid-term election ). En ellas se elegirá una nueva Cámara de Representantes, un tercio del Senado y más de la mitad de los gobernadores. La tradición dice que quien está en la Casa Blanca controlando ambas cámaras perderá alguna. Por tanto, es muy probable que a finales del 2026 MAGA no pueda declarar una guerra al antojo de Trump. Una cuenta atrás de dos años que obliga a este a provocarla antes de que expire ese plazo. Al menos si quiere ser el “Defender in Chief” que describe Yoo en su ensayo.

La famosa trampa de Tucídides dice que la guerra será contra China. Sobre todo si el botín es una nueva hegemonía tecnológica que gestionará la guardia pretoriana de Silicon Valley. Para ganarla, EE.UU. tiene que dominar los océanos con sus once portaviones nucleares. Seis operan ya en el Pacífico-Índico y cinco en el Atlántico-Mediterráneo. Pero para ser una fuerza de choque irresistible necesita desplazarlos de un océano a otro como si EE.UU. fuese una isla. Por el canal de Panamá no pueden por su tamaño. Eso hace que su ruta tenga que ser por el Ártico y lo que explica la urgencia de que Canadá sea pronto un protectorado y Groenlandia, un estado libre asociado.

En un choque bélico, Locke cedería la batuta a Hobbes, el poder se concentraría en un Leviatán

Si se planifica una guerra, Trump necesita controlar el Ártico para garantizar el paso franco de la U.S Navy. La neutralidad rusa puede ser una de las bazas negociadoras en Ucrania y la explotación de los tesoros minerales que esconde el océano helado, la segunda parte del reparto del botín ensayado en el Donbas por rusos y americanos. Esta es la razón de que Europa estorbe tanto. Porque la capitulación de Ucrania depende de que los europeos la abandonemos a su suerte. Lo mismo que Groenlandia. Algo que solo sucederá si Europa carece de poder de disuasión militar y convicción para defendernos. Mientras, hay que leer a Yoo y su doctrina sobre el poder único, pues obtenido gracias a una guerra luego vendría la administración hegemónica de su victoria y la explotación del botín del Ártico y del mundo. Es una simple hipótesis, sin duda, pero sufrimos tantas pesadillas que lo fueron antes que da un poco de miedo formular esta.

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