En las aguas del estado de Washington, el geoduck -un molusco gigante y apreciado manjar en China- se ha convertido en víctima colateral de la guerra comercial entre Estados Unidos y el gigante asiático. Hasta hace poco, el 90% de la producción de geoduck de Washington se exportaba viva a China, donde su carne es símbolo de lujo y puede alcanzar precios elevados. Sin embargo, la reciente escalada de aranceles impuestos por ambos países ha paralizado el comercio: el geoduck estadounidense enfrenta ahora tasas del 125% para ingresar al mercado chino, lo que ha provocado la cancelación de pedidos y una drástica caída en las exportaciones.
La situación ha golpeado duramente a buzos, criadores y comunidades indígenas que dependen de esta industria, poniendo en riesgo millones de dólares en ingresos y cientos de empleos. Al tratarse de un producto perecedero, los productores no pueden almacenar la mercancía y ven cómo sus cosechas se quedan sin salida comercial. “Es la primera vez en 24 años que no sé si volveré a trabajar”, lamenta Joshua George, buzo de la tribu Suquamish.
Mientras tanto, Canadá, que enfrenta aranceles mucho menores, ha aprovechado la coyuntura para aumentar sus ventas de geoduck a China, ocupando el espacio dejado por los estadounidenses y logrando mejores precios. Esta situación ha generado frustración entre los productores de Washington, que ven cómo su principal mercado se les escapa de las manos por una disputa ajena a su actividad.
El futuro del sector depende ahora de las negociaciones entre Washington y Pekín. Mientras tanto, el geoduck de Washington, símbolo de la riqueza natural del Pacífico Noroeste, permanece atrapado en una guerra comercial que amenaza con cambiar para siempre el destino de la industria.