Si existiera un club de países poscoloniales que hubieran logrado consolidar la democracia, India se contaría entre sus escasos miembros. En realidad, cuando el país se libró del imperio británico en agosto de 1947, muy pocos habrían apostado a que, al cabo de diez o quince años, seguiría siendo un único país y, mucho menos, democrático. Era demasiado diverso (demasiadas religiones, demasiadas lenguas, demasiadas castas) y su población demasiado pobre y poco instruida para tener alguna posibilidad de prosperar como democracia. Y, sin embargo, contra todo pronóstico, India lo consiguió. Si excluimos un breve período de 19 meses a mediados de la década de 1970 (el llamado régimen o estado de emergencia proclamado por Indira Gandhi en junio de 1975, durante el cual se suspendió la democracia), India ha mantenido su democracia y la ha consolidado y afianzado considerablemente a lo largo de las siete décadas transcurridas tras la independencia. Ahora bien, en tiempos recientes, la democracia india ha entrado en una profunda crisis, hasta el punto de que en estos momentos es bastante dudoso que debamos seguir considerándola la mayor democracia del mundo.
En el 2020, todos los principales índices que miden la calidad de la democracia a nivel mundial (como los de V-Dem, Freedom House y la Unidad de Inteligencia de The Economist) degradaron India a la categoría de régimen híbrido, a medio camino entre la democracia y el autoritarismo. El Instituto V-Dem, con sede en Suecia, por ejemplo, define India como una “autocracia electoral”, un régimen que celebra elecciones libres con regularidad, pero donde el sistema de opresión, coerción y control ha llegado a tal punto que inclina el terreno de juego y donde el respeto de las libertades fundamentales es muy cuestionable.
Desde que el partido BJP llegó al poder en el 2014, algunos periodistas han sido amenazados, despedidos, marginados e incluso asesinados
Este estado de cosas tiene mucho que ver con el mandato del actual primer ministro, Narendra Modi, que ha conducido a su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP), a tres espectaculares victorias electorales consecutivas, en 2014, 2019 y 2024.
Ámbitos de retroceso democrático
El retroceso democrático de India ha sido especialmente evidente en tres ámbitos.
1. Tribunal Supremo y Comisión Electoral
En primer lugar, el retroceso se percibe en la independencia de las instituciones encargadas de mantener el equilibrio de poderes. El Tribunal Supremo, por ejemplo, considerado en su día como uno de los bastiones de la democracia del país, ha perdido gran parte de su prestigio tras fallar una y otra vez en favor del Gobierno en casos polémicos. Sobre todo, es preocupante que algunos jueces del Supremo responsables de sentencias favorables al BJP hayan pasado a ocupar importantes cargos políticos tras su jubilación. En algunos casos, el Supremo dio una base jurídica para una acción gubernamental controvertida. Por ejemplo, gracias a una sentencia del Supremo el Gobierno pudo proceder en Ayodhya a construir un templo dedicado al dios hindú Rama sobre las ruinas de una mezquita del siglo XVI destruida por un fanático hindú en 1992. El templo, consagrado en persona por Modi en enero del 2024, se convirtió en uno de los principales ejes electorales del BJP. Del mismo modo, la Comisión Electoral (el organismo independiente responsable de la celebración de unas elecciones libres y justas) actuó de forma muy partidista durante las elecciones del 2024; por ejemplo negándose a actuar contra el primer ministro cuando este vulneró de forma abierta las normas electorales indias relativas al uso de frases religiosas con fines políticos. Los tres comisarios electorales habían sido nombrados por el propio Gobierno pocos meses antes de los comicios de acuerdo con unas nuevas normas que excluían del comité designador a los miembros no partidistas, lo que proporcionó al Gobierno un control total sobre el proceso. En el 2019, la familia del único comisario electoral no alineado fue objeto de una investigación hasta que decidió dimitir y aceptar un puesto en el Banco Asiático de Desarrollo en Filipinas. Esos dos ejemplos se refieren a las dos instituciones supervisoras más prestigiosas y más independientes. En otros casos (como con las agencias de investigación o las universidades públicas), el proceso de erosión de la independencia de las instituciones y su descarada utilización con fines políticos ha sido aun más pronunciado.

La India es considerada la mayor democracia del mundo con sus más de mil millones de habitantes
2. El proceso electoral
Un segundo ámbito, muy relacionado, en el que la democracia india se ha erosionado de forma significativa es el propio proceso electoral. Aunque se siguen celebrando elecciones libres (y el revés sufrido por el partido gobernante en el 2024, al no obtener la mayoría absoluta de los escaños, es una prueba de ello), su limpieza se ha visto sometida a fuertes presiones. Hay múltiples razones por las cuales la imparcialidad de las elecciones ha quedado en entredicho. En primer lugar, el panorama de los medios de comunicación se ha deteriorado gravemente desde que el BJP llegó al poder en el 2014. No solo algunos periodistas críticos con el gobierno han sido amenazados, despedidos, marginados e incluso asesinados, sino que los pocos medios independientes supervivientes han sido investigados, han visto la detención de algunos de sus periodistas y han tenido dificultades para encontrar empresas dispuestas a anunciarse en sus plataformas. La historia del veterano periodista Ravish Kumar (relatada en el estremecedor documental While we watched), que dimitió después de que su cadena de televisión fuera adquirida por uno de los mayores conglomerados indios, el Grupo Adani (uno de los principales patrocinadores empresariales de Narendra Modi), es reveladora de una situación en la que las voces independientes deben luchar por mantenerse a flote.
(Cabe señalar, no obstante, que las voces independientes siguen existiendo y operando: la gran mayoría de las fuentes de este artículo fueron medios de comunicación indios, con sede en India).
Podría calificarse la India de Modi de 'democracia étnica', con un régimen como el israelí en el que un grupo étnico domina por completo las instituciones
La suerte de los críticos con el Gobierno ajenos a los medios de comunicación es aun peor. Hay muchos ejemplos de activistas de la sociedad civil, dirigentes estudiantiles e incluso cómicos que han sido detenidos acusados de terrorismo y llevan años entre rejas sin ser juzgados. Umar Khalid, un dirigente estudiantil de la principal universidad pública de India, la Universidad Jahawarlal Nehru de Nueva Delhi, lleva cuatro años (y los que quedan) languideciendo en la cárcel, acusado de realizar un “discurso provocador” que supuestamente instigó los disturbios de Delhi en febrero del 2020. Muchos otros activistas han sido detenidos o investigados por motivos similares o bien en virtud de la draconiana legislación antiterrorista o de las leyes de sedición de la época colonial.
En segundo lugar, los organismos de investigación bajo control directo del gobierno central (como la Oficina Central de Investigación o la Dirección de Ejecución, que persigue delitos financieros) se han convertido en lo que muchos consideran organismos políticos que defienden los intereses del partido gobernante. Alrededor de un 95% de las investigaciones a políticos de la última década se han referido a políticos de la oposición. En muchos casos, los cargos se han retirado en el momento en que el político acusado dimitía de su partido y se unía al BJP, una técnica apodada la lavadora por los críticos.
En tercer lugar, el principal mecanismo de recaudación de fondos que regula las finanzas de los partidos políticos y que fue operativo entre el 2018 y el 2024 (los llamados bonos electorales) estaba muy sesgado en favor del partido gobernante, ya que garantizaba el anonimato a los donantes, pero el Gobierno podía conocer su identidad. Después de que el Tribunal Supremo eliminara los bonos electorales en vísperas de las elecciones del 2024 (otro testimonio de que aún queda espacio para que las instituciones independientes se hagan valer), se supo que numerosas empresas habían sido objeto de investigaciones y que los cargos se habían retirado a los pocos días de la compra de bonos electorales en favor del BJP. En total, el BJP pudo embolsarse alrededor de dos tercios de las donaciones, mientras que el tercio restante se repartió entre todos los demás partidos, lo que determinó una distribución de recursos muy sesgada, difícilmente compatible con la igualdad de condiciones.
Se tiende a borrar el islam como componente de la historia y la sociedad indias. En el 2017, Uttar Pradesh llegó a excluir el Taj Mahal de un folleto turístico
Los dos primeros ámbitos de erosión democrática (la independencia de las instituciones y la erosión del proceso electoral) podrían no tener consecuencias duraderas en el sistema político indio, ya que el poder del ejecutivo está directamente correlacionado con la configuración del sistema de partidos. Cuando un único partido obtiene la mayoría absoluta de los escaños (como ocurrió con el BJP en el 2014 y el 2019), el poder tiende a concentrarse en la cúpula del sistema, y las instituciones encargadas del equilibrio de poderes revelan su fragilidad. En las elecciones nacionales del 2024, el BJP no logró obtener la mayoría absoluta de los escaños, lo cual lo obligó a forjar una alianza con partidos más pequeños. Semejante circunstancia podría tener por sí misma un efecto mitigador sobre la tendencia del ejecutivo al control de las demás instituciones del Estado y crear un margen de maniobra para los medios de comunicación y la sociedad civil. Sin embargo, el tercer ámbito de erosión democrática (la construcción de un Estado hindú confesional) podría ser más difícil de extirpar.
3. Construcción de un Estado hindú
La idea de que India pertenece principalmente a los hindúes se originó durante la última etapa del período colonial, a principios del siglo XX. En esa etapa los indios elaboraron su idea de nación e intentaban responder a la pregunta “¿Quién es indio?”. Mientras que el Congreso Nacional Indio bajo la dirección del Mahatma Gandhi dio una respuesta universalista (indio es quien vive en India y está dispuesto a construir el nuevo país junto con sus compatriotas indios), las organizaciones del naciente movimiento nacionalista hindú dieron una respuesta basada en una idea étnica de la nación: en esencia, el verdadero indio es el Իú. El corolario fue que el objetivo del movimiento debía apuntar a la construcción de un rashtra hindú, o reino de los hindúes. Este ha sido, de hecho, el objetivo a largo plazo de la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), una organización paramilitar inspirada explícitamente en el fascismo italiano y al frente de una red de organizaciones más pequeñas en todos los sectores de la vida social y política de India, desde sindicatos de trabajadores y sindicatos de estudiantes hasta partidos políticos como el BJP y organizaciones de vigilantes como Bajrang Dal. Si bien el movimiento nacionalista hindú y su sueño de hacer de India un país hindú habían permanecido relegados durante mucho tiempo en los márgenes de la política india (también porque un extremista hindú asesinó a Gandhi en 1948 y con ello desacreditó el movimiento), desde la década de 1990 el BJP (el brazo político del RSS) se ha convertido en uno de los dos polos del sistema nacional de partidos. Desde el 2014, gobierna el país en solitario e impulsa como nunca antes el proyecto de convertir India en un rashtra Իú.
Democracia étnica
De hecho, algunos analistas han empezado a utilizar el término democracia étnica para describir la India de Modi, un término utilizado por primera vez en referencia a Israel para designar un régimen en el que un grupo étnico domina por completo las instituciones estatales. Otros (incluido el autor de estas líneas) se han referido a la India de Modi como una etnocracia, para aludir a un régimen que, tomando prestadas las palabras del geógrafo israelí Oren Yiftachel, “facilita la expansión, la etnización y el control de una nación étnica dominante [...] sobre un territorio y una política disputados” y que no puede incluirse plenamente entre los regímenes democráticos. En palabras más sencillas, Modi persigue activamente y con bastante éxito la transformación de la India en un Estado confesional en el que los hindúes (alrededor de un 80% de la población) puedan ser ciudadanos de primera clase y en el que el Estado sea ante todo su representante. Las minorías (incluidos 200 millones de musulmanes), es decir, un 15% de la población, deberán contentarse con ser ciudadanos de segunda.
Un Estado hindú de facto
La construcción del rashtra hindú puede verse desde dos ángulos. En primer lugar, existe una hinduización de facto del Estado llevada a cabo sobre todo a través de mecanismos informales, con lo que me refiero a acciones emprendidas por entidades que no forman parte del Estado indio. Los ejemplos abundan. Como consecuencia directa de la decisión del BJP de construir una base social formada por todos los grupos sociales presentes en la sociedad india excepto los musulmanes, la representación comunitaria en el Parlamento se ha hundido hasta mínimos históricos. En el 2024, solo un 4,4% de los diputados son musulmanes y, por primera vez desde que India se convirtió en un país independiente en 1947, no hay un musulmán en el gabinete. Eso se debe sobre todo a una decisión consciente del partido gobernante; pero también, al menos en parte, a un efecto de emulación que hace que los partidos de la oposición se sientan obligados a incluir cada vez menos musulmanes entre sus dirigentes para hacer frente al sentimiento antimusulmán percibido entre la sociedad. Además, y se trata de una tendencia a más largo plazo, los musulmanes han estado históricamente infrarrepresentados en todas las instituciones del Estado, desde la policía hasta el ejército y desde la burocracia hasta el poder judicial. También se encuentran muy por detrás en relación con la mayoría de los indicadores socioeconómicos y la movilidad intergeneracional.

Musulmanes se enfrentan a la policía india después del rezo del viernes en Cachemira tras una protesta en contra de Nueva Delhi. La región está de hecho en disputa entre Pakistán e India
Otro mecanismo informal que contribuye a la hinduización del Estado es el apoyo implícito, y a veces explícito, de la violencia perpetrada por agentes no estatales pertenecientes al movimiento nacionalista Իú. Grupos de vigilantes que se autoproclaman defensores de los hindúes atacan o amenazan a artistas y escritores “blasfemos”, personas implicadas en el comercio de ganado (las vacas son sagradas para muchos hindúes), parejas mixtas, intelectuales religiosos o simples musulmanes al azar. En el 2015, por ejemplo, Mohamed Akhlaq fue linchado por una turba que sospechaba que tenía carne de vacuno en su casa de Dadri, en Uttar Pradesh. Unas semanas después, diecisésis acusados del asesinato de Akhlaq fueron invitados por el dirigente del BJP y actual jefe de gobierno del estado de Uttar Pradesh (el más poblado de India) a uno de sus mítines. Todos los acusados han sido puestos en libertad bajo fianza. Tras otro caso de linchamiento ocurrido en Jharkhand en el 2018, el ministro de la Unión, Jayant Sinha, ofreció guirnaldas a los ocho hombres condenados por el asesinato de un musulmán sospechoso de contrabando de vacas. En otro caso más, el BJP decidió incluir como candidata a las elecciones generales del 2019 a Pragya Thakur, acusada de haber participado en el 2008 en un atentado terrorista que causó seis víctimas y más de 100 heridos. En otros casos, ni el partido gobernante ni el Gobierno condenaron discursos extremadamente incendiarios, como los pronunciados en el Dharam Sansad (encuentro religioso) celebrado en diciembre del 2021 en Haridwar, donde los extremistas hindúes llamaron de modo explicito a la matanza masiva de musulmanes. La lista de ejemplos podría continuar, pero el caso es que la ausencia de condena o el respaldo a la violencia ha envalentonado a los grupos hindúes violentos, que se sienten protegidos por el Estado incluso en casos de delitos de odio gravísimos.
El gobierno, por su parte, puede esconderse tras un velo verosímil de negación, ya que la violencia no es perpetrada de forma directa por agentes estatales. El resultado, según el portal de noticias IndiaSpend, es que los delitos de odio se han disparado desde el 2014: los linchamientos han pasado de uno en el 2013 a 34 en el 2017. (El proyecto de seguimiento de los delitos de odio se interrumpió posteriormente; al parecer, por presiones de los dueños del portal. Otro rastreador de delitos de odio del periódico Hindustan Times también se interrumpió por supuestas presiones de los propietarios. El Ministerio del Interior, por su parte, ha dejado de publicar datos sobre este tipo de delitos.)
Un Estado hindú de iure
Un segundo conjunto de mecanismos que están contribuyendo a la construcción del rashtra hindú son los mecanismos formales puestos en marcha por partes del aparato estatal. Se trata de un elemento novedoso del sistema político indio. En realidad, por más que algunas instituciones estatales siempre hayan mostrado una marcada tendencia mayoritaria (por ejemplo, la policía), el gobierno central ha mostrado una firmeza relativa a la hora de defender el carácter laico del Estado. El gobierno de Modi (sobre todo, desde las elecciones del 2019) ha supuesto una ruptura con el pasado en al menos tres aspectos. En primer lugar, el Parlamento ha aprobado leyes que han contribuido a la hinduización del Estado. En segundo lugar, el Gobierno ha permitido que se difundiera el mensaje de que las instituciones estatales podían utilizar su poder para atacar a las minorías religiosas (en particular, a los musulmanes) sin apenas consecuencias. Y, en tercer lugar, ha utilizado su poder para hinduizar la cultura y los espacios públicos.
Leyes para la hinduización
El amplio uso de la ley como instrumento para hinduizar la política es quizás el signo más evidente de que el partido gobernante ha iniciado la construcción de un rashtra hindú de iure. Se podrían citar muchos ejemplos, pero bastarán tres. En primer lugar, varios estados gobernados por el BJP han aprobado leyes nuevas o más estrictas que castigan el sacrificio de vacas. Guyarat, por ejemplo, el estado natal de Modi, aprobó en el 2017 una ley que castiga con cadena perpetua el sacrificio de vacas. En Maharashtra, comer carne de vacuno se convirtió en delito punible, aunque luego el Tribunal Supremo del estado anuló la disposición. (La carne de vacuno es una importante fuente de proteínas para musulmanes y cristianos, así como para varias castas hindúes). En Uttar Pradesh, el estado empezó a ampararse en la legislación antiterrorista en los casos de sacrificio de vacas. En muchos casos, los estados han prohibido la venta de carne (una actividad económica ejercida por musulmanes, en su abrumadora mayoría) durante las fiestas religiosas o en un radio determinado en torno a los templos hindúes.
La ausencia de condena o el respaldo a la violencia ha envalentonado a los grupos hindúes violentos, que se sienten protegidos por el Estado
En segundo lugar, el gobierno ha modificado la ley de ciudadanía para permitir a los inmigrantes ilegales de algunos países vecinos solicitar la ciudadanía india, siempre que no sean musulmanes. Ese es quizá el ejemplo más llamativo entre un Estado hindú de facto y uno de iure. Si bien es cierto que los musulmanes han tenido dificultades para conseguir la ciudadanía india desde los inicios de la andadura de India como país independiente (una de las herencias de la violenta partición del subcontinente), la ley de Enmienda de la Ciudadanía marca, con su discriminación explícita por motivos religiosos, una profunda ruptura con el pasado.
En tercer lugar, el gobierno indio revocó en el 2019 la autonomía especial que mantenía el estado de Jammu y Cachemira (el único de mayoría musulmana de India) desde la independencia. Junto con ese estatuto especial, el gobierno indio le revocó la condición de estado, lo que significa que ahora el territorio es gobernado directamente por Nueva De¬lhi; también modificó las disposiciones que prohibían a los no cachemires comprar tierras en el valle, lo que ha avivado los temores de que los hindúes del resto del país adquieran un papel más destacado en la vida de Cachemira.
Abusos institucionales contra los musulmanes
La segunda forma en que se está gestando el rashtra hindú de forma lenta pero constante es la larga lista de abusos cometidos por las instituciones estatales contra la comunidad musulmana. Aunque no se trata de una tendencia del todo nueva, el grado y el alcance de persecución de los musulmanes por parte de las autoridades estatales carece de precedentes. En muchos estados gobernados por el BJP, por ejemplo, se han arrasado decenas y decenas de viviendas y establecimientos de musulmanes porque, técnicamente, se construyeron sin los permisos necesarios. En septiembre del 2024, se produjo un episodio muy revelador en Assam, donde la policía arrasó varias casas musulmanas y volvió unos días más tarde para destruir las propiedades de las familias desalojadas que habían quedado en los solares. Cuando estallaron las protestas, la policía abrió fuego contra la multitud y mató a un niño. La casa de su familia fue destruida más tarde por la policía. Las campañas de demolición (que tres relatores de la ONU han calificado como una forma de castigo colectivo) se han convertido en algo habitual en varios estados gobernados por el BJP.

El primer ministro indio, Narendra Modi
Otro ejemplo de acoso a la comunidad musulmana por parte de las autoridades estatales es la colaboración cada vez más estrecha entre la policía y las organizaciones de vigilantes dedicadas a proteger las vacas. En algunos estados gobernados por el BJP, como Haryana, patrullan por las carreteras escuadrones de vigilantes armados en busca de camiones que transporten ganado vacuno (de nuevo, una actividad económica abrumadoramente musulmana); una patrulla a menudo acaba con la paliza o el asesinato del conductor. En Maharashtra, el gobierno estatal ha nombrado a los vigilantes de vacas “agentes de bienestar animal”, pese a su historial violento y extralegal.
Un tercer ejemplo es la reciente decisión de algunos estados gobernados por el BJP de obligar a los propietarios de comercios a exhibir su nombre en el escaparate de los establecimientos. Dado que en India los apellidos y los nombres revelan la identidad religiosa, la decisión es una forma de legalizar lo que varias organizaciones hindúes promueven con sus actividades: el boicot social de las actividades económicas de los musulmanes.
Hinduizar la cultura y los espacios públicos
Por último, el Estado indio se ha empeñado en hinduizar el espacio público del país también desde el punto de vista cultural. Desde cambiar el nombre de calles y ciudades (Allahabad en Uttar Pradesh se ha convertido en Prayagraj, por ejemplo) hasta modificar el contenido de los libros de texto de historia haciendo hincapié en los logros del sistema de conocimientos preislámico de India o demonizando a los gobernantes musulmanes, existe una clara tendencia dirigida a borrar el islam como uno de los componentes de la historia y la sociedad de India. En el 2017, el gobierno de Uttar Pradesh llegó a excluir el Taj Mahal de un folleto turístico.
Sin embargo, el signo más evidente del establecimiento del rashtra hindú se ha producido en enero del 2024, con la consagración por parte del primer ministro Modi en persona del templo de Rama en Ayodhya. Se trató de un momento altamente simbólico. En primer lugar, porque el templo se había construido en el terreno donde antes se alzaba una mezquita, destruida por los fanáticos hindúes convencidos de que se encontraba sobre el lugar de nacimiento del dios Rama. En segundo lugar, la disputa sobre el destino de esa porción de tierra había llegado a representar la voluntad de India de seguir siendo, al menos sobre el papel, un país laico. Y lo que es más importante, al consagrar y supervisar la construcción de un templo grandioso, Modi llevó a cabo un ritual muy vinculado con un antiguo ideal de la realeza hindú en tanto que protectora de la fe. Tras la consagración, el primer ministro recorrió el pasillo del templo bellamente tallado y se dirigió al país anunciando, de forma bastante explícita, el advenimiento del rashtra hindú: “Este es un templo de la conciencia nacional bajo la forma de Rama. Rama es la fe de India, Rama es el fundamento de India. Rama es la idea de India, Rama es la ley de India”.
Diego Maiorano es profesor asociado en la Universidad de Nápoles “La Oriental” e investigador visitante en el Instituto de Estudios de Asia Meridional de la Universidad Nacional de Singapur. También es investigador asociado en el Instituto de Asuntos Internacionales de Roma.