El eje verde de Consell de Cent, y por extensión sus hermanos de las calles Girona, Borrell y Rocafort, se ha convertido en sus dos años de vida en la última prueba de la permanente contradicción que se apodera de cualquier cambio urbanístico de envergadura que se ejecuta en el centro de Barcelona. Mientras cosecha reconocimientos internacionales y menciones en esos rankings de discutible rigor que ordenan las mejores calles del mundo, acumula sentencias judiciales desfavorables por las malas prácticas en la aprobación del proyecto que lo hizo posible. Por un lado actúa como un potente imán que atrae a miles de paseantes cada día, sobre todo en el tramo que va de Muntaner a Girona, pero por otra parte concentra esos problemas que son inherentes a los lugares de éxito cuando las autoridades no son suficientemente inflexibles con la indisciplina y el incivismo.

Una larga hilera de vehículos en la calle Consell de Cent
La plataforma vecinal Volem un Consell de Cent Verd i Viu ha decidido ocupar pacíficamente la calle esta semana, a la hora de salida de los coles , para denunciar “la degradación que se produce en su uso, por desconocimiento de unos, por el abuso de otros y por la timidez de la actuación municipal, que parece que no ha acabado de entender, o simplemente no acepta, el nuevo modelo”. Denuncia las infracciones que cometen muchos vehículos, especialmente turismos que ignoran que este es una vía prioritaria para los peatones aprovechando que nadie se lo recuerda, y los camiones y furgonetas de reparto, que en muchas ocasiones no respetan ni los horarios ni los espacios de carga y descarga, ciertamente cada vez más escasos en un Eixample de chaflanes estresados.
La calle de los extremos cosecha tantos reconocimientos internacionales como sentencias desfavorables
En Consell de Cent los conductores que se las dan de espabilados tienen bula, al igual que aquellos ciclistas –no son pocos– que tienen los santos bemoles de hacer sonar el timbre –a veces ni eso– para que el peatón se aparte de su camino. O los usuarios de patinetes eléctricos que convierten la plataforma única en un amplísimo carril bici que parece eximirles de utilizar los convencionales y a menudo infrautilizados trazados en las vías paralelas.
En su memorial de agravios, la plataforma vecinal constata una infradotación de algunos servicios municipales respecto al uso intensivo que llega a tener este espacio. De que las brigadas de limpieza actúan con más diligencia que en tiempos anteriores pueden dar muchos residentes en la zona, sería injusto no reconocerlo. Pero también es verdad que el estado de revista, sobre todo en los tramos con más afluencia de visitantes y más actividad comercial y de restauración, es mejorable.
Nota al margen: quizás ha llegado la hora de hacer un estudio psico-sociológico en profundidad de las razones de la proliferación, sobre todo en esta parte central del Eixample, de los locales take away que ofrecen “specialty coffee” (el inglés es ya el idioma hegemónico es esta zona) y de la pulsión irrefrenable que lleva a tantas personas a pasear por la calle, de manera bien visible, el café en un vaso de cartón como si fuera un complemento más de su outfit.

Iniciativa de autoprotección en la plaza formada en la confluencia de Consell de Cent con Comte Borrell
Estos dos años transcurridos desde el estreno de los ejes verdes del Eixample han evidenciado algo que ya era de prever desde el primer momento. Para que unas calles de estas características luzcan como sería deseable es necesario un refuerzo del mantenimiento del mobiliario urbano y del verde que requiere muchos cuidados y no bajar la guardia en ningún momento.
En Consell de Cent se pone de manifiesto otra de esas contradicciones que marcan la historia más reciente de esta calle. Algunos espacios verdes han adquirido un gran lustre favorecidos por la acertada elección de las especies, por el trabajo de jardinería y por una meteorología muy benefactora. Otros, en cambio, parecen abandonados a su suerte, como denuncia la plataforma Volem un Consell de Cent Verd i Viu, que lamenta la renuncia a replantar los espacios de menos de 20 metros cuadrados del lado mar y de las zonas donde se realiza la carga y descarga.