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Música en “La Ruta de les Ermites”

De artis utilitate

Música en “La Ruta de les Ermites”
Salut Ibáñez

Es Semana Santa.

O, para los menos religiosos, una santa semana; en la acepción de la RAE de “santa” como algo que resulta especialmente provechoso.

Es una semana en la que se abre de nuevo en el calendario la ventana de las posibilidades de aprovechar nuestro tiempo. Este es uno de esos años en los que es tardía y coincide de pleno con la primavera, por lo que resulta poco atractiva una opción cultural bajo techo que suponga renunciar a la tentación del aroma de azahar y de la brisa marina.

Capilla de Villa Gadea en L’Olla de Altea, una localización frente al mar de este ciclo de conciertos.

Capilla de Villa Gadea en L’Olla de Altea, una localización frente al mar de este ciclo de conciertos.

Salut Ibáñez

“La Ruta de les Ermites” de Altea es una de esas actividades que están en posesión de la gracia de lo multidisciplinar: una sola propuesta abarca la cultura y el recreo al aire libre. Es una iniciativa ya consolidada, que se viene celebrando desde hace más de quince años, en la que a través del recorrido por siete partidas de la geografía rural alteana podemos conocer los parajes tradicionales de su huerta y la arquitectura de sus ermitas, todo ello acompañado del reconfortante ambiente de la música clásica, una experiencia que resulta especialmente placentera en los enclaves ubicados en primera línea de mar.

Música, arquitectura, religión, senderismo, paisaje y tradiciones. Diverso, pero no reñido. Sobre todo, hoy en día, cuando vivimos en un contexto donde gran parte de las tradiciones religiosas se han secularizado o conviven con las laicas, algo que no deja de ser un modo de retroalimentación de intereses –totalmente lícito– por ambas partes.

La música, en este ciclo de conciertos que se celebran este año del 10 al 19 de abril, es una muestra de ello. Sorprende que la mayor parte del programa ofrecido no sea de temática sacra, contando con interpretaciones muy reconocibles para el alcance de todo público, como fragmentos de “Carmen” de Bizet o del “Concierto de Aranjuez” de J. Rodrigo, un cuarteto de saxos al son de Ennio Morricone en “La Mision” o el trio formado por piano, clarinete y mezzosoprano entonando el “O mio babbino caro” de Puccini.

El arte, históricamente, ha estado al servicio de la religión. En esta ocasión, la arquitectura religiosa, tan frecuentada en estas fechas, es la que cede el escenario al arte musical. La música siempre ha estado muy arraigada al pueblo de Altea, y a toda la Costa Blanca en realidad, y ésta es una ocasión excelente para promocionar a los músicos de la Comunidad Valenciana en un municipio de gran proyección turística internacional.

El arte, históricamente, ha estado al servicio de la religión. En esta ocasión, la arquitectura religiosa, tan frecuentada en estas fechas, es la que cede el escenario al arte musical”

Al mismo tiempo, estas austeras y humildes construcciones suponen un importante patrimonio cultural, pues nos hablan de las tradiciones de un pueblo, muchas de las cuales todavía perviven en forma de romerías u otros cultos ancestrales.

La repoblación de la Vila de Altea data de 1617, estando fechada su ermita más antigua en ese siglo. A partir del núcleo, se colonizaron las zonas circundantes para uso agrícola y se construyeron los elementos necesarios, que darían forma al paisaje aportándole su personalidad: masías, caminos, acequias…Y ermitas –cada una consagrada a la advocación de un santo diferente–, cuya cantidad por población, en este caso elevada, nos cuenta cuán religiosos eran sus habitantes.

Mucha de la bibliografía relacionada sitúa el origen de las ermitas en la Edad Media, cuando ya se permitió oficialmente el culto cristiano. Pero en realidad, y tal como indica su etimología, la palabra ermita proviene del latín eremita, por lo que inicialmente se podría considerar ermita cualquier lugar que albergue a un ermitaño.

Desde el siglo XVIII, en Europa y entre las familias nobles o acomodadas, el término de ermita se extrapoló a unas pequeñas construcciones que edificaban en los jardines de sus fincas, normalmente alejadas del inmueble o palacete principal, no estando dedicadas necesariamente al culto religioso. Su finalidad principal era simple: decorar y poder distanciarse para descansar, sin tener una mayor función arquitectónica, por lo que se las llamó folly, folie o capricho, también por su frecuente estética extravagante. (Nunca sabremos si el reposo en ellas era exclusivamente contemplativo o eran cobijos clandestinos de otros menesteres carnales).

Actualmente, se podría trasladar el concepto de eremita o asceta a la aspiración que nos invade en ocasiones de alejarnos de lo mundano, del trabajo y, en definitiva, del ruido, para poder explorar otras facetas del ocio vacacional que nos acerquen a un descanso también espiritual, al menos durante algunos días.

Las ermitas, capillas y santuarios, o únicamente los parajes privilegiados en los que se articula este ciclo de conciertos, son indudablemente un escenario perfecto para nuestro “santo capricho”. Sea cual sea.

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