bet365

Blanca Figuerola, la bióloga catalana que ha buceado en las islas más remotas del mundo

Biología marina

Es una de las pocas científicas del mundo que explorado el fondo marino de las islas Kerguelen, archipiélago francés situado entre la Antártida, Madagascar y Australia, a más de 3.000 km. de cualquier lugar habitado

DCIM\100GOPRO\GOPR3354.JPG

El programa francésPROTEKER estudia los impactos del cambio climático y la actividad humana en los organismos que habitan el fondo marino

Niels GINS

“Ha sido un sueño poder bucear en esas aguas tan alejadas de cualquier sitio habitado y descubrir los pequeños seres que viven en sus fondos”, afirma Blanca Figuerola, la bióloga marina catalana del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC). Ella es una de las pocas científicas del mundo que ha podido bucear en las islas Kerguelen, un remoto archipiélago francés situado en el océano Índico subantártico, entre la Antártida, Madagascar y Australia, a más de 3.000 kilómetros de cualquier lugar habitado.

La gran aventura científica en la que se vio inmersa Figuerola a finales del año pasado comenzó gracias a unos seres marinos a los que ha dedicado gran parte de su carrera científica: los briozoos, pequeños invertebrados acuáticos que viven en colonias como los corales. Son importantes por formar parte de la cadena alimentaria de animales como los erizos o los moluscos y porque forman con sus esqueletos hábitats que otras especies usan como refugio o para criar. A lo largo de su carrera, ya ha descubierto 21 especies nuevas y en esta última expedición ha logrado muestras que podrían ampliar esta lista: “Allí es muy probable hallar nuevas especies porque nadie antes los ha estudiado. Aun así, las condiciones extremas, como el agua a 3ºC y el viento frío, dificultan el muestreo y cada inmersión es una aventura”, explica ya desde su laboratorio, a la espera de que llegue el material científico. Y es que, aunque desarrolla ahora otras líneas de investigación en ecología y cambio global, procura no abandonar los estudios taxonómicos, esenciales para la conservación de la biodiversidad.

Allí es muy probable hallar nuevas especies porque nadie antes las ha estudiado. Pero las condiciones son extremas: agua a 3ºC y viento frío

Blanca FiguerolaBióloga marina
DCIM\100GOPRO\GOPR3380.JPG

El fondo marino de las islas Kerguelen es un ecosistema poco explorado por la ciencia

Niels GINS

Con cinco campañas antárticas en su haber, la investigadora reconoce que ser invitada a una expedición francesa a estos lejanos archipiélagos supuso un desafío. Era parte del programa francés , que estudia los impactos del cambio climático y otras actividades humanas en los organismos que habitan el fondo marino.

Las islas Kerguelen están declaradas reserva natural Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2019, pero aún son muy desconocidas. Fueron habitadas en el siglo XIX por pescadores y balleneros, que trataron de crear allí un estado con poco éxito; finalmente, acabaron en manos francesas en 1893, formando parte hoy de sus Tierras Australes y Antárticas. Un paraíso de 300 pequeñas islas e islotes ahora solo habitados por científicos y personal de apoyo que se van rotando en la base.

Lee también

“Me llamaron como experta en los brioozos, conocidos también como ‘animales musgo’ o ‘falsos corales’, porque se confunden con ellos o con algas. Suelen pasar desapercibidos, pero ya se conocen unas 6.000 especies y están en casi todos los mares y océanos, desde aguas superficiales hasta los 8.000 metros de profundidad”, nos cuenta la exploradora marina, que ha buceado en ecosistemas muy diversos, desde aguas tropicales hasta frías como la Antártida.

Su viaje hasta las Kerguelen no fue fácil. Desde París, un vuelo a la isla Reunión, en mitad del Índico, para allí embarcar en el buque oceanográfico francés Marion Dufresne, que da servicio a estas lejanas posesiones y cuenta con un helicóptero a bordo para poder desembarcar al personal en las bases científicas. La primera fase fue de seis días de singladura hasta el archipiélago de Crozet, también francés y subantártico, donde no pudo desembarcar por una alerta de gripe aviar (“Habían encontrado muchos elefantes marinos muertos”, comenta), epidemia que ha acabado extendida por la Antártida y toda la región subantártica. Desde allí, otros tres días hasta las Kerguelen. “No había cámara hiperbárica, necesaria cuando se produce un accidente de descompresión al bucear. Así que teníamos que planear muy bien las inmersiones, especialmente en aguas frías, dónde el riesgo es más elevado”, reconoce.

Es increíble sumergirse en aguas tan prístinas, aunque se pase frío incluso con un ‘traje seco’(...) Logré unas 200 muestras de 30 especies distintas

Blanca FiguerolaBióloga marina
DCIM\100GOPRO\GOPR3607.JPG

Las islas Kerguelen se encuentran a más de 3.000 kilómetros de cualquier lugar habitado

LEAF ARVIE

El primer mes lo pasó buceando en este archipiélago, un lugar tan ventoso que su zona eólica se ha bautizado la de los ‘Cuarenta Bramadores’. Allí convivía en una base científica inaugurada en 1951, fecha desde la que se recogen datos. “Es increíble sumergirse en aguas tan prístinas, aunque se pase frío incluso con un ‘traje seco’. Es aún peor para quienes, como yo, recolectamos muestras y permanecemos tiempo inmóviles, pero al final merece la pena: conseguí unas 200 muestras de al menos 30 especies distintas”. Con inmersiones de 40 minutos hasta los 20 metros de profundidad, los peores momentos llegaban después de bucear, cuando debía esperar en el barco a que los otros compañeros completaran la segunda inmersión, dado que por seguridad nunca buceaban todos a la vez. “Así, si alguien tiene un problema, siempre hay otros que pueden ir a su rescate”. Además, algunos puntos de buceo estaban a más de una hora de la base, un trayecto especialmente gélido cuando el viento soplaba con fuerza.

Para conseguir sus preciados briozoos, Figuerola se movía entre densos bosques de algas kelp de varios metros de altura, una auténtica maraña en la que a veces se quedaba enredada. Recuerda con emoción la noche que bucearon con focos y se toparon con crías de elefantes marinos. Afortunadamente no estaban sus padres, que pueden ser agresivos. “Son lugares de una biodiversidad impresionante de la que se conoce poco. Es un privilegio colaborar en aumentar ese conocimiento tan necesario para poder comparar esos lugares con otros donde nuestros impactos son mucho mayores”, argumenta.

DCIM\100GOPRO\GOPR3380.JPG

Una cría de elefante marino

Niels GINS

No obstante, los hay también en estas islas perdidas del sur del Índico: en el pasado se introdujeron especies invasoras, como gatos, roedores, conejos e incluso renos, que ahora se tratan de controlar o eliminar. También ha llegado el cambio climático: científicos de la Universidad de Cambridge han publicado que las temperaturas en ese archipiélago han subido entre 0,8º y 1,7º C en los 70 años que lleva controlándose. “En los ecosistemas marinos, los estudios de biodiversidad nos permiten detectar cambios ambientales y la presencia de especies invasoras. Los briozoos colonizan superficies naturales como algas, pero también artificiales como los plásticos, lo que les permite viajar miles de kilómetros adheridos, ya sea con las corrientes marinas por el viento. En algunos casos, pueden ser especies invasoras, como algunos que hemos identificado en la Antártida.

Es un mundo que está en la frontera con el antártico, pero aún más inaccesible, así que da mucho respeto. Pero eso ha permitido su preservación

Blanca FiguerolaBióloga marina

La aventura científica de Figuerola, en la que en total navegó unos 10.000 kilómetros, continuó después hacia la isla San Paul, donde no pudo bajar por mal tiempo, y la isla Amsterdam, descubierta por Juan Sebastián Elcano en 1522 y durante décadas habitada solo por náufragos. “Allí las aguas son más cálidas y se bucea entre grandes grupos de langostas, además tiene una especie de albatros única”. Por desgracia, al poco de regresar, Amsterdam sufrió un devastador incendio y casi la mitad de su territorio fue devastado. En medios franceses se ha atribuido a la sequía que se arrastraba desde el verano austral anterior, pero no se sabe con certeza. Debido a esta catástrofe, todos los científicos fueron evacuados en un pesquero de langostas.

En el caso de la bióloga catalana, tras dejar esta segunda base científica, donde está una de las dos únicas estaciones de investigación del mundo donde se miden gases de efecto invernadero, y tras 15 días a bordo por tareas de logística del buque, regresó a la civilización como había ido, vía isla Reunión. “Es un mundo que está en la frontera con el antártico, pero aún más inaccesible, así que da mucho respeto estar allí, confiando que no pase nada grave. Pero eso ha permitido su preservación, así que es duro pensar que ya estamos viendo impactos como la gripe aviar”.

De vuelta a la sede del ICM en Barcelona, y a la espera de sus muestras, Figuerola ya está inmersa en otros proyectos, entre ellos CABALGA, un programa de restauración de corales y Posidonia que dirige en Baleares, Galicia y la costa catalana, donde también se monitorea el éxito de la restauración en años anteriores.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...