La industria del petróleo produce grandes cantidades de aguas residuales durante el proceso de extracción, que contienen compuestos peligrosos naturales presentes en el agua subterránea como el arsénico y el benceno, dos sustancias cancerígenas. Con el auge de la fractura hidráulica, también conocido como fracking, estos vertidos, de difícil eliminación para las empresas, se multiplicaron. En Estados Unidos, como en la mayoría de los países productores de hidrocarburos, existen normas para que se desechen sin contaminar ríos y arroyos. La administración de Donald Trump pretende flexibilizar esta regulación, ampliando la zonas de descargas y explorando “nuevas oportunidades” para su reutilización. “Básicamente permitirá la eliminación barata de lo que es material muy peligroso”, denuncian los expertos.
La revisión de la regulación sobre las aguas residuales de la industria del petróleo y gas forma parte de una batería de medidas que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) ha anunciado para “impulsar la energía del país, revitalizar la industria y reducir el coste de los hogares”. En total, son 31 las protecciones ambientales que el nuevo director, Lee Zeldin, va a flexibilizar. “31 acciones históricas para impulsar la gran recuperación estadounidense”, celebró al anunciar el giro desregulador de la agencia.