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“Merci, madame”

En esta época es costumbre escoger una palabra que defina el año que acaba o que destaque algún aspecto de especial relevancia. Ya se han hecho públicas unas cuantas: dana, polarización o brain rot, que es la podredumbre cerebral a causa del exceso de exposición a las pantallas... Las cuatro letras de dana sintetizan todo el sufrimiento de la tragedia en Valencia. Pero de los términos que los medios y los diccionarios han elegido como palabra del año, no he visto ninguno que represente uno de los temas más desgarradores del 2024: el caso Pelicot.

La barbarie que ha destapado la investigación y el juicio posterior no se pueden resumir en una sola palabra, aunque podemos decir que las revelaciones que hemos conocido nos han llenado de rabia e impotencia . Nos ha conmocionado saber que el presunto marido perfecto era en realidad un monstruo, que no merecía la confianza depositada en él. Nos han indignado la complicidad y el silencio que practicaron los otros cincuenta violadores (¡se dice pronto!) que colaboraron con el instigador principal en la brutal y continuada agresión sexual. Pero ninguna de estas palabras refleja por sí sola el sufrimiento de Gisèle y la depravación de Dominique y los otros cincuenta (sin contar los que quedan por identificar).

FILE - A woman holds a placard that reads,

Aurelien Morissard / AP

Lo que sí reúne toda la fuerza y coraje de Gisèle es la frase que ya se ha convertido en lema y se pinta en paredes y pancartas: “La vergüenza tiene que cambiar de bando”. Pero es una frase demasiado larga para tenerla en consideración en las votaciones como palabra del año. Queda excluida solo por un defecto de forma, pues, en su contexto, no requiere añadido alguno. No puede ser más expresiva y contundente. No puede representar de manera más clara el objetivo de la lucha de Gisèle. Una lucha que no se queda (no quiere quedarse) en su caso particular, quiere ser fuerza y energía para otras mujeres y sobre todo tiene el objetivo de poner el foco en la denuncia contra la sumisión química. Esta misma semana aparecía la noticia de un chat de Telegram donde más de 70.000 hombres compartían consejos sobre cómo sedar y violar a mujeres. La podredumbre del cerebro.

De viva voz a las puertas del juzgado de Aviñón para acompañar a Gisèle o en la intimidad de nuestras casas le hemos dicho: “No estás sola”; sin embargo, ¿vamos a ser capaces de dar a su lucha el eco que se merece? Y, sobre todo, ¿esta sociedad sabrá hacer que esas barbaridades no vuelvan a ocurrir? Este sí sería el verdadero homenaje. De momento, como rezaba la portada del periódico ’HܳԾé con una foto de Gisèle: “Merci, madame”.

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