Y ahora, Alemania. Las elecciones del 23 de febrero nos dirán qué dirección toma el país germano, que, si no hay sorpresas de última hora, dará un volantazo a la derecha con la previsible victoria de Friedrich Merz, candidato de la CDU, y la efervescencia de los neonazis de AfD. La duda reside en saber si el rapapolvo que Merz recibió de Angela Merkel por aceptar votos de los neonazis en su cruzada antiinmigración le ayudará a recordar las raíces democristianas de su partido o, siguiendo las prácticas de las derechas autoritarias, se abonará a la persecución de los inmigrantes para tapar sus propias vergüenzas y cohesionar a la población en tiempos de incertidumbre.

Decía hace unas semanas Xavier Melero en estas páginas que Merkel acabó con Europa con la decisión de abrir las fronteras durante la crisis de los refugiados del 2015. Melero, asemejando a Merkel con una “vendedora de biblias” por su vestimenta, concluía que la alemana dinamitó su carrera política con su decisión de acoger a aquellos refugiados que eran masacrados por el autócrata Orbán. Lo que hizo Merkel no fue más que seguir su conciencia y raíces cristianas y ser coherente con los valores fundacionales europeos. Pero además había una explicación económica. Alemania, que como Europa tiene un problema gravísimo de envejecimiento de la población y baja tasa de natalidad, necesitaba, necesita, inmigrantes. No se trató solo de ética. Fue también una decisión económica para preservar el Estado de bienestar y garantizar trabajadores a un país con oferta de trabajo menguante.
El gran error de Merkel fue una política económica fallida que la invasión rusa de Ucrania ha dejado al descubierto. Paradójicamente, la canciller que exprimió los países del sur con una austeridad inclemente observa ahora cómo la locomotora de Europa que ella pilotó durante 16 años está agarrotada. Y ella tiene buena parte de responsabilidad de la debilidad germánica: no acometió ni una reforma estructural, no cuidó las infraestructuras y lo fio todo al superávit comercial y fiscal, basado en la demanda de China y el uso del gas ruso. Esos son los verdaderos errores de una Merkel que, pese a su mal desempeño económico, con su ética y valores les da mil vueltas a Merz y a la derecha populista hegemónica hoy en Europa y en el mundo.