-Fuck off, vecino, ¿ha dormido bien?
-Fuck off, jefe, me gustaría pedirle un aumento de sueldo.
-Fuck off, amigo. ¿Tomamos algo?
Un intenso debate ha inundado las redes sociales en los últimos días. Hay quien está intentando defender que el “fuck off” que pronunció Jude Bellingham el sábado en el partido de Liga contra el Osasuna no fue una expresión grosera. En la era del blanqueo, donde ya se está empezando a decir que el franquismo o el nazismo no fueron regímenes tan malos (perdonen la comparación, pero, aunque parezca increíble, esto está ocurriendo en las redes sociales), hay momentos en los que hay que pararse y decir: no todo vale.

Vaya por delante que el árbitro que expulsó a Bellingham no estuvo muy fino y defendió que lo que había afirmado el jugador inglés era “fuck you”. Sí, Munuera Montero no acertó. Pero ambas expresiones son groseras, aquí y en la China popular, que diría Carod Rovira. Y no deberían permitirse en un campo de fútbol ni en la vida en general.
Hay programas deportivos que, incluso, han invitado a profesores de inglés a explicar la diferencia entre dos términos soeces
El fútbol es, en efecto, un reflejo de la vida. Es pasional y, por tanto, el debate ha sido profundo en el patio digital. Hay programas deportivos que, incluso, han invitado a profesores de inglés a explicar la diferencia entre dos términos soeces. El objetivo era defender que pueden llegar a ser una expresión coloquial en un momento de máxima tensión, como es un partido de fútbol. “Me gustaría ver qué hace la tal Stephanie cuando un alumno le diga ‘fuck off’ en clase”, respondió el histórico @Llourinho en X.