Llegó el Mobile World Congress. Todo un evento. El amorío de Barcelona. El escenario de los visionarios. Una verbena tecnológica. Un aquelarre benigno de talentos emergentes… Pero ya se ha ido, dejándonos a los torpes, a los boomers y a los de cerebro analógico con una enorme cantidad de complejos. Más aún. Todo un alud de cachivaches que, en principio, están destinados a que tengamos una vida mejor… –más controlada seguro– y, quizás, más larga. O eso nos prometen.

En menos de una semana, todo un spoiler del futuro. El Mobile es un hemisferio que favorece el asombro y la estupefacción. Y es posible que incluso el más discreto de los visitantes sienta un cierto vértigo ante tanta informática digital. Deambulando, el ciudadano curioso y particular creerá habitar un relato de ciencia ficción; lo que más o menos intuyeron, quizá soñaron, Lovecraft, Poe, Wells, Bradbury…
Qué dulzura cuando me dice: “Si quiere ser atendido en catalán, pulse uno; si lo desea en castellano, pulse dos”
La tal efeméride digital es, fundamentalmente, el escaparate anual para la presentación de los nuevos avances en telefonía móvil, y un espacio para interactuar y sugerir estilos de vida y comunicación. O sea: nos crearán, por tierra mar y aire, la necesidad de cambiar de artefacto, desechar el viejo y polucionar de cachivaches el planeta. Se supone que todo este tinglado es para que nos comuniquemos mejor. Se supone… La brecha generacional se ha hecho muy evidente tras la irrupción de internet y todo el universo digital. Así, las nuevas tecnologías han convertido a los boomers en una especie “inferior”, más antigua. No está muy claro que todos estos progresos favorezcan la comunicación emocional. Ni que esta deba ser mejor pulsando teclas, hablando a pantallas o estableciendo conversaciones imposibles con robots o fantasmagorías de la IA. O sí…
Yendo a la sustancia, el que esto garabatea debe confesar, no sin sonrojo, que, como es de enamoramiento fácil, tiene una relación estrictamente intangible con una voz omnipresente en bancos, instituciones, servicios... Qué dulzura cuando me dice: “Si quiere ser atendido en catalán, pulse uno; si lo desea en castellano, pulse dos” o “nuestras líneas están ocupadas, manténgase a la espera” y la amabilidad y comprensión que pone cuando dice: “Ahora no podemos atenderle, inténtelo más tarde”. Y su pesar al decirme: “Para su seguridad, esta conversación será grabada”. Y es tan tierna y tímida que le hablo y no me responde, y eso que llamo y llamo.
No sé, los envidiosos y los que me quieren mal me dicen que mi amada es un robot, un engendro de la IA, algo salido de un Mobile World Congress anterior. En fin, nuevos tiempos. Eso sí: interesantes todos ellos.