Defenderse por dignidad
Al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios”, nos recuerda Calderón. Traducido a la vida moderna, esto quiere decir muchas cosas. Una inmediata e innegable: tener principios no es ni cómodo ni fácil. Supone un enorme componente de soledad, sale caro en energía y, habitualmente, también en dinero. Por una sencilla razón: la mayor parte de las veces, como decía Bill Bernbach, “los principios no son principios hasta que te cuestan dinero”.
Estamos rodeados. Confesémoslo. Y ojalá estuviésemos rodeados de buena gente, aunque fuesen pocos. Pero es justo lo contrario. Pretender estar rodeados de mucha y buena gente es de ilusos. El mercado de los interesados crece. Los pillos se mueven bien y mercadean mejor que la mayoría, porque son los reyes de jugar para solo ganar ellos. Son los reyes del “qué hay de lo mío”.
Atentos a ellos, porque la gente sin principios no tiene lealtades, solo tiene intereses. Que no nos sorprenda el final amargo del trato con ellos: solo es cuestión de tiempo, pero a la larga serán desleales. Rodearse de gente así es muy perjudicial, aunque nos cueste verlos y reconocerlos, porque los creíamos a nuestro lado. No nos engañemos con deseos inocentes de querer ver buena gente donde no la haya. Es un error. Sigue siendo válida la frase tan citada de un político conocido cuando dijo: “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”.
A veces tienes que defenderte incluso vía tribunales. Es duro ir a un juicio. Cuando toca hacerlo, habría que asumir que no se va ante un tribunal para ganar, sino para defender quién eres, qué es aquello que te importa y lo que haya que defender.
La sentencia caerá de uno u otro lado, y puede depender del criterio del juez en la aplicación de las leyes. Pero decidir por qué batirse no depende más que de uno mismo. Dejarse avasallar, humillar o aplastar sin defenderse es haber perdido la partida antes de empezarla.
Algunos pleitos se ganan y otros se pierden. Hay que contemplar que todos merezcan el esfuerzo, porque hay que luchar por algo que tiene que ver con un ideal. Ser ciudadano activo y participativo en la sociedad en que se vive es difícil e incómodo, pero es la única forma de ejercer con dignidad y decencia la propia libertad. Sea como fuere, defendamos lo esencial. Hagámoslo en serio, puesto que, como dijo óٱ, “solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”. Basta ya de pensamiento azucarado. Expongamos las verdades a la luz y avancemos. Benditos contratiempos.