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España y el ejército europeo

Desde que la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca evidenció que Europa ya no podía contar con el paraguas estadounidense para su defensa y que EE.UU. se alineaba claramente con las posiciones rusas en la guerra de Ucrania, los movimientos en las capitales europeas han sido constantes para asumir esta nueva realidad, buscar fórmulas alternativas para poner en marcha una estrategia de defensa y seguridad europea y seguir apoyando al presidente Zelenski en el conflicto bélico con Rusia.

Primero fue la cumbre convocada a principios de marzo en Londres por el premier Keir Starmer –recordemos que el Reino Unido no forma parte de la Unión Europea–, en la que se alumbró una coalición para aplicar un futuro acuerdo de paz para Ucrania. Luego, un Consejo Europeo bendijo el plan para movilizar 800.000 millones de euros para el rearme comunitario. Y anteayer, en París, los países aliados de Kyiv evaluaron la posible disuasión para Ucrania, que de entrada pasaría por el envío de una misión franco-británica a ese país para estudiar dónde y cómo desplegar una futura fuerza que garantice un alto el fuego.

Todos estos movimientos y decisiones no tienen la unanimidad de los socios comunitarios. Hay visiones distintas sobre la implementación del rearme europeo –incluido el nombre de la cosa– y sobre el envío de tropas a Ucrania. La percepción del peligro sobre una eventual futura agresión rusa a algún país de la UE es muy distinta según la distancia kilométrica que nos separe de la frontera con Rusia. Según el último Eurobarómetro, los españoles somos los europeos menos preocupados por la defensa y la seguridad, y el insólito vídeo del kit de supervivencia presentado por Bruselas incluso ha sido rechazado por el Gobierno español, calificándolo de alarmista.

Sánchez defiende un ‘soft power’ europeo basado en la tecnología en materia de seguridad

Pedro Sánchez ha afirmado reiteradamente que no le gusta “en absoluto” el término rearme en el nombre del plan anunciado por la Comisión Europea. El presidente defiende que España puede impulsar un salto tecnológico europeo en defensa y, el pasado miércoles, afirmó en el Congreso que presentará en junio sus planes en esta materia. Un anuncio que además le permite ganar tiempo porque el Ejecutivo no tiene el apoyo de una mayoría parlamentaria ni un proyecto de presupuestos.

Su posición es delicada. Por un lado, tiene el compromiso adquirido con la UE y con la OTAN de aumentar antes del 2029 hasta el 2% del PIB el gasto destinado a seguridad y defensa. Pero el jueves la Moncloa, molesta, se apresuró a corregir unas declaraciones del secretario general de la Alianza, Mark Rutte, que dijo que España quiere llegar a ese porcentaje este verano. Y, por otra parte, su soledad parlamentaria es evidente, como se vio en esa comparecencia ante el Congreso para explicar la estrategia española en rearme y seguridad.

Una estrategia que quedó en el aire, pues el presidente se limitó a ganar tres meses de tiempo. Sí afirmó su compromiso de aumentar la inversión en defensa y seguridad sin tocar un céntimo del gasto social, en un claro guiño a la izquierda. Sin disponer de nuevos presupuestos, el Gobierno necesitará tirar del fondo de contingencia o de transferencias de fondos de otros ministerios. Por eso Sánchez quiere que sea la UE quien financie el grueso del incremento de la inversión en defensa a través de la emisión de deuda conjunta o las transferencias de dinero a los estados a fondo perdido. Y un tercer problema para Sánchez es romper la oposición de su socio de gobierno, que hasta pide salir de la OTAN. Con todo, las diferencias sobre este tema difícilmente abrirán una vía de agua en la coalición.

El Gobierno, crítico con el alarmismo de Bruselas, es reacio a enviar tropas españolas a Ucrania

El Gobierno español, como los de otros países del sur europeo, en especial Italia, es muy reacio al envío de tropas a Ucrania. Lo mismo ocurre en Alemania, Polonia, Suecia y Chequia. Ayer, en un encuentro con empresas españolas del sector de la defensa y la seguridad y del ámbito aeroespacial y de las telecomunicaciones, Sánchez insistió como alternativa, como ya hizo en el Congreso, en la creación de unas fuerzas armadas europeas, un ejército común que posibilite una mayor capacidad de disuasión y de influencia en el nuevo orden internacional. Un objetivo, a día de hoy, imposible, porque exigiría desarrollar una coordinación entre países que ahora mismo no existe.

Sánchez parece apostar por una tercera vía al rearme. Defiende un soft power europeo con menos militarismo y más tecnología e industria de seguridad, envuelta en un alineamiento europeísta contrastado. Un equilibrio para, por un lado, seguir teniendo argumentos sólidos cuando se sienta con sus homólogos europeos y, por otro, intentar que sus socios de coalición y de investidura le apoyen los compromisos salidos de Bruselas.

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