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La geopolítica de los aranceles

Los aranceles anunciados el miércoles por el presidente Donald Trump han recibido el rechazo unánime de todo el mundo. Desde China hasta la Unión Europea, pasando por India, Australia, Taiwán, Japón o Corea del Sur, la comunidad internacional coincide en que la Casa Blanca ha iniciado una guerra comercial global que no beneficia a nadie, abre una nueva era en las relaciones internacionales y crea un abismo entre EE.UU. y sus hasta ahora aliados.

Trump cree que estos aranceles –calculados con un método “matemático” sui generis – servirán para estimular la producción nacional y crear empleos en el sector manufacturero, recaudando unos 600.000 millones de dólares anuales. Pero la mayoría de analistas opina que encarecerán el coste de la vida para los estadounidenses y son una seria amenaza de recesión económica. Los aranceles suponen no solo una reconfiguración del orden económico planetario, sino también una sacudida profunda a la geopolítica global, tal como se había entendido hasta ahora.

Trump ha hecho saltar por los aires el libre comercio con su proteccionismo y aislacionismo, y tanto sus aliados occidentales como sus socios comerciales llevaban días preparándose para el impacto de estas medidas. Ayer, la opinión generalizada en la comunidad internacional fue, tras criticar con dureza los nuevos aranceles, evitar –como hicieron la UE y China– una respuesta en caliente e intentar seguir manteniendo una puerta abierta a la negociación con Washington. Pero, en paralelo, ultimar las contramedidas de reciprocidad a los productos estadounidenses.

Trump utiliza las tarifas como arma de presión negociadora y lograr más ventajas para EE.UU.

El castigo que Trump aplica con sus aranceles puede suponer un giro significativo en la relación que muchos países han mantenido hasta ahora con EE.UU., lo que a su vez puede cambiar las relaciones internacionales y el juego de alianzas futuras. Un ejemplo es la posibilidad, que cada vez cobra más cuerpo, de que la Unión Europea, ante el choque con EE.UU., decida buscar otros mercados comerciales, desde India hasta Canadá, y en ese escenario China desempeña un papel fundamental y decisivo. Un mayor acercamiento entre la UE y el gigante asiático tendría consecuencias no solo económicas, sino también políticas. La profundización de la guerra comercial abre paso a consolidar la multipolaridad y el eje euroasiático como un polo de poder emergente que aumente su incursión en territorios aun dominados por Washington. No son pocos los que ven la posibilidad de convertir la nueva situación en una oportunidad para diversificar los mercados, las alianzas locales y regionales y las inversiones que hasta ahora tenían como objetivo Estados Unidos.

En esta guerra desatada por Trump, el conflicto comercial se mezcla con otros temas geopolíticos. En Europa, los problemas de la defensa y la seguridad no son ajenos a este nuevo escenario. Precisamente ayer, los ministros de Exteriores de los países de la OTAN se reunieron con el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, quien aseguró que su país no abandonará la Alianza, pero a cambio exigió que todos los países miembros se comprometan a llegar al 5% del PIB en gasto militar. Otra amenaza indirecta sobre la mesa, aunque expresada más diplomáticamente.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha asegurado que la UE está lista para responder con un paquete de contramedidas. Aquí será fundamental la unidad de los Veintisiete, pero sobre todo de los big five europeos, y en especial la posición de Italia, cuya primera ministra había comulgado hasta ahora con las posiciones de Trump y que ayer calificó de “erróneos” los aranceles. Los movimientos van a ser continuos. El presidente Pedro Sánchez ya avanzó ayer que el Gobierno español movilizará 14.100 millones de euros para proteger a empresas y trabajadores y mitigar los impactos negativos de esta guerra comercial.

El gran objetivo de la subida de aranceles es intentar frenar el progresivo avance chino

Los aranceles trumpistas son un intento de reposicionamiento táctico de EE.UU. en el marco estratégico de su dominio mundial en declive. Pero la gran motivación geopolítica de estas tarifas sigue siendo China, su adversario global. El objetivo es intentar contener a una potencia en ascenso que es una seria amenaza para los intereses de Washington y que se le estaba colando por la puerta ­trasera.

Trump utiliza los aranceles como herramienta geopolítica para negociar y obtener ventajas estratégicas y comerciales. Son un instrumento que tiene costos y beneficios, y no está claro qué beneficio puede justificar aplicar al mundo entero un arancel del 10%, particularmente si el mundo toma represalias.

En el caso de Europa, elevan una tensión ya existente entre EE.UU. y la UE en el terreno geopolítico y militar, por las diferencias sobre la guerra en Ucrania y el papel de la OTAN.

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