El único sector de la población adulta de Estados Unidos que no se inmuta ante el caos que el maligno niño dios de la Casa Blanca extiende por el mundo es la base MAGA. Ellos le seguirán apoyando, como bien dijo él una vez, aunque cometiera un asesinato a la luz del día en la Quinta Avenida de Nueva York.

Un par de datos que podrían contener una reveladora casualidad. Primero, los analistas políticos de aquel otrora gran país coinciden en que la susodicha base comprende aproximadamente el 30% de los votantes. Segundo, The New York Times contaba el viernes que según un estudio reciente el 30% de los estadounidenses “leen al nivel que uno esperaría de un niño de 10 años”. O sea, que cada tercera persona que te encuentras en la calle durante un paseo por, digamos, Dallas sufre para poder descifrar el significado de un texto elemental.
Igualito que el propio Donald Trump, que, como es bien sabido, no ha sido capaz de leer ni un libro
en toda su larga vida. No olvidemos otra de sus famosas frases: “Amo a los incultos”.
Que los ocho mil millones de habitantes de nuestro planeta estén a merced de los caprichos de un analfabeto con problemas letales de salud mental (psicopatía) representa un momento interesante –sin precedentes, me atrevería a decir– en la historia de la humanidad. La cuestión es si deberíamos ponderar la posibilidad de un suicidio masivo, de alzar la bandera blanca en reconocimiento de nuestro fracaso como especie, o si existe posibilidad de consuelo, incluso de esperanza.
Yo me inclino por la segunda opción, aunque sea solo por el hábito al que me aferro (cada día con mayor dificultad, lo reconozco) de transitar por la vida con optimismo. La alternativa es menos placentera y, al final, nos morimos.
Las buenas noticias:
–Tres podcasters que entre todos tienen una audiencia de 25 millones y hasta ahora habían sido pro Trump a muerte han criticado duramente su política de aranceles. En uno de los casos, al tipo se le abrieron los ojos porque dijo haber perdido 20 millones de dólares en las bolsas. O sea, ningún criterio moral, ni de buen gusto, solo dinero.
Elon Musk ha propuesto una zona de libre comercio entre Estados Unidos y Europa
– The Wall Street Journal, el diario serio más de derechas de Estados Unidos, ha estado lanzando durísimas críticas a Trump no solo por lo estúpidos que son sus impulsos económicos, sino por la crueldad de las deportaciones de inmigrantes que ha ordenado y el sinsentido de sus actitudes destructivas hacia los aliados canadienses y europeos. El diario de Rupert Murdoch denunció “la tonta, muy tonta guerra comercial” que Trump había iniciado.
–Varios inversores neoyorquinos multimillonarios que habían apoyado la campaña presidencial de Trump con dinero se están arrepintiendo. Uno de ellos, Bill Ackman, había dicho el pasado diciembre: “Estamos a punto de ver la administración más pro Estados Unidos, más pro crecimiento, más proempresarial de mi vida adulta”. Este mes, tras el fiasco arancelario, declaró: “No creo que esto haya sido previsible. Supuse que la realidad económica sería el principio de acción de la Casa Blanca”. El señor Ackman sabrá de números, pero su capacidad de juicio es, aparentemente, cero.
–Los congresistas y senadores republicanos se convirtieron hace años en fieles perritos falderos de Trump. Por utilizar una frase favorita del presidente, le han estado “lamiendo el culo”. Media docena de ellos, suficiente para cambiar los resultados de los votos en la legislatura, han empezado de repente a expresar dudas sobre su amo. Ted Cruz, el republicano y hasta ahora fanático trumpista senador de Texas, advirtió la semana pasada que Trump amenazaba con destrozar la economía de su país, lo que garantizaría “un baño de sangre” para su partido en las próximas elecciones importantes al Congreso, el año que viene.
–Eon Musk, el hombre más rico del mundo, teme la posibilidad de dejar de serlo por el impacto de su alianza con Trump en su principal negocio, los coches Tesla. No solo se ha declarado en contra de los benditos aranceles sino que ha propuesto una zona de libre comercio entre Estados Unidos y Europa. Y ha estado en conflicto abierto con Peter Navarro, el principal asesor comercial de Trump, al que ha tildado de “cretino” en X, antes Twitter, la red social que se regaló hace un par de años.
–E Financial Times esta semana reveló los resultados de encuestas que dicen que el 63% de los estadounidenses tienen una opinión negativa de la política económica de Trump, de lejos la cifra más alta en 50 años. Solo el 25% dijo creer que serían más prósperos de aquí al 2030. Y estas encuestas se hicieron antes de que Trump anunciara su guerra de aranceles contra el mundo.
Trump dio marcha atrás: vio que al intentar destruir el mundo corría el riesgo de destruirse a sí mismo
La suma de todo esto y más fue que el miércoles Trump dio marcha atrás en su política arancelaria, suspendiéndola durante 90 días para decenas de países, salvo China. En parte fue también porque, como todo bully cuando sus pretendidas víctimas se le enfrentan (en este caso principalmente Canadá y la Unión Europea), se hace caca en los pantalones. Pero ante todo se rindió porque de repente un rayo de realidad penetró su cerebro reptil y vio que en su intento de destruir el mundo corría el riesgo de destruirse a sí mismo, lo único que le importa en la vida.
Lo deprimente, pese a la feliz noticia de que tras 83 días de circo se están imponiendo límites al rey loco, es la motivación detrás de la rebeldía que empezamos a ver en su contra. Puro cinismo. Tanto Cruz, como Musk como los inversores financieros saben perfectamente bien que Trump es un personaje ridículo. Pero todos se hicieron la idea de que se iban a beneficiar en lo material de su presencia en la Casa Blanca.
Bueno. Algo es algo. Veremos si el fenómeno Trump será recordado como un grotesco interludio en la vida política de Estados Unidos o si el país volverá a la cordura. Hay motivos, insisto, para la esperanza. Aunque mejor, por las dudas, no fiarse. El resto del mundo civilizado haría bien en seguir cortando su dependencia económica y militar con un país en el que la decencia y la responsabilidad ocupan un segundo puesto detrás del interés económico. Allá, todo es money, money, money, un concepto de vida tan equivocado como infantil.