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Ahora lo entiendo

Ahora lo entiendo
Emilio del Río
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䲹íܱ solía quejarse abiertamente de que su época no se distinguía por ninguna calamidad pública, como guerras, pestes o terremotos, y deseaba que ocurriera una masacre de los ejércitos o una gran catástrofe, porque temía que su reinado cayera en el olvido por la prosperidad”. El historiador latino Suetonio no necesitó hipérboles: bastaba con contar lo que hacía 䲹íܱ en el siglo I d.C. para que pareciera inverosímil. El emperador que nombró cónsul a su caballo, que transformó su palacio en un prostíbulo imperial y que saludaba al público disfrazado de Venus o de Baco es, quizás, la más delirante síntesis de poder absoluto, delirio narcisista y espectáculo per­manente.

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump speaks, as he signs executive orders and proclamations in the Oval Office at the White House in Washington, D.C., U.S., April 9, 2025. REUTERS/Nathan Howard/File Photo

Donald Trump en el despacho oval

Nathan Howard / Reuters

䲹íܱ no duró mucho como emperador –apenas cuatro años– pero lo suficiente para que Roma descubriera que un loco con poder absoluto no solo es un peligro, sino también un imán para la plebe. Porque 䲹íܱ no cayó por ridículo, sino por insoportable: cuando los senadores, el ejército y hasta sus propios guardias se hartaron de su furia caprichosa, lo asesinaron a cuchilladas en un pasillo del teatro. Tenía 28 años. John Hurt nos dio su imagen en la inolvidable serie Yo, Claudio de la BBC, a partir de la novela magistral de Robert Graves.

Los padres fundadores de Estados Unidos se inspiraron en la república romana. El modelo de George Washington fue Cincinato. Querían una Roma sin monarcas, una república sin tiranos. No podían imaginar que, dos siglos más tarde, un día se despertaría el país con un 䲹íܱ pelirrojo tuiteando desde el despacho oval.

Los padres fundadores de EE.UU. no podían imaginarse un 䲹íܱ pelirrojo en el despacho oval

Siempre me he preguntado cómo podían los romanos soportar a un tipo así. O a otros emperadores como ó o Cómodo. Cómo sobrevivían las instituciones, cómo no se rebelaba el pueblo, cómo no ardía el Senado. Pero ahora lo entiendo. Porque el problema no era solo 䲹íܱ. El problema eran los que lo aplaudían, los que se dejaban seducir por sus excesos, sus espectáculos, sus ocurrencias, sus pro­mesas imposibles.

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Emilio del Río
Ukrainian soldiers fire at Russian positions from a U.S.-supplied M777 howitzer in Ukraine's eastern Donetsk region Sunday, Oct. 23, 2022. (AP Photo/LIBKOS)

Durante mucho tiempo pensé que la ­democracia blindaba a las sociedades contra personajes así. Hasta que apareció Trump. Un tipo que insulta, miente, se victimiza, ataca al poder judicial y la libertad de expresión, se presenta como mesías. Un tipo macarra y chabacano (en esto es producto de nuestra era), que presume de que los líderes de otros países le llaman “para besarme el culo”. Pero lo más inquietante no es él. Es que millones de ciudadanos lo votan. Lo siguen. Lo aplauden.No es que aguanten a Trump. Es que lo han elegido.

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