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Putin exhibe aliados y músculo militar

Si existe alguna fecha sagrada en la liturgia nacionalista y patriótica antes soviética y ahora rusa es, sin duda, el 9 de mayo. Es el día en el que el desfile de la Victoria recuerda el final de la Segunda Guerra Mundial y el triunfo sobre la Alemania nazi. Este año se cumplen 80 de aquel acontecimiento histórico. El presidente ruso, Vladímir Putin, no podía dejar pasar esa celebración tan simbólica en una fecha tan redonda sin aprovecharla para sacar pecho, mostrar la fortaleza del ejército ruso –pese a su desgaste por la guerra en Ucrania– y, sobre todo, para convertir la efeméride en un gran escaparate propagandístico. Se trataba de mostrar al mundo que Rusia y su líder máximo tienen el apoyo de importantes socios y aliados internacionales. El mensaje era claro: Rusia no está aislada después de la invasión de Ucrania en el 2022.

El día de la Victoria ha sido utilizado cada vez más por el Estado ruso como ideología de creación identitaria, pero especialmente en las dos últimas décadas, desde que Putin está en el poder, el Kremlin ha optado por “militarizar” esta celebración y convertirla en un instrumento de movilización para el régimen que sirva para unir al país. El Estado pretende demostrar su fuerza y legitimidad estableciendo un paralelismo histórico entre aquella URSS vencedora de la Segunda Guerra Mundial y el actual Gobierno ruso.

Putin no dudó ayer en sacar músculo al afirmar, dirigiéndose a los soldados participantes en el desfile, que “la verdad y la justicia están de nuestro lado”. Presumió de su influencia y del potencial militar de su ejército. Y utilizó de nuevo uno de los argumentos empleados para justificar su agresión a Ucrania –la lucha por la desnazificación– para expresar su sentimiento de orgullo por la valentía y tesón de las tropas que participan en la “operación militar especial”, que se ha convertido en la lucha existencial rusa contra enemigos lejanos. Cabe recordar que Rusia ha sufrido en Ucrania casi un millón de muertos y heridos.

El presidente ruso se rodea de líderes afines para mostrar que Rusia no está aislada

Mientras en los países occidentales no hubo una celebración conjunta, Vladímir Putin ha querido dar este año al acto el mayor carácter internacional posible, y por eso ha invitado a los líderes de aquellos países que, durante estos años de aislamiento occidental debido a las sanciones por la guerra de Ucrania, han seguido no solo manteniendo las relaciones políticas con Rusia, sino que alguno de ellos, como la República Popular China, le han prestado una inestimable ayuda económica.

Así, en la plaza Roja de Moscú estuvieron ayer poco más de una veintena de líderes mundiales que, como Putin, abogan por un nuevo orden mundial alternativo y no dudaron en mostrarle su apoyo. La joya de la corona para el líder ruso era, sin duda, la presencia del presidente chino, Xi Jinping. El día anterior, él y Putin habían sellado de nuevo en el Kremlin su relación “sin límites”, reafirmando su cooperación en diversos proyectos y criticando el expansionismo de la OTAN. No se olvidaron tampoco de condenar las aspiraciones de Occidente a mantener su hegemonía mundial. Su alianza supone también el fracaso de EE.UU. por intentar generar tensiones entre ambos países.

También estuvieron en la tribuna moscovita representantes de países que tradicionalmente han sido fieles escuderos ideológicos de Rusia, como Bielorrusia, algunas repúblicas asiáticas exsoviéticas, Venezuela, Cuba, Egipto y Vietnam. El único líder de una gran democracia parlamentaria asistente fue el presidente de Brasil, Luiz Iná­cio Lula da Silva. La presencia de Robert Fico, el primer ministro eslovaco prorruso, fue la única de un dirigente de un Estado de la Unión Europea.

Putin instrumentaliza la victoria en la Segunda Guerra Mundial para dar una imagen de fortaleza

El desfile era no solo un acto propagandístico sino también un escenario perfecto para mostrar la fuerza militar de Rusia y su monopolio del poder. Se trata de poner el foco en un acontecimiento histórico pasado que trasciende hasta nuestros días y sirve de justificación al régimen para iniciar guerras –el ciudadano siempre debe estar dispuesto para servir a la patria y morir por ella–, militarizar el Estado y tomar toda medida necesaria para reprimir a la disidencia y a la oposición política o mediática. El objetivo es vender la imagen de Rusia como una nación heroica, siempre amenazada por fuerzas externas.

El líder del Kremlin ya había roto su aislamiento diplomático en octubre del 2024, cuando acogió la cumbre del grupo de países de los Brics y, de hecho, ya consiguió una gran victoria política cuando, el pasado febrero, el presidente Trump le telefoneó, rompiendo el aislamiento occidental. Tras esa conversación, EE.UU. y Rusia iniciaron negociaciones para restablecer relaciones y Washington se alineó claramente con las posiciones rusas respecto de un alto el fuego en Ucrania.

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