* El autor forma parte de la comunidad de lectores de bet365
Desde que era un niño de 7 años, el Cerro El Plomo (5.424 msnm), con sus glaciares y su nieve eterna, me cautivó. Lo observaba desde la ventana de mi casa y soñaba con alcanzar su cumbre. Este deseo infantil se convirtió en un sueño que, del 27 al 29 de diciembre de 2024, logré materializar, transformándose en uno de los hitos más importantes de mi vida.
La preparación no fue sencilla. Siendo padre de dos maravillosos niños, Nico Chico de 6 años y Josefina de 2, el tiempo era escaso, pero encontré en ellos y en el amor de mi esposa, Ángeles, la motivación para seguir adelante. Mis entrenamientos fueron en cerros desafiantes -durante 13 meses- con pendientes pronunciadas, bajo el calor y la nieve, acumulando experiencia y fortaleza para enfrentar este ícono de la cordillera de los Andes centrales.
Gracias a Puma Adventures, liderada por el Vicho Verdugo y la Javi Vidal, conté con un equipo excepcional. Ellos no dejan nada al azar: fortalecen las cordadas y entregan confianza al expedicionario. Además, compartí esta aventura con una cordada inolvidable: Mauricio, Miguel Ángel, Poly y Nick, grandes compañeros en este desafío épico, además de Haima Toledo, también de Puma Adventures.
El viernes 27 comenzamos la travesía desde el centro de esquí La Parva hacia Piedra Numerada, un sector donde el verde y las flores contrastan con la dureza de las montañas. Al llegar, una tormenta de granizos nos recibió con truenos y relámpagos, que iluminaban el paisaje con su belleza inesperada.
Esa noche acampamos en Federación, al pie del imponente Cerro El Plomo, en un lugar cargado de historia: el hallazgo del Niño del Plomo, una ofrenda incaica al dios Inti, nos recordaba que esta montaña es más que un reto físico; es un vínculo con el pasado. Hicimos esta ruta, en vez de la tradicional por los cerros Falsa Parva, Parva y Pintor, para resguardarnos del mal tiempo que podía acecharnos por estos filos.

Acampada de camino al Cerro El Plomo.
El hallazgo del Niño del Plomo, una ofrenda incaica al dios Inti, nos recordaba que esta montaña es más que un reto físico
El sábado 28, a las 6:00 am, emprendimos el ascenso a la cumbre. El trayecto pasó por La Hoya, con su laguna que refleja el cielo, y nos condujo hasta el Refugio Agostini, a 4.600 metros de altura. Este punto fue una parada clave para reponer energías y prepararnos para enfrentar lo más desafiante del ascenso.
Desde allí, nos encaminamos hacia el “acarreo de la muerte”, cuya inclinación extrema desafía la resistencia de cualquier montañista. A medida que ganábamos altura, el clima se mantuvo perfecto: sol brillante, poco viento y un frío apenas perceptible. Antes de eso, hicimos el “traverse” en diagonal hasta el tramo final, donde pasamos por nieve y un poco de hielo.
A las 12:30 pm, alcanzamos la cumbre a 5.424 metros sobre el nivel del mar. Desde allí, la vista era indescriptible, un espectáculo de 360 grados que llenó mi corazón de gratitud y alegría. La coincidencia de encontrarme en la cima con Miguel Ángel Farías, un amigo de montaña que me ha acompañado en otros ascensos desde mayo, fue un detalle especial que reforzó el significado de este logro. Tras disfrutar de la cumbre, emprendimos el descenso, acompañados por niebla y nubes que añadieron un toque místico al regreso.

La nieve cubre el Cerro El Plomo.
El domingo 29, tras descansar en Federación, regresamos al centro de esquí La Parva. Nos esperaba una emotiva despedida y la certeza de haber cumplido un sueño. En la montaña, los problemas cotidianos se diluyen y se reemplazan por lecciones de vida. Este ascenso al Cerro El Plomo no solo fue la conquista de un sueño de infancia, sino también una reafirmación de que con amor, apoyo y perseverancia, todo es posible.
En la montaña, los problemas cotidianos se diluyen y se reemplazan por lecciones de vida

Noche en ruta al Cerro El Plomo.
Gracias a mi familia, a Puma Adventures y a mis compañeros de cordada por ser parte de esta experiencia inolvidable. El Cerro El Plomo siempre será un símbolo de mi capacidad para soñar y superar desafíos.
Termino con una frase del alpinista, Sergi Mingote (quien falleció el 2021 en el K2), leída en su libroA pulmón:
“Estamos muy felices, muy felices, pero no por la cumbre, sino por nuestras vidas. Vivir intensamente, sí, pero vivir...”.
¡Hasta la próxima cima!