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Me conmoví profundamente al recodar a las víctimas del Holocausto, el pasado 27 enero. Incluso llegué a sentirme avergonzado de pertenecer al género humano.
Los medios británicos destacaron sobremanera la espontánea y emotiva reacción del Rey Carlos III al cruzar las puertas de Auschwitz, en el 80 aniversario de su liberación por los soldados rusos.
Aunque la familia real británica ha sido instruida para no mostrar sus emociones en público, ésta no es la primera vez que el nuevo monarca muestra sus sentimientos en público. En un reciente acto conmemorativo, no pudo contener las lágrimas al recordar a los soldados británicos muertos en la Segunda Guerra Mundial. Su rostro mostró también una honda tristeza durante el funeral de su madre, la Reina Isabel II.
El merecido y sentido homenaje a las víctimas del Holocausto me hizo pensar además en el llamativo silencio de la mayoría de los medios británicos respecto al sufrimiento del pueblo palestino, causado en gran medida por los supervivientes del genocidio más abominable del siglo XX, así como la ligereza con la que muchos ingleses se han tomado la propuesta de Donald Trump de limpieza étnica de Gaza.
Soy consciente de que cualquier comunicación que involucre a Israel y Palestina puede a menudo dar lugar a malentendidos, emociones fuertes, sentimientos heridos, conflictos, ira y violencia. Debo confesar cierta preocupación a la hora de escribir este artículo.
Sin embargo, como profesional de la salud mental y ciudadano, tengo un deber ético de ir más allá de la relativa zona de confort de la práctica clínica y hablar en el ámbito social y político. También debo revelar dos posibles conflictos de interés:
- Por un lado, mi psicoanalista didacta, mi grupo-analista didacta, mis tutores clínicos y de investigación en la Clínica Tavistock de Londres, mis mejores amigos y muchos colegas de confianza son todos judíos. Israel está cerca de mi corazón.
- Por otro lado, estoy comprometido con el esfuerzo por la paz y creo que todos deberíamos trabajar más duro por conseguir la paz.
Siendo completamente honesto, creo que debería pedir disculpas a la comunidad árabe palestina. Trataré de explicar los motivos por los que afirmo esto.
A lo largo de cuatro décadas, he tenido el privilegio de tratar a muchos supervivientes del Holocausto judío y de verlos mejorar a través de la psicoterapia individual y de grupo.
A través del viaje que estos pacientes y yo emprendimos juntos, ha habido dolor, resentimiento, sospecha, ira, odio, un fuerte deseo de venganza, riesgo de suicidio, dudas, apego ambivalente, esperanza, confianza mutua, afecto y gratitud.
Con perseverancia y determinación, estos supervivientes del Holocausto lograron desarrollar la suficiente resiliencia y confianza en sí mismos para llegar a superar su horrible trauma. Para ellos, un punto de inflexión fue cuando se sintieron aceptados y queridos por otras personas, judías y no judías.
Con perseverancia y determinación, estos supervivientes del Holocausto lograron desarrollar la suficiente resiliencia
Lamentablemente, no he tenido el privilegio de tratar a supervivientes de la Nakba palestina. Lo siento de veras. Pienso que podría haber sido más proactivo para establecer contacto con colegas palestinos, aunque esta tarea no es tan sencilla como la de establecer contacto con colegas israelíes, algo que he hecho de manera habitual.
En Israel existe un tejido social protector y un apoyo adecuado por parte de los profesionales de la salud mental, pero la situación en los Territorios Palestinos Ocupados es desesperada.
Incluso antes de la actual masacre en Gaza, como represalia al abominable ataque terrorista de Hamas del 7 octubre 2023, la población de este asediado territorio palestino tenía una de las peores tasas de enfermedades mentales del mundo. Más de una generación ha crecido sin conocer nada más que una escalada cíclica de violencia, unas condiciones de vida subhumanas y una libertad de circulación casi nula. Esta situación ha sido descrita como “la mayor cárcel del mundo al aire libre”.

Éxodo palestino en 1948.
Una investigación reciente de la ONG Save the Children muestra que cuatro de cada cinco niños en Gaza viven con depresión, dolor psíquico y miedo, y tres de cada cinco niños se autolesionan.
Por si las cosas no fueran lo suficientemente terribles, desde el 7 octubre 2023 se ha producido un dramático deterioro de la salud mental infanto-juvenil en Gaza, tras muchas décadas en las que la situación ha sido de “estrés traumático continuo”. Este concepto fue propuesto en la década de 1980 por un grupo de profesionales de la salud mental que trabajaban en la Sudáfrica de la época del apartheid.
Más de una generación ha crecido en Palestina sin conocer nada más que una escalada cíclica de violencia
Estos colegas intentaban proporcionar apoyo psicológico a las víctimas de la violencia política, en un contexto de represión estatal continuada. Puedo ver un paralelo entre el profundo nivel de “re-traumatización” en la Sudáfrica del apartheid y las terribles condiciones de vida impuestas al pueblo palestino en los Territorios Ocupados.
Para los palestinos, la recuperación del trauma es extremadamente difícil porque viven en un contexto traumatogénico persistente y brutal. Como en el caso del apartheid, se necesita urgentemente ayuda a nivel internacional.
La población de Gaza supera los dos millones de personas, el 90% de las cuales han sido desplazadas a refugios abarrotados, sin suficiente comida, medicinas, electricidad o agua potable. Si de verdad sentimos algo por la humanidad de estas personas, no debemos abandonarlas; en particular, no podemos abandonar al millón de niños que todavía viven allí.
Según una de las últimas estimaciones de Naciones Unidas, unos 14.500 niños han muerto hasta ahora a causa de los intensos ataques israelíes en toda la Franja de Gaza, y otros muchos más están enterrados bajo los escombros. Los menores heridos son incontables; varios millares han necesitado la amputación de una o ambas piernas, y al menos 17.000 niños han quedado huérfanos.

Esta fotografía aérea muestra a los habitantes de Gaza desplazados caminando hacia el norte después de cruzar el corredor de Netzarim desde el sur de la Franja.
El mes pasado, la ONG publicó un estudio desgarrador: el 96% de los niños encuestados sienten que su muerte es inminente, el 79% sufren pesadillas, el 73% muestran síntomas de agresión y el 49% quieren morir. Los niños de Gaza están siendo las principales víctimas de una “guerra” que ellos no iniciaron.
Estos hallazgos requieren una acción inmediata, pero la mayoría de los países del cristiano Occidente mira hacia otro lado. ¿Y por qué la llamada comunidad internacional no interviene en una situación que, de alguna manera, podría describirse como una guerra contra los niños palestinos y su futuro? Me arrepiento de haber hecho muy poco por ellos hasta ahora.
Como psiquiatra infanto-juvenil, sé que este trauma tan atroz persistirá mucho tiempo después del cese de los bombardeos y, como sucedió con muchos de los supervivientes del Holocausto, las consecuencias a largo plazo de dicho trauma reverberarán en las futuras generaciones.
Me gustaría concluir con una poderosa declaración de , un grupo de judíos británicos prominentes que se oponen a cualquier forma de racismo. En el reciente Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, este grupo formuló una pregunta inquietante:
“¿Qué significa recordar un genocidio [el Holocausto] mientras observamos con horror cómo se desarrolla otro?”
Las vidas de israelíes y palestinos deberían importar por igual. No tengo ninguna duda de que todos debemos cumplir con el mandato de Nunca Más, sabiendo que necesariamente debe significar:
¡Nunca Más para ningún ser humano!