Hay una institución llamada Mercados que no figura en ninguna Constitución, pero expide certificaciones de los errores y aciertos de los gobernantes. Sus dictámenes no alcanzan categoría de ley, pero tienen efectos trascendentes en la economía. No tienen más jefe reconocible que el dinero, pero sí tienen magníficos sensores para detectar dificultades y beneficios y validar previsiones de futuro. Sus reacciones positivas suelen ser indicios de bonanza y las negativas deterioran gobiernos, hunden empresas y arruinan a inversores. A veces parece que tienen más credibilidad que los representantes elegidos por la sociedad.
Por eso ayer, tras conocer el arancelazo de Trump, las miradas se dirigieron a las bolsas y este fue su primer dictamen: la palabra incertidumbre, muy utilizada las últimas semanas, fue sustituida por la palabra miedo. Las primeras cotizaciones del día certificaron (y alimentaron) todos los miedos previsibles: inflación, recesión y aumento de la tensión mundial en momentos en que Europa elabora programas de rearme por alarma ante el expansionismo de Rusia, con Estados Unidos que intenta agravar nuestra debilidad. El pendenciero Trump acaba de dar un puñetazo en el momento más delicado de Europa.
Para todos los gobiernos y países afectados, incluida España, tras la pandemia es el mayor reto del siglo. La Unión Europea se encuentra ante una dramática disyuntiva: o encuentra la fórmula de cargarse a Trump, o teje los mimbres que le permitan vivir y defenderse sin Estados Unidos. En medio de la zozobra asoma una levísima esperanza que hace coincidir a la clase política y la empresarial: podemos estar ante las conocidas fuerzas de flaqueza que nos permitan superar la nueva crisis.
Y ahí tenemos a nuestro Pedro Sánchez, que ayer ya quiso demostrar rapidez de reflejos para aliviar con el talonario el pánico de los grandes exportadores, tranquilizar de palabra a los ciudadanos y aprovechar el trance para unos minutos de publicidad, a costa del gobierno anterior, como siempre. A la lista de tragedias que hasta ahora alegaba para presumir de eficacia (pandemia, volcán, dana, guerras, que todo ha pasado en su mandato), ahora añade los aranceles, última prueba para estadistas, consolidados o meritorios. Si una vez Pedro Sánchez presumió de habilidad para “hacer de la necesidad virtud”, ahora lo vuelve a hacer y aprovecha la ocasión para intentar convencernos de que podemos confiar en él para salir del callejón con la cabeza alta y la cartera decentemente salvada.

Donald Trump, el miércoles
Y un último apunte: después de escuchar al señor Sánchez, que aprovechó para lanzar un mensaje electoral (no puede evitarlo), es lícito sospechar que acaricia un nuevo sueño: liderar el movimiento anti-Trump que se está organizando en el mundo. Eso no solo significaría reforzar su imagen interior. Significaría convertirse en referente europeo o mundial de la resistencia frente a los avances de la extrema derecha. Y significaría convertirse en mito del progresismo. Ignoro si lo conseguirá. Por el momento, dejémoslo en oportunidad. Mejor todavía: dejémoslo en seductora tentación.
RETALES
Monarca. El rey Juan Carlos cometió graves errores. El último quizá sea querellarse contra Revilla. Yo, que valoro grandemente su reinado, solo digo: es un rey, pero un ser humano. Y todo ser humano tiene dos derechos básicos: 1) Sentirse injuriado cuando le injurian. Y 2) Defenderse, aunque corra el riesgo de que lo vuelvan a insultar.
Revilla. Gran papel al practicar el victimismo. Incluso lloró ante Sonsoles en la tele. A la libertad de expresión no le viene mal lo ocurrido. Demuestra que toda libertad tiene un límite. Y Revilla lo desbordó en el contenido y en lo formal.
Zapatero. Su mayor éxito no es actuar en todos los mítines de su partido. Ni mover misteriosos hilos de la política exterior. Ni ser el ex más relevante. Su mayor éxito es servir a Pedro Sánchez para desbancar a Felipe González como líder histórico del socialismo.
Nuclear. Si se cumple el programa de cierre de centrales nucleares y dejan de funcionar las de Vandellós y ó, Catalunya no solo tendrá un problema de suministro eléctrico. Tendrá sobre todo un problema de inversiones: nadie quiere invertir en un país con inseguridad energética.
Inocencia. Tranquila, María Jesús Montero. Es evidente que se equivocó con la presunción de inocencia. Le honra haber pedido perdón. Pero, mientras se le criticaba eso, se olvidó la incapacidad de redactar los presupuestos. Felicidades.