Es imposible imaginar que, cuando Craig Mazin y Neil Druckmann planificaron la segunda temporada de The Last of Us, no se les ocurriera que su propuesta sería discutida en el foro público. Es esta clase de serie: la que busca generar conversación. Como autores, muestran un respeto reverencial por la ficción televisiva al estructurar los episodios, presentar las tramas o introducir los personajes esporádicos o frecuentes. Pero este respeto no impide que, al plantear la temporada, buscaron cómo subvertir las expectativas.
El drama de terror puede tener las bases de la historia en el videojuego que Druckmann diseñó desde Naughty Dog, pero esto no niega el valor de cada decisión que hay detrás de la adaptación televisiva. Estamos hablando de una serie que, al estrenarse en 2023, logró lo imposible. Convenció a los jugadores de la obra de referencia, considerada un hito del arte contemporáneo, derribando los muros entre los videojuegos y las otras artes narrativas. Cautivó a la crítica y al público convencional ajenos al fenómeno gamer con 32 millones de espectadores solo en Estados Unidos. De paso, se llevó 8 premios Emmy de 24 nominaciones.

Ellie (Bella Ramsey) tiene una amiga en Dina (Isabela Merced).
Para la segunda temporada, que Max y HBO estrenan el lunes,The Last of Us da un salto temporal. Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsey) llevan cinco años viviendo en la comunidad de Jackson, donde reside Tommy (Gabriel Luna), el hermano de Joel, con su mujer Maria (Rutina Wesley). Después de una infancia desarraigada, Ellie ha tenido la adolescencia más idílica posible dentro de los límites del apocalipsis causado por la mutación de un hongo que convierte a los humanos en zombis.
En esta sociedad civilizada, Ellie incluso tiene amigos como Jesse (Young Mazino), un mentor contra el que se rebela con la adquirida chulería adolescente, y Dina (Isabela Merced), que es tan adicta al riesgo como ella en sus expediciones. Pero hay dos elementos que pueden perturbar la tranquilidad: un conflicto latente con Joel, con el que apenas se habla, y la amenaza que supone Abby (Kaitlyn Dever), una soldado que busca venganza por las Luciérnagas asesinadas en el hospital de Salt Lake City.

Kaitlyn Dever es Abby, la antagonista de la temporada.
Este reencuentro en un contexto de calma permite que The Last of Us vuelva desde otro lugar. La introducción de secundarios presentes durante gran parte de la temporada obliga a los personajes a enfrentarse al peso de sus acciones: importan y tienen repercusiones en los demás. Quedan lejos esos tiempos en los que iban de lobos solitarios.
La historia muestra seguridad, ya sea en la búsqueda de la belleza en el fin del mundo; cómo se introducen pinceladas sobre la evolución del Cordyceps sin que la mitología se apodere de la historia; o la introducción de facciones tomando como referencia los principios más clásicos del medio. En el plano narrativo, es hasta ligera por las facilidades que pone al espectador.

Young Mazino, que estuvo nominado al Emmy por 'Bronca', se incorpora como Jesse.
Los elementos que subvierten las expectativas no tienen siempre los mismos resultados: el final de temporada, por ejemplo, es más una interrupción que una conclusión temporal. Pero, en resumen, HBO tiene un clarísimo ejemplo de buena televisión.