En las aulas de escuelas, institutos y universidades conviven alumnos que estudian en condiciones extraordinarias. Jóvenes que eligen estudiar y crear nuevos caminos para formarse en aquello que desean, pese a la adversidad, cuando la sociedad no esperaría de ellos el esfuerzo o las renuncias que implica su opción. Los dos refugiados palestinos o el joven madrileño con ceguera, que se relata en estas páginas, no plañen, no se quejan de su condición de víctima, algo muy propio de estos tiempos, sino que convierten sus obstáculos en un desafío personal de superación. Como le dijo la madre de Jesús Argumedo cuando era pequeño: “vives en el mundo de los que ven, tienes que adaptarte”.
También las circunstancias del grupo de actrices Les Heyvan son especiales. En este caso no hay una barrera a superar. Son chicas de un colegio cualquiera de Catalunya que se juntan por la extraescolar de teatro. En los últimos cursos de la ESO se reúnen cada viernes para hablar de sus inquietudes como la incomunicación entre adolescentes y adultos. “¿Qué nos pasa, qué pasa a nuestros amigos, a nuestros compañeros?”, se cuestionan. ¿Por qué hay tanto dolor incomprendido, innecesario, a veces, con un desenlace fatal, y que, en todo caso, nunca servirá a quien lo padece? Finalmente escribieron un guion. Y ahí está la obra de teatro, Iceberg , descubriendo el fondo que sustenta la punta del drama que muchos padres han advertido en la serie Adolescencia. Con 16 años, estas jóvenes actrices recibieron el premio Estrena’t al Territori, que les ha permitido ir de bolos con su obra por varios teatros de Catalunya y recalar en el Tarantana de Barcelona.
Historias, en fin, que demuestran que en la juventud se encuentra también la tenacidad, resiliencia y determinación.
Moe Hamzah y Zaina Qazzaz
“Para los palestinos, formarse es una cuestión de resistencia

Moe Hamzah y Zaina Qazzaz llegaron el pasado septiembre y, desde entonces, aprenden catalán. Él es ingeniero químico y el próximo curso realizará un máster. Zaina finalizará periodismo
Para los jóvenes palestinos, no hay opción: “si puedes estudiar, debes hacerlo”, asegura Zaina Qazzaz, nacida en Gaza hace 21 años. “Es una cuestión de resistencia de nuestro pueblo”, añade Moe Hamzah (Beirut, Líbano, 2000). Estos dos jóvenes viven desde el pasado otoño en Barcelona gracias a la beca de la Fundació Solidaritat de la Universitat de Barcelona (UB) que ayuda a jóvenes refugiados. Están aprendiendo las lenguas y, en septiembre, Moe empezará un máster, Zaina cursará periodismo.
Moe nació en Beirut, nieto de una familia de refugiados palestinos que se exiliaron durante el Nakba a mediados de siglo y esperan regresar un día a su tierra. Como palestino puede estudiar en Líbano, pero los empleos que requieren universitarios le están vetados (excepto profesor). Puede trabajar de paleta, aunque su formación es de ingeniero químico. Su avión hacia Barcelona despegó el 14 de octubre de 2024. Mientras se elevaba al cielo vio como se bombardeaba un barrio cerca del aeropuerto. “Me di cuenta de que aunque me fuera a un país libre, siempre padecería por mi familia”.
Zaina tenía 17 años en 2020 cuando se fue a la Universidad de Ramala (Cisjordania) a estudiar periodismo. Desde octubre de 2023, debido a la guerra, no ha podido volver a su casa. Ha vivido desde lejos la destrucción del hogar de su infancia, la preocupación por sobrevivir de sus padres, las muertes de seres queridos. En Ramala estaba sometida a control: no tenía permiso para trabajar o salir de la ciudad. Estaba vigilada. A poco de llegar, la visitó la policía israelí a su casa a modo de advertencia. Con las manifestaciones contra la guerra, sus compañeros fueron detenidos. Así llegaron del cielo los papeles de la UB.
Estos dos jóvenes viven en Barcelona gracias a la ayuda de la Fundació Solidaritat de la UB
Salir del país no fue fácil. De Cisjordania a Jordania, en cada pueblo, soldados israelíes, tan jóvenes como ella, la retenían arbitrariamente. “Papeles en regla, billete de avión, pero estás expuesto a sus interrogatorios y su voluntad. Amigos en la cárcel, ¿qué hicieron mal? Los detuvieron en checkpoint y no se sabe de qué se les acusa”. Tardó dos días en recorrer apenas 100 kilómetros entre Ramala y Amán.
Ahora lleva, como Moe, casi 7 meses en Barcelona. Sin oír bombas, sin ver los enormes drones militares que vigilan las 24 horas al día, sin esperar visitas policiales repentinas. Aprenden rápido, quieren aprovechar la “gran” oportunidad que les brinda la UB. Les gusta la ciudad mediterránea que les ha acogido, generosa, segura y alegre.“Así debería ser en cualquier lugar”, cree Moe. “Disponer de agua, electricidad, no pasar por controles policiales para ir a la escuela”. En fin, resumen, estudiar, trabajar, casarse.
A Zaina le urge contar lo que pasa en Gaza: más de 50.000 muertos, muchos niños, el lugar con más mutilados del mundo. Antes de hablar con bet365 llamó a su padre: “Mi baba me da fuerza”. Sonríe. “Dijo: ‘Estoy muy orgulloso, tu mensaje llegará mejor que el de los políticos. Recuerda, hija, las batallas más duras son para los soldados más fuertes’”.
La fundación de la UB ha becado este año a 10 refugiados (6 palestinos). Desde 2016 ha atendido a más de 100 estudiantes
Les Heyvan
“Los adultos solo ven la punta de iceberg del dolor de los adolescentes”

Cinco de las siete intérpretes de Les Heyvan. De izquierda a derecha: Marta Pastallé, Alba Perramon (arriba), Luana Rocha, Mariona M. Solé (arriba) y Laura Torrades
Un grupo de chicas adolescentes coincide en extraescolares de teatro. Les encanta actuar y crear espectáculos para su familia y amigos. También van al teatro. En una de sus salidas, antes de la pandemia, van a ver Paisajes para no colorear, de La Re-Sentida, una compañía de jovencísimas actrices chilenas que exponen la violencia de la que han sido testigos o víctimas.
La obra las moviliza: ellas también tienen una verdad que contar. Sienten la soledad de los adolescentes, creciendo como témpanos de hielo, expuestos a consejos y correcciones de padres, profesores, amigos, y de las nuevas voces que salen de las pantallas. Se convierte en la Heyvan. A los 15 años se citan las siete actrices (en la fotografía aparecen solo cinco) las tardes de los viernes para compartir impresiones, recogerlas en una libreta e investigar sobre todas las capas de hielo sumergido que conforman la soledad de muchos adolescentes actuales que les hace vivir sus días como pueden, errantes, sin deriva.
Finalmente, escriben un guion, junto a Carla Abulí de 33 años, la directora de la escuela. Y presentan Iceberg al concurso Estrena’t al territori 2023, que impulsa la creación teatral emergente, conscientes de la improbabilidad de que su proyecto, uno entre 88, fuera el escogido. “Como comprar lotería”, explica una expresiva Laura Torrades. Tuvieron “suerte”.
Queremos que la gente reflexione: no es normal que un menor de 20 años no tenga ganas de vivir”
Además de espacios para ensayar, una residencia artística de 10 días, la propuesta ganadora recibe 12.000 euros y la posibilidad de estrenar la obra en cuatro salas: Teatre de l’Aurora (Igualada), La Mercantil (Balaguer), La Planeta (Girona), Sala Trono (Tarragona).
El premio llegó cuando no habían cumplido los 18 años. Ya han estrenado en todos los escenarios y ahora recalan en Barcelona (Tantarantana, hasta el 11 de mayo). “Tener público es una oportunidad para gritar que no es normal que jóvenes menores de 20 años no tengan ganas de vivir”, explica Luana Rocha.
Sorprende la frescura del lenguaje escénico. “Es muy generación Z”, reconoce Torrades. “Es que entendemos que no enganche el teatro a los jóvenes. Por eso quisimos contarlo con una narrativa rápida, con sorpresas, viajando entre géneros. No te das cuentas y ya ha acabado”.
Se presentan con la honestidad de un cuerpo casi desnudo, apenas cubiertas con ropa interior. Nada que esconder, todas sus emociones se expresan con su presencia, a través de sus gestos y palabras. Sus silencios, gritos, y sus miradas interpeladoras. La entrega es visceral.
El público reacciona: chicos apenas unos años más jóvenes (ahora tienen entre 18 y 19 años) les han dicho “eso me pasa a mí”, o “siempre los hombres, los culpables”. También reciben el saludo de los mayores: “me he acordado de cuando era joven” o “salgo con un nudo en la garganta...”.
Dos de ellas, Marta Pastellé y Mariona M. Solé se están formando profesionalmente como actrices. Sofía Griegorieva estudia danza. Carmen Domínguez y Alba Perramón cursan el grado de educación. Por su parte, Torrades está estudiando diseño en el centro Bau, y Rocha, comunicación audiovisual en la UPF
Jesús Argumedo
“Mi madre dijo: ‘vives entre personas que ven y tienes que adaptarte’”

Jesús Argumedo es el primer titulado en publicidad y relaciones públicas de España en su condición de persona con ceguera. También es el primero en terminar un MBA en Esade 
Jesús Argumedo (Madrid, 1988) es el primer estudiante con discapacidad visual que completa el Executive MBA de Esade. Finalizó estos estudios el pasado enero, agradecido por el apoyo y la confianza recibida y con la guinda de una orla en 3D, iniciativa de sus compañeros. También fue el primero de su condición en completar la carrera de publicidad y relaciones públicas en España. Obtuvo el doctorado cum laude con la tesis: La diversidad como activo intangible en la empresa.
Impartió clases en la Universidad Complutense con retos como dar Narrativas visuales. “Los alumnos debieron flipar”, se ríe al pensarlo. Pero lo logró. Ahora trabaja como especialista global en diversidad en Acciona. Subraya que él no es ciego o invidente, sino persona con ceguera.
“La discapacidad no es una enfermedad, es una característica más, como que mido 1.80 cm.”, resta importancia. “Mucha gente piensa que tenemos superpoderes por tener una discapacidad, pues no, pero hemos tenido que rescatar habilidades para superar las dificultades. Y las superas si disfrutas en el camino”.
Perdió la vista en abril de 1994 por un glaucoma congénito que le provocó un desprendimiento de retina. Tenía 6 años. Para entonces ya sabía leer y multiplicar. “Quedó todo oscuro, con algunas luces y sombras. Fue duro, sobre todo para mi madre que hizo lo posible para que no lo fuera para mí”.
Al profesor de fotografía publicitaria le preguntó, ¿cómo puedo aprender?
Ella se recompuso y le dijo: “tú no puedas ver, pro crecerás en el mundo de los que ven y tienes que adaptarte”. Le leía cuentos y artículos de periódicos deteniéndose en las explicaciones de las imágenes. Se sentaba en el sofá para ver Oliver Benji y Dragon Ball y ella le hablaba de los colores y las formas. “Era mis ojos”. Coleccionó cromos que no veía, pero que intercambiaba en el patio con sus compañeros. “Ponía a prueba mi memoria con los números”. Impidió que él adoptara tics propios de la ceguera. “En la mesa tenía que comportarme como los demás”, asegura. “Quizás a alguien le suene cruel esta educación, yo no lo viví así”.
No aprendió el braille, pero sí a escribir con teclado y a encontrar sus propios recursos: “al profesor de fotografía publicitaria le pregunté, ¿cómo puedo aprender?”. Hoy entiende al fotógrafo de bet365, Xavier Jurio, cuando habla de contrapicado.
A Argumedo le encantaba el mundo de las empresas del Ibex y sus creadores. Le fascinaba Amancio Ortega como a otros niños Messi. “Crear de la nada...”. Y quiso trabajar para empresas así. Afirma que Acciona cree en la inclusividad. “Una persona con discapacidad no va asociada al talento, es cierto, pero rechazarla por sus dificultades es cerrarse a encontrar talento”.