¿Y si no pudieras tocarte? Tenemos tan asumido poder masturbarnos que no valoramos el privilegio de experimentar placer sin la necesidad de otra persona. Esto no es posible para un sector de la población: personas con discapacidad, que por su escasa movilidad no pueden acceder a sus genitales. Eso significa resignarse a una vida sin sentir placer sexual o recurrir a los servicios de un asistente sexual.
“La asistencia sexual es un acompañamiento para personas con diversidad funcional que por sus propios medios no pueden acceder a su cuerpo. La asistente facilita esa exploración corporal mediante la masturbación”, explica Mon García, asistente sexual y pedagoga.
La asistencia sexual es un medio para ejercer nuestro derecho al conocimiento del propio cuerpo
No existe una posición unánime respecto al rol del asistente sexual. Mon García lo define como un “trabajo sexual”, Erika Bastide, perteneciente al movimiento de Feministas de Catalunya, lo considera “explotación sexual”, “igual que cualquier otra forma de prostitución”: las asistentes son “víctimas”, los consumidores, “puteros”.
Mientras en España es un servicio que no está regulado, en países como Bélgica, Alemania o Países Bajos la asistencia sexual es legal. En casos como Francia, por ejemplo, después de implantar la ley abolicionista de la prostitución, se abrió el debate sobre la posible regularización de este servicio.
Antonio Centeno tiene tetraplejia desde los 13 años, y desde entonces los médicos le dijeron que era una persona que no estaba capacitada para sentir deseo y desarrollar una vida sexual activa. Ahora, ya con 54 años, usa el servicio de la asistencia sexual y, además, es uno de los principales responsables del portal web , uno de los mayores foros online en España para acceder a la contratación de estos servicios.
Centeno emprendió este proyecto en el año 2017 porque considera que la asistencia sexual es un “elemento instrumental indispensable” para ejercer el derecho al conocimiento del propio cuerpo.
El 90% de los clientes de asistencia sexual son hombres cis heterosexuales
Como Antonio Centeno, la mayoría de los clientes de asistencia sexual son hombres. Mon García confiesa que aproximadamente el 90% de los clientes de asistencia sexual son hombres cis heterosexuales.
Pero pese a su baja representación, también existen mujeres que recurren a este servicio. Generalmente, son mujeres que, sin importar su orientación sexual, en muchas ocasiones prefieren una mujer asistente para una mayor seguridad.
Ánxela López Leiceaga, de 48 años, nació con parálisis cerebral, es presidenta de la Federación de Vida Independiente de Galicia y reconoce haber usado este servicio para su propio placer y para el conocimiento sexual. “Descubrí el clítoris a los 30 años, con esto ya te lo digo todo. No solo porque nadie te cuenta nada, sino porque si dependes de otros para acceder a tu cuerpo, es aún más difícil”.
Descubrí el clítoris a los 30 años. Nadie te cuenta nada, y dependes de otros para acceder a tu cuerpo
Gemma Deulofeu, sexóloga y psicóloga especializada en diversidad funcional, considera que la falta de educación sexual es uno de los puntos más críticos para las personas con discapacidad. Esto no afecta solamente a su capacidad para poder disfrutar de la sexualidad, sino que también las hace más vulnerables frente a posibles abusos. Cree que existe una sobreprotección de los familiares, y que en lugar de eso deberían darles herramientas para gestionar su sexualidad de forma sana y autónoma.
“Yo veía programas como Hablemos de sexo de la doctora Ochoa, pero claro, yo tenía 12 años y mis padres no me respondían las preguntas que les hacía. Solo hablaban de reproducción, de cómo se hacen los hijos... Nada sobre placer o masturbación”, confiesa Ánxela López.
Explica que las novelas fueron lo que llamó su curiosidad y la incitó a explorar sensaciones físicas nuevas. “Leer me permitía imaginar. Creaba historias en mi mente y eso me servía para explorar mi sexualidad. Era mi forma de suplir la falta de acceso a mi cuerpo”. Reconoce que Las edades de Lulú de Almudena Grandes fue una novela que le ayudó a ver el sexo de una forma más amplia y rica en matices.
En su caso, López recurrió a la asistencia sexual con un hombre, que no suele ser lo más común. “La elección es fundamental, es una cuestión de química, de sentirse cómoda y de crear un espacio íntimo donde puedas estar a gusto”, confiesa.
Oriol Roqueta también nació con parálisis cerebral y es usuario de asistencia sexual, cree que debería ser un servicio “totalmente financiado por el estado”, ya que actualmente es económicamente inaccesible para muchas personas. Aproximadamente una sesión con un asistente sexual puede tener un precio entre 50 y 100 euros. “Es muy difícil acceder a este servicio si no tienes dinero. Se queda para quien puede permitírselo, y eso es otra forma de discriminación”, comenta Roqueta.
“Hay personas que sólo pueden permitirse una sesión al mes o cada dos meses. Si queremos que sea un apoyo real y accesible, necesitamos un reconocimiento legal y ayudas para quien lo necesite, explica García. “¿Te imaginas poder masturbarte solo una vez al mes? ¿Te imaginas poder tener sexo con tu pareja solo una vez al mes?”, añade.
No existen trabajos sexuales, solo explotación sexual. Es una forma de prostitución: las asistentes son víctimas, y los consumidores, puteros
La opinión de Deulofeu respecto a la asistencia sexual, es que esta es un recurso que permite tener un mayor grado de conocimiento del propio cuerpo y que proporciona mayor seguridad frente a posibles abusos.
Asistentes como García se autodefinen como “trabajadoras sexuales” que reivindican sus derechos laborales, mientras que el movimiento feminista abolicionista está en contra del propio concepto de trabajo sexual.
“Nosotras no hablamos de trabajo sexual, porque no lo es. Hablamos de explotación sexual. Al igual que ocurre con la prostitución, hay mujeres que lo defienden y dicen que es su trabajo, pero el problema no es cómo lo vivan ellas, sino el hecho de que exista un mercado donde los hombres pueden comprar cuerpos de mujeres. No se trata de su libertad individual, sino del impacto social para el resto de mujeres”, explica Erika Bastide.
Centeno considera que hay una parte de la sociedad que directamente no quiere reconocer que pueda existir un intercambio “razonablemente libre” de placer sexual a cambio de dinero. “Esta visión es incompatible con su realidad”.
Feministes de Catalunya
En Suecia, tras 20 años de ley abolicionista, la prostitución ya no se ve como una opción
Desde Feministes de Catalunya se pone como caso de éxito el modelo abolicionista de Suecia: “En Suecia, después de 20 años de ley abolicionista, los jóvenes no ven a la prostitución como una opción. Si un hombre famoso es descubierto comprando sexo, es cancelado públicamente. Esto es aquí impensable, porque España tiene el índice más alto de consumo de prostitución de Europa”, comenta Bastide.
Antonio Centeno cree que es algo que no tiene que ver con el debate de la regulación de otros trabajos sexuales. “La asistencia sexual no es prostitución, no es striptease, no es pornografía, no es masaje erótico. Es un trabajo sexual, sí, pero con su propio marco, definido por una necesidad de autonomía.”
Para dejarlo claro, García explica que durante sus sesiones no existe un intercambio sexual, “mis manos son las suyas”, aclara.
“No es una práctica en la que haya interacción como en la prostitución” y matiza que en algún momento puntual puede tomar la “iniciativa”, pero siempre siguiendo las indicaciones del cliente y sin superar los límites establecidos.