Hay biografías tan ricas y profundas que merecen ser contadas, y la de Federico Lanzaco es una de ellas. A sus casi 96 años (nació en Barcelona en 1929), asegura haber vivido siete vidas y tres muertes. Desde una infancia y adolescencia llenas de aprendizaje, pasando por 22 años como jesuita misionero en Japón, hasta dejar una huella indeleble como pionero en los estudios de la cultura japonesa en las universidades españolas, y directivo en una empresa hispano-japonesa de acero inoxidable. Licenciado en Filosofía y Teología y doctorado en Comercio (entre otras foramciones), Lanzaco ha sido padre de dos hijas, y lleva 24 años dedicados a escribir (lleva 25 libros publicados) y a reflexionar en su jubilación.
Su gratitud, profundamente influida por la cultura japonesa, es el eje de su filosofía. “La vida es un intercambio de favores sociales, siempre debemos dar las gracias”, afirma. Apasionado defensor de las relaciones humanas auténticas, Lanzaco, Presidente de Honor de la fundación Adopta un abuelo, es una especie de sabio a quien atender en cuanto a grandes cuestiones vitales. Rechaza WhatsApp y los correos electrónicos, y apuesta por el contacto cara a cara: “La tecnología nos ha despersonalizado; prefiero las conversaciones profundas”. Su historia es una lección viva del arte de reinventarse.
El secreto para una vida plena y longeva es la combinación de cinco elementos clave
A sus 95 años, usted irradia vitalidad y entusiasmo. ¿Cuál cree que es el secreto para vivir una vida tan plena y longeva?
No hay un cóctel perfecto, es la combinación de cinco elementos clave: cuidar la salud a través de ejercicio físico, una dieta equilibrada y un buen descanso; tener un trabajo que nos motive y nos permita dar lo mejor de nosotros; aprender a entregarnos en la relación de pareja, superando el egoísmo; disfrutar de un estilo de vida personal que nos haga felices; y, finalmente, la espiritualidad, que implica una conexión profunda con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, buscando siempre mejorar nuestro entorno.
¿Qué propone si alguno de estos cinco elementos falla?
Llevarlos todos a la perfección es imposible pero cuando falla uno de ellos, hay que potenciar el resto. Al final, el secreto radica en encontrar un equilibrio entre lo físico, lo emocional y lo espiritual. Ese balance es lo que nos permite vivir plenamente.
He vivido siete vidas completamente distintas, cada una como un personaje diferente
Usted, ha tenido muchas vidas en una…
Mi vida ha sido de todo menos ordinaria. He vivido siete vidas completamente distintas, cada una como un personaje diferente, en escenarios sociohistóricos radicalmente distintos. Además, he experimentado tres muertes: una muerte física, una espiritual y una amorosa. Cada una de ellas me transformó profundamente.
Después de haber vivido siete vidas, ¿cree que aún le queda alguna otra por vivir?
No creo que me queden más vidas por vivir, ya que he perdido mucha energía en los últimos años y prefiero estar tranquilo. Sin embargo, tengo un plan: quiero seguir explorando la cultura japonesa, que es un océano sin fin para mí, y profundizar en la espiritualidad, un área llena de malentendidos en nuestra sociedad. En cuanto a una compañera de vida, aunque me gustaría, es difícil imaginarlo tras la pérdida de mi esposa, a quien amé profundamente.

Federico Lanzaco, humanista y japonólogo
Siempre quise experimentar emociones intensas y vivir al máximo, rechazando el aburrimiento
Empecemos con sus vidas. ¿Cuál fue la primera?
Desde niño, sentía una inmensa ansia de vivir y una pasión poco común. Siempre quise experimentar emociones intensas y vivir al máximo, rechazando el aburrimiento. La primera de mis vidas fue mi infancia, que transcurrió durante la Guerra Civil Española en Barcelona, marcada por una terrible hambruna y constantes bombardeos.
¿Con quién vivía en esa etapa?
Vivía con mis padres y mi hermano en el Passeig de Sant Joan de Barcelona. Mi padre, jefe de contabilidad en la Generalitat de Cataluña, fue llamado a filas del Ejército Republicano, y nos quedamos con mi madre, mi abuela y una chica del servicio.
¿Y su segunda vida?
Mi adolescencia. Fue una etapa rebelde, ya que me enfrenté a la educación de mi padre y a la hipocresía religiosa de mi entorno. Fui alumno de los jesuitas en Barcelona, donde destacaba académicamente, pero fuera del aula lideraba un grupo de jóvenes dónde desafiábamos el orden establecido.En esta época, me obsesioné con el árabe, lo elegí como asignatura y me convertí en mahometano. A los 17 años, le dije a mi padre que quería irme a África, lo que le disgustó porque quería que fuera inspector de hacienda.
Fui alumno de los jesuitas, fuera del aula lideraba un grupo de jóvenes dónde desafiábamos el orden establecido (...). A los 17 años, le dije a mi padre que quería irme a África
¡Qué valiente! ¿Y acabó en África?
No, porque experimenté mi primera muerte. Fue una muerte física, estuve a punto de morir. Cogí el tifus por comer marisco en mal estado y en aquella época no había penicilina. Pero vencí a la muerte y eso me hizo reflexionar y decidí hacerme jesuita misionero y dedicar mi vida al prójimo. Dejé a mi familia y me uní al noviciado de Nuestra Señora de Veruela, iniciando una nueva etapa.
Fue un cambio totalmente drástico, ¿qué sucedió?
Estuve dos años en el noviciado, pero el maestro de novicios me dijo que no tenía talento para ser jesuita y me ordenó regresar a casa. Eso me destrozó y me sentí completamente inútil y sin rumbo. Aquí sucedió mi segunda muerte, que fue espiritual.
¿Cómo superó esta etapa?
Después de terminar mi noviciado, el padre Superior Sayós notó que no me llevaba bien con el maestro de novicios, pero entendió mi situación y me permitió tomar los votos. Poco después, el padre Arrupe, líder de los jesuitas en Japón, buscaba voluntarios para ser misioneros, y yo me ofrecí.
Me ofrecí para ser misionero en Japón (...). En 1956 me embarqué en un crucero de 33 días hacia allí
Entonces, ¿se marchó a Japón?
Sí, pero antes de partir a Japón, estudié en Zaragoza y Sant Cugat del Vallés, y perfeccioné mi inglés en Londres. Finalmente, en enero de 1956, me embarqué en un crucero de 33 días hacia Japón, ya que no había vuelos intercontinentales.
Al llegar a Japón, ¿siguió estudiando y formándose?
Sí, pasé tres años en la Bahía de Tokio aprendiendo japonés y su cultura. Luego, me destinaron a Estados Unidos para estudiar Teología en la Universidad de Loyola de Chicago y hacer un máster en lingüística japonesa en la Universidad de Michigan. En 1962, me ordené sacerdote y volví a Japón como director del Centro de Estudios Japoneses en la Universidad de Sophia, en Tokio.
Me destinaron a Estados Unidos para estudiar Teología en la Universidad de Loyola de Chicago

Federico Lanzaco, humanista y japonólogo.
¿Cómo y cuándo acabó su etapa como jesuita en Japón?
Mi etapa como jesuita en Japón llegó a su fin durante la turbulenta Revolución Estudiantil de 1968. Los estudiantes tomaron la Universidad de Sophia, excepto el edificio donde vivíamos los jesuitas. Fueron meses de tensión y miedo que terminaron con la intervención del ejército. Sin embargo, esa experiencia, sumada a otros problemas personales y profesionales, me llevó a lo que llamo mi “tercera muerte”.
¿Cómo fue esa tercera muerte?
Fue una muerte amorosa. Me enamoré perdidamente de mi secretaria japonesa, una chica brillante y simpática. A pesar de que nunca hubo contacto físico, me obsesioné con ella, hasta el punto de perder el apetito y la concentración.
¿Cómo manejó ese enamoramiento?
Le confesé mis sentimientos y, lamentablemente, ella me rechazó. Fue un golpe muy duro, tanto que incluso llegué a pensar en el suicidio. En un momento de desesperación, me ofrecí como capellán militar en la guerra de Vietnam. Mis compañeros, al ver que estaba al borde de cometer cualquier locura, alertaron a mis superiores. Ellos, preocupados por mi bienestar, decidieron enviarme de vuelta a España para un año de descanso y tratamiento.
Me enamoré perdidamente de mi secretaria japonesa. Me rechazó. Llegué a pensar en el suicidio
Entonces, ¿volvió a España y terminó su vida como jesuita?
Sí, después de 22 años como jesuita, en 1969 volví a Barcelona. Pasé un año agotado, sin poder dormir, me sentía envejecido, pero poco a poco me fui recuperando. Hasta que vi claro que debía cambiar totalmente de vida y tomé la decisión de buscar trabajo y formar una familia.
¿Consiguió sus objetivos?
Enseguida conseguí trabajo como secretario y profesor de inglés y japonés en la Escuela Oficial de Idiomas y en la Universidad de Barcelona. Luego, mi padre me informó que Banesto y dos gigantes japoneses habían creado una “joint venture” para fabricar aceros inoxidables y me querían como director por mis conocimientos de la cultura y lengua japonesa. Decidí aceptar, y por aquel entonces, la novia, ya la tenía.
¿Cómo conoció a la que sería su mujer?
Mi novia era una de las dos chicas solteras que vivían en casa mi tía Lola. Nos conocimos cuando yo iba allí con mi madre a tomar café. Ella era de Burgos, educada en el Sur de Francia. Tenía 30 años y yo 42. Pronto, nos casamos y nos mudamos a Madrid por mi trabajo, y ella, que trabajaba en la Sociedad General del Banco Francés, pidió el traslado también a la capital.
Empezó una nueva vida tanto familiar como laboral en Madrid.
Exacto, nos marchamos a Madrid. El 1 de febrero de 1971 comencé mi vida como Adjunto al director General en Acerinox S.A.
¿Qué significó para usted ese puesto?
Durante mis 30 años en Acerinox, fui el puente entre culturas, conectando a socios y técnicos japoneses, y actuando como intérprete en conversaciones cruciales. Representé al sector de aceros inoxidables españoles en nuestra entrada en la Comunidad Europea, viajando semanalmente a Bruselas para aprender y establecer relaciones, hasta que me jubilé voluntariamente el 30 de agosto del año 2000, a los 71 años.
Representé al sector de aceros inoxidables españoles en nuestra entrada en la Comunidad Europea, viajando semanalmente a Bruselas
¿Cómo ha sido su vida de jubilado?
Como jubilado, he encontrado mi propósito en escribir: 25 libros en 24 años, explorando lo que más conozco y amo: la lengua y cultura japonesa, la espiritualidad y la empresa japonesa.En 2017 murió Lucía, mi mujer. Su partida fue un golpe devastador y marcó el fin de una etapa en mi vida.
¿Cómo ve el mundo actual ahora en 2025?
Tengo una visión dual: me encanta el progreso y la bondad de muchas personas, pero también veo mucha maldad y corrupción. Debemos ser prudentes y cautos y llevar una existencia sencilla, pero seguir amando intensamente la vida.
Y concretamente, ¿cuál cree que es el papel de las personas mayores en la sociedad?
Las personas mayores tienen mucho que enseñar sobre el amor y el esfuerzo por la familia. Debemos aprender de su experiencia y mantener relaciones estables.
Las personas mayores tienen mucho que enseñar sobre el amor y el esfuerzo por la familia
Con toda su experiencia, ¿qué consejo les daría a las nuevas generaciones?
La vida es una danza entre el esfuerzo, el destino y la oportunidad. He trabajado incansablemente, pero también he sabido aprovechar los giros del destino. A veces, el esfuerzo no basta por sí solo, pero cuando se encuentra con el momento adecuado, puede abrir puertas inesperadas. La clave está en estar siempre preparado para cuando el destino se cruce en nuestro camino.
¿Le tiene miedo a la muerte?
No, nunca. La veo como un cambio de transporte. Si hay otra vida, que es lo que yo creo, la disfrutaré; si no, no pierdo nada. La muerte no me asusta.