El restaurante La Mar de Gastón Acurio se ha convertido en la inauguración del año en Madrid. No es para menos, puesto que el cocinero-empresario peruano de 57 años es uno de los más influyentes del mundo y su regreso a esta ciudad era altamente esperado por la ingente parroquia capitalina de aficionados al cebiche.
La Villa y Corte es, para Acurio, un sitio de referencia en su carrera. Hijo de político, vino aquí a estudiar Derecho en la Complutense y, tras una visita al restaurante Arzak en San Sebastián, decidió secretamente abandonar las aulas universitarias y matricularse en una escuela de cocina de Tirso de Molina. Aquel giro le cambiaría la vida hasta convertirse en el hombre que transformó la cocina peruana en un dinamizador social y un fenómeno global.
El regreso Gastón Acurio a Madrid era altamente esperado
Ya era un chef consagrado en Lima gracias al restaurante Astrid y Gastón –abierto junto a su esposa en 1994 en el barrio de Miraflores– cuando fue invitado en 2006 a participar en la cuarta edición de Madrid Fusión. Un congreso internacional de gastronomía del cual terminaría volviéndose asiduo y que sirvió para presentar a la prensa mundial el nacimiento de la cocina novo-andina, impulsada por él y otros coetáneos (Pedro Miguel Schiaffino) y sus discípulos (Virgilio Martínez).
Entonces solo hacía un año que había abierto en su ciudad natal el primer La Mar, una cevichería de sabores auténticos con aires de comedor fashion y éxito fulgurante, que pronto cosechó filiales en medio mundo. Pero, a la hora de debutar en esa plaza icónica que es Madrid, nuestro hombre prefirió abrir un Astrid y Gastón en el Paseo de la Castellana, casi enfrente del lujoso Hotel Villamagna. Se comía muy bien, pero los gastos fijos eran elevados, las facturas severas y la afluencia de clientes no respondió a las expectativas. Ni siquiera cuando el establecimiento se mudó, en 2013, a un local más asequible, estrecho, oscuro y elegante, en la calle Ayala, las cuentas cuadraron. Acaso Madrid no estaba aún maduro para su ambiciosa versión de la gastronomía peruana.

Los ceviches de La Mar, en Madrid
Conviene recordar que, aunque la capital española viene siendo desde hace décadas un lugar de acogida para las cocinas internacionales, se cuentan con los dedos de una mano los comedores foráneos de lujo que han sobrevivido al paso del tiempo y las modas. Cuando yo empecé a visitar restaurantes por mi cuenta, en los años 80, ya existían en el centro dos locales peruanos modestísimos, llamados el Inti de Oro y La Llama, que ofrecían un menú muy básico con los productos que había disponibles entonces. Nada que ver con el boom que han experimentado en la última década los establecimientos de aquel país a orillas del Manzanares, en su versión tradicional, creativa o nikkei-japonizada. Piensen en el Llama Inn –que vino vía Brooklyn–, Quispe o el Cilindro de Mario Céspedes. En clave de fusión nipona, destacan igualmente Tampu, el Gamán de Luis Arévalo o el Ronda 14 del citado Céspedes. Y, hablando de chefs con varios negocios, ahí está Jhosef Arias con Callao 24, Humo y Piscomar.
No todo ha sido un camino de rosas. Por el camino quedaron los fallidos comedores madrileños de Omar Malpartida, un joven precursor de innegable talento que hoy triunfa sin embargo en Barcelona, Ibiza y Menorca. Lo cierto es que la fama reciente de la propuesta culinaria novo-andina en El Foro es tal que incluso flirtea con el concepto de lifestyle y ver-y-ser-visto, como es el caso de Pucara o de Oroya en el hotel Madrid Edition, supervisado por Diego Muñoz, otro alumno de Acurio. Se escapa a barrios no tan céntricos, como el Kechua de Arturo Soria, el Pituca de Quintana, el Tipika de Carabanchel o el Avenida Perú de Vallecas. Y ha saltado a las afueras, con sitios como el Fidelio en Boadilla del Monte o Paschi en Pozuelo de Alarcón. Si había un momento propicio para el retorno de Gastón, era este.
En Madridse cuentan con los dedos de una mano los comedores foráneos de lujo que han sobrevivido al paso del tiempo
“Volvemos a Madrid donde ahora ya no es necesario explicar lo que es al público y donde hay muchos más restaurantes de todo tipo, precio y estilo. Eso lo vemos como una oportunidad. Venimos con humildad y agradecimiento, también con los recursos necesarios. Sentimos una responsabilidad enorme”, declaraba nuestro protagonista el pasado mes a la revista Tapas.
Hoy, Acurio Internacional cuenta con 70 restaurantes en 10 países de Latinoamérica, Estados Unidos y Oriente Medio, que funcionan bajo una docena de conceptos como Yakumanka, Pancita, Jarana, Tanta, Barra Chalaca y, por supuesto, La Mar. En nuestro país, además del Astrid y Gastón capitalino –cerrado hace casi diez años–, llegó a gestionar dos sucursales de su bistró Tanta en Madrid y Barcelona –que hoy tampoco existen– y solo venía funcionando, desde 2017, el Yakumanka de la Ciudad Condal. Desde el pasado 27 de marzo, también tiene la Mar Madrid.
“Hemos querido huir del Barrio de Salamanca para instalarnos en una zona más dinámica, con un espacio amplio y precios razonables”, me cuenta Gastón nada más sentarnos a la mesa del flamante establecimiento. La Mar Madrid ocupa 700 metros cuadrados en la Avenida del General Perón, a un tiro de piedra del Estadio Bernabéu. Con capacidad para 140 comensales, repartidos entre las barras y las mesas en su comedor de dos alturas con cocina vista, el interiorismo moderno y funcional viene firmado por Hurlé & Martín, con tonos turquesa que evocan el océano, contraventanas coloniales de bambú, un mural artesanal de piedras y techos de cuerdas retroiluminadas.
¿En qué consiste la propuesta culinaria? “La Mar es una fiesta, una celebración del mar, de la cocina peruana y la vida. Es un homenaje a las cebicherías del Perú, que busca poner en valor los tesoros del mar y lo mejor de su cultura gastronómica”, anuncia la web. Bajo la dirección del chef ejecutivo Rodrigo Ferrer Aguilar, la carta propone piqueos del mar y piqueos nikkei, chicharrones, causas y anticuchos, cebiches y tiraditos, mariscos y pescados enteros a la brasa y platos de cocina tradicional evolucionada como el ají de gallina o el arroz chaufa.
Bajo la dirección del chef ejecutivo Rodrigo Ferrer Aguilar, la carta propone piqueos nikkei, chicharrones, causas y anticuchos, cebiches y tiraditos
La oferta de cócteles es amplia y atractiva, con media docena de variantes del pisco sour y muchos otros tragos clásicos o de autor. Algún día habrá que volver para probar el Umami Inka, el Rosa Andina o el Chicha Royale. Pero, en una primera visita, lo suyo era encargar al bartender el pisco sour clásico, que aquí ejecutan impecablemente. En cuanto a los vinos, el sumiller Kilian Baute (ex Madrid Edition), ha reunido una colección de referencias de aquí y de allá más que apetecibles a precios sensatos. Pedimos un blanco canario, que va de fábula con esta comida viajera, y arranca el menú.
Dos croquetas limeñas de chupe de txangurro con salsa ocopa sirven para ponernos en situación. Llegan luego un ceviche típico limeño con corvina, choclo, boniato y leche de tigre al ají limo, hecho al instante, apenas macerado, magnífico de textura y sabor; acompañado de un adictivo tiradito bachique, a base de pulpo, conchas, aguacate y salsa acebichada con albahaca. No podía faltar la causa, aquí en versión nikkei, con su tartar de atún rojo –en sustitución del preceptivo pollo deshilachado–, su huevo duro y su aguacate. Una actualización encomiable, por su ligereza y sabrosura, de un bocado popular que tiende a resultar pesado.

Uno de los guisos de La Mar
Las conchitas La Mar que siguieron son un favorito de la casa que ya habíamos probado hace lustros en la filial de Santiago de Chile. Resultan cuanto menos originales, pero yo sigo sin entender la necesidad de realzar un rico molusco con una espuma de parmesano. ¿Un anticucho de corazón? ¡Por supuesto! La brocheta viene directa de la parrilla con sus papitas, su choclo y sus salsas. A mí me gustan con el interior casi rojizo, pero entiendo que estos cortes canallas el público los prefiere algo más hechos.
La gamba roja a la brasa con salsita de ajillo limeño nos devuelve a la vía de la suculencia y los sabores yodados en su máximo esplendor. Un camino en el que reinciden los dumplings, rellenos de gamba y cerdo, bañados en salsa de chupe nikkei. Otro piqueo para repetir y repetir. Terminamos el apartado salado con un ala de raya a la brasa con papas amarillas y salsas peruanas, notable de punto y textura.
La Mar Madrid by Gastón Acurio
ٱ鷡ѱAv. del General Perón, 36, Tetuán, 28020 Madrid
916 68 65 40
En la recta final dulce, probamos los picarones, que son unos dulces fritos en forma de anillo, hechos con masa de harina de trigo, cuyo origen se remonta a los buñuelos coloniales y que traían la originalidad de una deliciosa miel de hoja de higo. Después, un flan de dulce de leche pelín pesado, acompañado de crema montada y un rico helado de haba tonka. Me quedé con las ganas de pedir la fabulosa mousse de cacao peruano con lúcuma y quinoa acaramelada que les sirvieron a nuestros vecinos de mesa. Pero eso habrá que dejarlo para una futura visita. Y no duden que volveré, porque la carta de La Mar permite no repetir ni un plato en sucesivas cenas y la calidad de la comida, el servicio diligente y los precios contenidos invitan a reincidir sin culpa alguna.