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La marisquería Carballeira cumple 80 años igual de fresca

Sitios

Este veterano establecimiento lleva décadas siendo una referencia en la ciudad por su excelente producto, el buen hacer en la sala y el espíritu de la Barcelona de antaño

Coure, dos décadas de cocina bien hecha

Los propietarios y parte del equipo de Carballeira fotografiados en la barra del restaurante

Ana Jiménez

Se cuenta que cuando en 1944 un matrimonio gallego abrió Carballeira, aquí se sirvieron los primeros percebes de Barcelona. Cierto o no, no hay duda de que esta veterana casa lleva más de 80 años siendo una referencia indiscutible en la ciudad. Y también parte de ese patrimonio histórico y gastronómico que, casi en pleno epicentro turístico, tiene más mérito si cabe saber mantener sin dejarse diluir por las modas.

Por aquí desfilan tanto locales como visitantes. Los primeros más al mediodía, los segundos prefieren las noches, explica Ángel Alonso, que dirige desde hace años este restaurante. La excelencia del producto es uno de los pilares, seguramente el más conocido en una marisquería de renombre. Cocinar un marisco excelso no es fácil. Servirlo sabiendo medir la mesa y el punto justo de cercanía al comensal también es un arte que requiere años de oficio.

Junto al desfile de mariscos, aquí también se sirve bacalao con garbanzos o ‘cap i pota’

Más luminoso que antaño, las paredes están decoradas con una colección de fotografías de Leopoldo Pomés, el fotógrafo –y publicista, gastrónomo y ensayista– que fue socio del restaurante hasta su muerte en el 2019. Sus instantáneas en blanco y negro permiten recorrer una Barcelona y un Port Vell ya desaparecidos, aunque uno tiene la sensación de estar sentado en uno de los contados lugares supervivientes de aquella época.

Pero Carballeira también ha sabido ponerse al día y no vivir de las rentas y el mito. Alonso ha sido uno de los artífices de los sutiles cambios introducidos en los últimos años en la sala. Se trata de mejorar el espacio y la carta, pero de forma casi imperceptible para los más habituales que no quieren oír hablar de cambios.

Percebes en el restaurante Carballeira

Ana Jiménez

Las almejas estilo Ondarroa del restaurante

Ana Jiménez / Propias

Una idea sobre la que también pivota el trabajo de Eric Pibernat, al frente de la cocina. La responsabilidad de manejar un producto de este nivel y saber tocarlo lo justo no es poca cosa. Una vitrina recibe al comensal junto a la puerta y expone los tesoros del día, pero el secreto está en la planta de arriba, donde el restaurante tiene sus propios viveros, que permiten asegurar regularidad y suministro de pescado y marisco y sortear mejor los vaivenes de las lonjas con las que trabajan.

Centollas, gambas de Huelva enormes y sabrosas que se pueden pedir a la sal o pasadas por la brasa del Josper, caracolas, los percebes que, fueran o no los primeros de Barcelona, aquí siguen 80 años después con fama de estar entre los mejores de la ciudad, y pescados a piezas enteras que, junto a los arroces, conforman la parte más conocida de la carta.

Eric Pibernat, al frente de la cocina del restaurante

Ana Jiménez / Propias

El equipo de cocina, a la izquierda, y la familia propietaria, a la derecha

Ana Jiménez / Propias

Además de los clásicos, se abre la puerta al producto de temporada o a platos como las albóndigas de sepia y rossinyols en los fuera de carta. Una propuesta que, junto a ostras o gildas, parece lucir especialmente en la barra del restaurante. Quien quiera darse un capricho, merece la pena probar uno de los platos insignes de la casa fruto de una combinación un tanto singular: bogavante con pulpo. Un plato de fiesta.

Y es que, más allá de esa imagen de marisquería clásica, aquí pueden presumir de la polivalencia en espacios, de la barra a sus salones, que se pueden privatizar. Un restaurante que algunos consideran un refugio seguro en el que la tortilla al estilo Betanzos nunca va a decepcionar, y que para otros es sinónimo de celebraciones o días especiales. La extensa carta de vinos también juega con esta dualidad, con referencias de buena relación calidad-precio y botellas únicas.

Junto a ese desfile de mariscos y conchas –ojo a las almejas al estilo Ondarroa, con ajo y guindilla– aquí también se sirve morro de bacalao con garbanzos, cap i pota o sopa de pescado. Cocina gallega y catalana de la mano que, sea cual sea la elección, merece la pena rematar con la simpática oreja de fraile, que se sirve regada con anís.

Es fácil caer en tópicos, en historias repetidas y en cierta suntuosidad al hablar sobre un restaurante con semejante historia. La buena noticia es comprobar que, tras todas estas décadas, Carballeira sigue en buena forma.